Narración profética o bien una despedida forzada, pero el Che le escribiría a Fidel en la famosa carta dada a conocer el 3 de octubre: “Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera).” Hoy la Revolución Cubana da más signos de vitalidad que nunca.
Es La Habana. En los primeros días de noviembre de 2017 se asoman ya los preparativos del primer aniversario de la partida hacia la eternidad del Comandante Fidel Castro Ruz.
Una cubana, dentro de Las Fortalezas, es interrogada por un curioso turista sobre lo que les espera en aquel país en la susodicha conmemoración.
“A Fidel no le gustaría que hubiera calles o escuelas o monumentos con su nombre”. El marcado acento de la voz caribeña y el uso de la jerga cubana habla del origen de aquella sentencia que condena al comandante a vivir en algo mucho más profundo que la simple historia de bronce.
Situada allende de la voluntad del imperio, el pundonor de la Isla está intacto, la vida transcurre en las barriadas de la capital como si el bloqueo atroz la hubiese estacionado en el tiempo.
El logro mayor del movimiento iniciado el 26 de julio de 1953 con el histórico asalto al cuartel Moncada, no está en la elevada tasa de alfabetización de adultos, según la UNICEF, cercana en 2012 al 100 por ciento; tampoco lo es su bajísima tasa de mortalidad infantil que compite con los estándares de las potencias económicas. Hay algo más que dejó Fidel a los cubanos.
El legado histórico del hombre cuyos restos reposan desde hace casi un año en un mausoleo de Santiago perviven como lección para los pueblos del mundo y no solo para los habitantes de la isla más grande del Caribe. Sus gestas recorren por casi seis décadas de resistencia al bloqueo del imperio, sus logros de dignidad abofetean a los gobiernos de América Latina que han actuado de forma sumisa ante los designios de los organismos internacionales, sin importar si con ello se trae una estela de desgracias humanas.
Si, Fidel, tú Revolución triunfó por eso aún vives. Comandante, la Historia, en efecto te absolvió; por ello tu nombre está escrito no en monumentos, sino en los corazones de los rebeldes del mundo.
La luz de tu pensamiento y de tu obra sigue siendo un inmenso faro que otorga esperanza en medio de las penumbras de la dictadura de la miseria y la opresión que cunde en muchos pueblos del continente.
Te queremos vivo Fidel y así estás. Porque nos dijiste que la bota del bloqueo terminaría cuando llegara un Presidente de piel oscura a Norteamérica y cuando un latinoamericano alcanzara la cumbre de la curia romana. Aquella visión que se encuentra en los anecdotarios, es sin embargo una muestra que alienta a muchos a alcanzar el sueño libertario que tú le diste a Cuba en una realidad.
La solidaridad de tu pueblo con otros pueblos del mundo, hoy regresa como aliento de fortaleza en millones de visitantes que contemplan la magnificencia de los palacios habaneros, la belleza de tus mares y la brillante sonrisa de la niñez que camina hacia el futuro con la dignidad que forjaste.
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