Por Marvin Toledo // Secretario de Jóvenes y Formación Política del CEE del PRD
Durante los últimos treinta años, el verdadero motor del cambio democrático y de la vida política e institucional de nuestro país ha sido el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Heredero de las luchas de los movimientos sociales y políticos que enfrentaron, a partir de la década de los años cuarenta del pasado siglo, las desviaciones a los postulados más sentidos de la Revolución Mexicana, provocadas por gobiernos retardatarios y autoritaristas que – camuflados en supuestas “izquierdas”- hoy mismo se resisten a abandonar sus privilegios cediendo el gobierno al “pueblo”, mas no el poder, el PRD mantiene como ideario principal la construcción de un proyecto real de nación que responda a los intereses de todos los mexicanos mediante el impulso de cambios de fondo en la estructura del poder.
Los tiempos y circunstancias que estamos viviendo corresponden más bien a una herencia del pasado, a un cambio simulado y mal asimilado. En medio de la zozobra, de una época sangrienta, de extrema violencia y llena de inseguridad, parapetada tras personas que abandonaron sus convicciones o principios democráticos –o quizás nunca los tuvieron aliándose con los que ellos mismos habían criticado como la “mafia del poder” para buscar espacios de trabajo, de poder, y no de servicio público- la derecha mexicana sigue gobernando este país, rechazando por sistema cualquier proyecto de desarrollo económico, político y social que ponga en riesgo sus mezquinos intereses.
A treinta años de iniciada la lucha, el PRD continúa firme en su propósito de pugnar por alcanzar no sólo la democracia política, sino también la democracia económica, social y cultural sobre la base del respeto recíproco, frente a los intentos de un régimen populista y autoritario encabezado por un solo hombre cuya pretensión inconfesable por llevar el estado de cosas a una nueva dictadura pone en riesgo el federalismo y la soberanía de estados y municipios. Así, olvida que ningún hombre tiene una autoridad natural sobre sus semejantes, puesto que la naturaleza no produce ningún derecho y por ello es necesario que todos sepan que sólo la verticalidad, la convicción y no la traición es el fundamento único de toda autoridad legítima entre los hombres.
A través de esa legítima y verdadera lucha de izquierda, los perredistas seguimos levantando con orgullo nuestras banderas y nos pronunciamos firmes en el sol azteca, recogiendo con autocrítica consciente y dialéctica las experiencias manifiestas de la sociedad para estar siempre a la altura de los tiempos poniendo siempre por delante la esencia del PRD al servicio de todos los mexicanos. Seguiremos cercanos a la gente, la desigualdad social no se elimina por decreto, eso lo tenemos muy claro; mientras exista desigualdad social y pobreza extrema en nuestro país el PRD seguirá atendiendo todos los sectores sociales del país, especialmente a los más necesitados.
Modificar a capricho el pacto social vulnera los derechos fundamentales de los ciudadanos y conduce, necesariamente, al despotismo y a la tiranía. Nunca se corrompe al pueblo, pero frecuentemente se le engaña. La soberanía es inalienable, los estados que conforman la república están obligados a defenderla, y sólo en función de ese interés común debe ser gobernada la sociedad, razón por la cual la soberanía no es enajenable. Fincado en esos principios fundamentales de derecho político, el Partido de la Revolución Democrática se afianza como un partido de izquierda progresista y liberal que desde su fundación planteó la revocación del mandato y la eliminación del fuero constitucional, presentada ahora como propia y original por quienes ostentan el poder en el ejecutivo federal.
En sus treinta años de vida, el Partido de la Revolución Democrática persiste en su lucha porque se dé en nuestro país la verdadera alternancia política que permita efectuar modificaciones sustanciales y transformaciones de fondo en el aparato de Estado. Quienes apuestan por la disolución de nuestro instituto político cometen un grave error de perspectiva, porque decidir por hartazgo no es la solución a los problemas nacionales, se requiere la militancia y el voto razonado; en el PRD estamos trabajando muy duro en el diseño de una ruta territorial y organizacional que reoriente nuevamente la participación ciudadana hacia los proyectos de sociedad que realmente requiere la sociedad en su conjunto y la propia nación.
Hace treinta años muchos de nosotros aún no habíamos nacido, pero conocemos la historia; sabemos por ella que el PRD es el verdadero impulsor de la democracia y de la transición política de México; durante nuestra vida hemos sido testigos de los esfuerzos de grandes hombres por lograr una transformación profunda de las estructuras del poder en este país, pero también de oscuros personajes que a la sombra de los triunfos genuinos aprovecharon la ocasión para satisfacer su avaricia personal. Muchos se agruparon con sus iguales provenientes de otros partidos llevando su estulticia y concupiscencia hacia derroteros que sobra comentar.
Con la V de la victoria, que caracteriza las luchas políticas, económicas, sociales y democráticas, los jóvenes perredistas de este país levantamos la voz para exigir a los gobiernos de todos los niveles, específicamente al gobierno federal, abrir oportunidades de desarrollo en todo los frentes de la vida nacional; nos oponemos a las dádivas que sólo envilecen, desprecian y humillan al ser humano; se requiere inversiones de alto impacto en las zonas más deprimidas del país, respetando el trabajo, la voluntad y la visión de todos los sectores de la sociedad que desde hace tiempo velan por el desarrollo de sus respectivas regiones. Estamos en pie de lucha, son treinta años de aprendizaje, crecimiento y madurez; seguimos siendo una gran fuerza política y nos declaramos listos para enfrentar los retos de hoy y del futuro inmediato.