La última semana no sólo fue terrible para Andrés Manuel López Obrador y sus aspiraciones presidenciales, sino terrible para la democracia misma. Al triple video en el aparece la ahora excandidata de Morena a la alcandía de Las Choapas, en Veracruz, Eva Cadena, recibiendo dinero en efectivo supuestamente para ser entregado al tabasqueño, hay que sumarle los señalamientos hechos por una corte de justicia en Texas contras los ex gobernadores Humberto Moreira, Eugenio Hernández y Reynoso Femat por evidentes actos de corrupción y relaciones abiertas con el crimen organizado.
También el ya de por sí terrible caso de los operadores financieros de los “Daurte”, César de Chihuahua y Javier de Veracruz, quienes ven el fuero legislativo, la guarida ideal para esconderse de la acción de la justicia. Nos referimos a los caso de Antonio Tarín García, ex cerebro financiero de César Duarte y de su compañero de partido –ambos priístas-, Tarek Abdalá, quien habría ayudado al exgobernador Javier Duarte a desviar recursos federales.
Así está el país y justo siempre pasa en plenos procesos electorales: a un ritmo de casi un aviso por semana de corrupción llegan las noticias, del involucramiento de políticos mexicanos en actos de corrupción.
Justo ahora que está en juego un estado clave para la elección presidencial, como es el Estado de México, el excremento de la corrupción mancha ya a todos los partidos. Si bien, en el caso de Eva Cadena, los medios más proclives al régimen (llámese aquí El Universal) han dado un revuelo exagerado para poner en entredicho el “plumaje” límpido del cual presume López Obrador, lo cierto es que este caso exhibe el más perverso cinismo e hipocresía del PRI, que quiere hacer olvidar en los mexicanos (más bien en los mexiquenses), el infame caso de Javier Duarte y de la sarta de gobernadores corruptos emanados de ese partido, y quieren que ese excremento se les resbale con el caso de la ahora ex militante de Morena.
Pero la corrupción ya debería forma parte de la letra del himno nacional, por lo menos en su versión contemporánea: El listado es largo, arrancamos a fines de marzo con este Edgar Veytia, que resultó que no procuraba la justicia, sino procuraba el crimen y a partir de entonces, bueno, pues este hombre cayó en San Diego, luego cayó Tomás Yarrington en Florencia, luego Javier Duarte en Guatemala, luego de Brasil nos llegó el aviso de que involucraban a este funcionario priista, Emilio Lozoya en actos de corrupción con Odebrecht, luego, bueno, se nos dio a la fuga César Duarte y luego nos llegó el aviso también de Estados Unidos, de que Eugenio Hernández también tiene por allá causas pendientes hoy nos amanecemos con el hecho de que el gobernador panista Reynoso Femat está también involucrado en hechos de corrupción y habría más, y eso desde fuera
Y desde dentro, cuando uno ve el debate de Coahuila entre los candidatos, cuando uno ve el tiratira en las elecciones de Veracruz y cuando uno ve el debate en el Estado de México, la corrupción también domina y lo peor del caso es que entre todos se reparte, entre todos se acusan pero nadie responde. El debate no se centra en cuál candidato es el honesto, sino cuál es el menos corrupto.
Le dice Alfredo del Mazo a Josefina Vázquez Mota que pues que todavía no aclara lo de los mil millones, otra vez de la Fundación Vamos Juntos; Josefina le dice el que negocios de tu partido, de destacados miembros de tu partido con OHL y con HIGA, y le reparte también a esta Delfina Gómez, de Morena, diciendo que le habría quitado el 10 por ciento a los trabajadores de los municipio de Texcoco para dárselos al partido y, bueno, ahí tenemos a Miguel Ángel Yunes que parece que su gobierno se finca en la denuncia de corrupción, primero contra Javier Duarte, ahora va contra Andrés Manuel López Obrador.
Pero, más allá del escándalo, más allá de la acusación y algo terrible, más allá del uso como ariete para golpear al adversario del uso electoral de la corrupción para golpear al adversario, no ocurre nada.
Desde hace años la noticia en todo el país es la misma: la corrupción galopante.
Estamos inmersos en noticias que surgen de diversas fuentes y son reproducidas en los diferentes medios de comunicación, en los que el tema central son los constantes desvíos de los recursos, que se llevan a cabo en casi todos estados de la República respecto del ejercicio del presupuesto y del gasto público. Y Michoacán jamás ha sido excepción a la regla
Dicha situación no es exclusiva del estado de Veracruz, sino también se presenta en otros estados, y se debe principalmente a la falta de cuidado, no tanto de quien ejerce el gasto público, sino también a la falta de prudencia de quienes autorizan cómo se lleva a cabo éste. Y esta responsabilidad igualmente recae sobre el Congreso local, ya que es el responsable de aprobar la Ley de Ingresos que contiene, a su vez, los ingresos tributarios que el estado pude recaudar por impuestos y derechos para hacer frente al gasto público; además, tiene la responsabilidad de la aprobación del Presupuesto de Egresos.
Los estados, además, en lo que obtiene por la recaudación propia que pase a la Ley de Ingresos que es aprobada por su propio Congreso local, también reciben recursos económicos en base a lo dispuesto por la Ley de Coordinación Fiscal y los convenios de acuerdos que han celebrado con la Federación, respecto a la participación que les corresponde de la recaudación de tributos federales que son recaudados, a su vez, por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Implica que por mes las entidades federativas reciban parte de lo que la Federación les entrega por una cantidad determinada en base a la población y extensión territorial que, junto con los ingresos propios que genera por la Ley de Ingresos y su nivel de endeudamiento, les permita sufragar el gasto público, de acuerdo como lo fue presupuestado y aprobado por su propio Congreso local.
Por lo tanto, de presentarse desviaciones, los primeros en detectarlo deben de ser el propio Congreso, y la responsabilidad inmediata es citar al gobernador a rendir cuentas con el secretario de Finanzas y no esperara que termine su periodo de gobierno y que el gobernador entrante, al iniciar su gestión, detecte las anomalías y pretenda perseguir a un responsable que ya no está en función.
Existe un malestar en la democracia, en donde quienes aplican y obedecen las leyes –“juro hacer valer la constitución, sino que el pueblo me lo demande”, reza el juramente para acceder al poder- son el mayor ejemplo de la corrupción y del saqueo, qué se puede esperar de los gobernados. En México, ya nadie puede decir que vuela sobre el pantano sin tocarse el plumaje.