Por Héctor Tenorio
@tenoriohector
En la medida en que se aproxima la fecha en que Donald Trump tomará el poder en Estados Unidos, las dudas crecen en el gobierno de Enrique Peña Nieto. La presión a la su administración será sometida podría traducirse en la derrota electoral de su partido en 2018, abriendo la posibilidad a la oposición; pero siempre y cuando pueda encausar la frustración de millones de mexicanos. La peor humillación para los priístas vendrá cuando el Gobierno Federal se vea obligado a pagar el muro fronterizo, tal cuestión se planteará cuando se renegocie el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Las autoridades locales aseguran que el país fortalecerá su pacto comercial con China; a pesar del repentino arranque de dignidad, nuestra dependencia con la economía estadounidense es casi total.
Sin duda, la llegada del nuevo residente a la Casa Blanca impactará en la decisión del presidente de la República cuando destape al sucesor; deberá meditar a profundidad, no podrá priorizar sólo la lealtad hacia su persona. Tendrá que considerar el posible retorno de millones de deportados, lo cual enrarecería el ambiente y dispararía la inseguridad. De igual forma tendrá que calcular cómo afectará que DonaldTrump castigue a los empresarios norteamericanos quedeseen instalarse en territorio nacional. El peso corre el riesgo de devaluarse más de lo previsto, aun cuando nos aseguren que estamos preparados.
El problema, de fondo, es que los neoliberales mexicanos plantearon como único camino a la modernidad el TLC con los Estados Unidos y Canadá. La izquierda advirtió que esto provocaría una situación de mayor vulnerabilidad económica y cultural frente al exterior, pero nadie quiso escuchar. La maquinaria se había encendido, se desechó el discurso nacionalista, el legado de la Revolución Mexicana se convirtió en un estorbo, la oligarquía local unió su destino a la política norteamericana. Han transcurrido 22 años y actualmente la nación se encuentra sumida en una crisis económica y amenazada por el discurso nacionalista de Donald Trump.
En este contexto, hay una gran posibilidad de que el abanderado del tricolor en el 2018 sea José Antonio Meade Kuribreña, titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP); a su favor juega su pasado panista combinado con su presente priísta, convirtiéndose en la suma del neoliberalismo que nos ha gobernado desde 1982. No obstante, para que esto se convierta en una realidad, Luis Videgaray Caso, quien encabezará el equipo que negociará los nuevos términos comerciales con los estadounidenses,debe convencer a la opinión pública que México no se dobló. En caso de fallar se quedaría con la candidatura sería el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chongquien todavía marcha bien en las encuestas.
Quienes se distanciaron del PRI son los medios masivos, que con su olfato en el arte de hacer negocios consideran rentable apadrinar a Margarita Zavala Gómez del Campo que realizó una clase de precampaña al compararse con la abanderada demócrata, Hillary Clinton, su error fue dar por hecho que ella sería la ganadora. Sin embargo, no le favorecerán los miles de muertos caídos en la guerra con el narcotráfico que provocó la pésima planeación del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Quien tiene más difícil el trayecto a Los Pinos es Andrés Manuel López Obrador, cuyo discurso ha logrado permear en el ánimo de la mayoría de los perredistas: es la hora de emigrar a Morena. Su forma vertical de entender la política le ha facilitado no entrar en el desgaste de las candidaturas a diputados y senadores, pero también le impedirá allegarse de más ciudadanos que están hartos de tantas promesas incumplidas.