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Lisa Simpson: la primera feminista que conocí

Antes de leer a Jane Austen, Simone de Beauvoir o incluso Gabriela Mistral, mi primer acercamiento al feminismo fue la hermana del medio de Los Simpson. Inteligente y apasionada, dispuesta a luchar por lo que creía a pesar de que el mundo aún no se sumara a la corriente.

Empecé a ver Los Simpson por el 2004 cuando iba en séptimo básico. A pesar de tratar sobre una familia amarilla y norteamericana, eran tan clase media trabajadora como mi familia. Y Lisa Simpson era la imagen de niña artista e intelectual con la que me sentía profundamente identificada.

Lisa es una niña inteligente porque ha sabido cultivar su conocimiento a través de los libros. Es una niña que sabe de ciencia y arte. Y por cierto, de las grandes mujeres de la historia. En el capítulo “El intermedio” (1993), por ejemplo, Bart le pregunta: “¿Qué nombre te vas a poner tú cuando seas mayor?”. Ella responde: “Gabriela Mistral”.

Su afición con la lectura me recordaba a otra de mis heroínas, Matilda de Roald Dahl. Ambas me enseñaron que es importante leer y aprender. Y que el conocimiento es poder.

Su conocimiento era el poder para enfrentarse a un mundo injusto, pero Lisa se enfrentaba ante las injusticias sin temor. Lisa era parte de las conversaciones de los adultos. Se relacionaba con ellos, sin miedo, desde el conocimiento. Muchas veces era tomada en serio por ellos. Las veces que no era correspondida, no descansaba hasta encontrar un aliado o vencer a su enemigo. En “Lisa versus Stacy Malibú” (1994) no descansa en la lucha de hacer que la muñeca sea un ejemplo positivo para las niñas que juegan con ella. Aquellos que no toman en serio lo importante de la representación de la mujer en distintos espacios, deberían escuchar a Lisa diciendo:

Millones de niñas van a querer crecer pensando que esta es la manera correcta de actuar; pensando que no pueden ser más que adornos, cuya única meta es lucir bonita, casarse con un marido rico, y pasar todo el día en el teléfono hablando con sus igualmente amigas vacías hablando de lo fantástico que es verse bonitas y tener un marido rico.

Lisa, que es vegetariana y budista, me enseñó sobre la tolerancia. Hizo su propia búsqueda para vivir de acuerdo a sus ideales y, en el camino, tuvo que aceptar que sus padres no tomaran las mismas decisiones. Lisa me enseñó que está bien estar triste (“La depresión de Lisa”), pero que el arte siempre es una buena manera de canalizar el sufrimiento. Dudó de sus propias capacidades y eso la llevó a conocer a las exitosas mujeres del clan Simpson (“Lisa la Simpson”).

Cuando Homero la motivó a participar del concurso Pequeña Señorita Springfield, lo hizo. La rompió y asumió su cargo no sólo como una imagen sino como un rol político en la sociedad (“La reina de belleza”).

Su responsabilidad social es constante en la serie: cuando el señor Burns compra todos los medios de comunicación de Springfield, ella lidera su propio diario independiente (“Noticias engañosas”). Pero también es humana, en el capítulo “Durmiendo con el enemigo”, Lisa sucumbe ante el ideal del cuerpo perfecto. Porque a pesar de ser inteligente y bacán, es difícil escapar de la presión de la industria de la moda y la imagen.

A pesar de que los capítulos protagonizados por Lisa son mucho menos que los de Bart y Homero (Lisa sólo protagoniza 28 de 248 episodios durante las primeras 11 temporadas de la serie) siempre logran mostrar la complejidad de esta mujer con fuerza de niña, inteligencia madura y moralidad constante.

En general, las niñas de las series infantiles eran dulces, no “quejonas” como Lisa. Pero Lisa siempre se quejó por cosas importantes. Ella me enseñó que incluso en la posmodernidad se debe luchar por los ideales. Y cuando me sintiera cansada, recordaría la gran frase de Lisa Corazón de León: “Confía en ti misma y lograrás todo lo que quieras”.

Sobre el autor:

Ángela Godoy |
Directora audiovisual. En Twitter es @la_yayosfera

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