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Venezuela vs México, choque de estados fallidos

De facto, Luis Videgaray cambió una página de la historia de la política exterior mexicana durante la reunión de cancilleres de la Organización de Estados Americanos. El motivo, la evidente crisis política y social en Venezuela. El precio a pagar es que la administración de Enrique Peña Nieto sea exhibida por el caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa.
Los restos de la llamada “Doctrina Estrada”, con la cual México no intervenía en situaciones internas de otros países y permitía la libre determinación de los pueblos, se fueron extinguiendo con las palabras y las posturas que se mostraron ayer en Washington:
– México llegó a la reunión con un proyecto de declaración conjunta, elaborado con los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y Perú.
Exhortó al gobierno de Nicolás Maduro a abandonar su proyecto de Asamblea Constituyente, así como cesar las “detenciones arbitrarias” y los “juicios militares de civiles”.
– Expresó la preocupación de “la falta de garantías para ejercer el derecho a manifestarse, el alto número de detenciones arbitrarias, además del creciente número de ciudadanos venezolanos que están siendo juzgados en tribunales militares”
– Una de las conclusiones fue hacer un llamado a “actuar con urgencia”.

Videgaray fue contundente en detallar cinco elementos fundamentales que deben estar presentes en la posición de la OEA ante la crisis venezolana:
– El restablecimiento de un calendario electoral.
– El respeto de la Asamblea Nacional.
– La liberación de presos políticos.
– El fin de tribunales militares.
– La reconsideración de los términos de la Asamblea Constituyente.


La postura es clara, por supuesto, sujeta a críticas y valoraciones. Responde a quienes esperaban que la Cancillería a cargo de Luis Videgaray mostrara algún giro con respecto a sus antecesores.
Es así que México encabeza un grupo de 14 países completado por Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Estados Unidos, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay con una posición común y compartida para una salida a la crisis venezolana que, como advirtipo el propio Videgaray, es quizás “uno de los mayores retos para el continente americano”.
A cambio, Delcy Rodríguez, la canciller venezolana, no solo “descargó el “fusil” de sus redes sociales con señalamientos de que el gobierno de Enrique Peña Nieto viola “grave y masivamente los derechos humanos de su pueblo” y que México es uno de los países “más desiguales de nuestra región”. Anunció que tiene listo “el misil” del caso de Ayotzinapa para presentarlo ante el pleno del organismo.

A partir de este planteamiento habría que preguntarse si es válido usar ese caso, de suyo tan sangriento y doloroso, para justificar una política de Estado de corte represiva por parte de otra nación. De igual manera, si no tendrían que alzar la voz los familiares de los normalistas para solicitar que ello no ocurra; de mantenerse, cuestionar si el silencio es autorización velada con otro tipo de fines.
Y en un plano todavía más especulativo, puede vislumbrarse que el régimen de Nicolás Maduro buscaría una ruptura diplomática con México, para asumir que hay un nuevo enemigo y con ello distraer en parte el escenario de protestas que se viven cotidianamente en calles de Caracas.
Buena parte de esto se despejará en un punto por demás emblemático: la Asamblea General de la OEA, a realizarse en Cancún, Quintana Roo, del 19 al 21 de junio. Encuentro que se espera sea histórico porque ahí podría definirse un punto de inflexión para lo que ocurre en Venezuela.

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