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Bauman, la rabia y el colapso de la política

Por Gilberto P. Miranda

“Lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no solo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder: ser capaz de hacer cosas; y se necesita política: la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas.”
Hace casi exactamente un año, un 8 de enero, se publicaba en el diario El País de Madrid una entrevista con el filósofo polaco Zygmunt Bauman, quien apenas el pasado 9 de enero tomó su último respiro en esta tierra. El diagnóstico que ofrecía entonces el Maestro sobre la crisis de la democracia es profundo y contundente. Estremece la certeza de sus palabras para explicar lo que México vive en este convulso momento, pues lo que él llama “el colapso de confianza” como el centro de la crisis democrática, ha llegado en nuestro caso al punto de tergiversar la razón de ser del sector público: en lugar de percibirle como la entidad dedicada a promover el bienestar, prácticamente se ha convertido en el enemigo. Si el Estado es una amenaza ¿qué sigue?
Sin duda la clase política se ha visto contra la pared de una forma impresionante los últimos días por la rabia ciudadana desatada en todo el país, pero su válvula de escape ha sido una que dominan a la perfección: el populismo. Rasgarse las vestiduras usando hasta la saciedad la simplona metáfora de “apretarse el cinturón”, sin mayores consecuencias. La rabia lleva al ciudadano a celebrar estas medidas desde el rencor que lo moviliza: quizá la sensación es que al menos se le ha clavado una daga al poder: “que sufran como sufro yo, que sufran porque lo merecen”.
El problema es que todo se queda en la superficie y lo que hoy es un tsunami puede diluirse en la playa sin haber llegado a tocar problemáticas de fondo ni sacudir con suficiencia las estructuras ¿queremos que el poder prometa ahorros, o que deje de atiborrar los aparatos públicos con aviadores y deudas de campaña? ¿Queremos que la gasolina vuelva al precio de hace algunas semanas, o empujar para que dejen de diseñarse ciudades que generan desigualdad, contaminación, promueven el uso del auto y alta demanda de gasolina? ¿Queremos que los funcionarios ganen menos, o un servicio civil de carrera que haga atractivo trabajar en el sector público para la gente con mayor mérito y talento?
La coyuntura que se abre conjunta el desgaste de tres décadas de un sistema neoliberal que no solo ha sido incapaz de generar desarrollo, sino que ha agudizado desigualdades, junto a un gobierno desangrado de toda legitimidad. El vacío que deja habrá de llenarse, la encrucijada que enfrentamos es si la rabia ciudadana se conformará con dulces populistas y apoyará opciones políticas oportunistas basadas en la bravuconería, o estemos en el inicio de exigir atrevimiento, renovación, innovación e ideas con sustancia que comiencen a enderezar al país. Vaya año nos espera
Vía La Politica Online




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