Por: Mario Ensástiga Santiago
Si no fuera por el grado de subjetividad y desenfoque político que observo tienen las dirigencias nacionales y de Michoacán del Partido de la Revolución Democrática, respecto a su situación política actual y futuro inmediato como partido político, albergaba-debo decirlo sinceramente-el sentimiento de no hacer leña del árbol caído, por la simple y sencilla razón de que el PRD ocupó buena parte de mis utopías y realidades durante prácticamente tres décadas.
Me llama la atención y sorpresa los discursos y posiciones del dirigente estatal del PRD, Antonio Soto y del gobernador de Michoacán Silvano Aureoles Conejo, que sin una pisca de objetividad y autocrítica, nos dicen sin ruvor alguno ¿qué hay más allá de la curva política de este país?, que lo mejor del PRD está por venir, peor aún, el anticipado y desmesurado destape de Aureoles Conejo a la presidencia de la República en el 2024.
Sería bueno-me dije-que alguíen les regale una copia fotostática de las encuestas de la percepción ciudadana sobre el funcionamiento del gobierno Michoacán de los años anteriores y del primer trimestre de este 2019 que recientemente dió a conocer la empresa Consultores Arías, donde ubica a Silvano Aureoles Conejo en el lugar 22 con apenas el 21.6 % de aceptación, asi ha sido en el 2017 y 2018, sin poder salir de la tercera parte de la tabla de posiciones y asi piensan que podrán jugar la liguilla de la siguiente final.
Ciertamente, ¿cuánto no se ha escrito y dicho sobre la historia y balance de lo que actualmente es el PRD ?, sin embargo, siempre habrá algo que decir; algún día-espero-con más años encima, me sentaré placenteramente en un viejo sillón y platicaré nostálgico a un nieto o nieta, que alguna vez hubo un partido político en México que se llamó Partido de la Revolución Democrática, que tan hermoso nombre le quedo demasiado grande al final del día.
El PRD, le diré a ese pequeño ramal del árbol familiar, fue un gran y extraordinario movimiento y partido en sus inicios, que supo despertar un 6 de julio de 1988 la esperanza y deseo de millones de mexicanas y mexicanos por el tan ansiado cambio democrático de nuestro querido México, al postular la candidatura a la presidencia de la República de un demócrata a cabalidad, llamado ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, llamado siempre así, como si su profesión fuera su primer nombre de pila.
Le explicaré con mucho interés, aún cuando sea en vano hacerlo, que a estas alturas de la negra noche del PRD por los resultados electorales obtenidos el pasado primero de julio, cuando casi pierde el registro político al obtener penosamente el 2.8 % de la votación total, le recalcaré como quieriendo que en verdad lo entienda mi infantil audiencia, que su abuelo se identificó y comprometió seriamente con esa vertiente ideológica y política de la izquierda mexicana; tal vez el retoño me diga expresivamente, ¡no manches abue! o me dé un respetuoso piquete de costillas, qué bien valdrá la pena.
Ante la inminente necesidad de reafirmarme, reconocerme y justificar ante la vida, le expresaré que el PRD fue el heredero de las luchas y demandas democráticas más importantes del pueblo del México de por lo menos los últimos 50 años, le aseguraré que, en realidad, desde años atrás paulatinamente fue dejando de ser de izquierda, para luego ubicarse en el centro político y más recientemente poner más de un pie en el estribo de la derecha, con tal de arribar al poder por el poder.
Llamarán seguramente al nieto o nieta con insistentes gritos de su santa madre, porque inexcusablemente ha llegado la hora de sus sagrados alimentos, y su padre atento y respetuoso lo suplirá para que el viejo no interrumpa sus entrañables memorias políticas, reflexivamente le diré a mi hijo, que el PRD transitó por varias etapas, unas llenas de entusiasmo, de participación y compromiso de miles y miles de personas, otras de conflictos internos y traiciones, qué pese a los reiterados fraudes electorales del Estado mexicano, la represión y muerte de más de 600 militantes y simpatizantes, supo conquistar un número importante de cargos de representación popular, gobiernos municipales y estatales, legislaturas locales y federales, y gobernó la CDMX por varios años, que al final del día no supo o no pudo alcanzar la alta responsabilidad de gobernar este gran país.
El nieto de regreso con la pansa llena y la cara llena de satisfacción extenderá su brazos para que lo acurruque y apapache en su obligada siesta, entenderé entonces que debo concluir, más para mis adentros que para él, lapidariamente diré que el PRD, no atravesó por una crisis terminal, que siguió siendo un partido político más testimonial que otra cosa, que no tuvo mejor suerte que aliarse de nueva cuenta con el PRI y el PAN y otros partidos de menor importancia, como signo del envejecimiento prematuro a sus escasos treinta años.