Raúl López Téllez
Años setenta del siglo pasado. El Partido Comunista Mexicano aún es clandestino, con pequeños asomos a la vida pública y su posterior irrupción legal, con el logro de su registro auspiciado por la reforma política emprendida por Jesús Reyes Heroles. Fundado el 24 de noviembre de 1919, la organización política intentaba recomponer su estructura luego de la represión abierta y secreta contra sus dirigentes en 1968, y en el caso de Michoacán, en 1966, con la intervención del Ejército a la Universidad.
En su historia, en el año de 1919 el 16 de septiembre se crea la Federación de Jóvenes Comunistas y el 24 de noviembre, en el Primer Congreso del Partido Nacional Socialista, éste se transforma en Partido Comunista de México. Con una prolongada alianza con campesinos, obreros, ferrocarrileros, maestros, el PCM transita entre represión que incluye asesinatos, desapariciones y encarcelamientos.
En Michoacán, la bandera de la hoz y el martillo la habían levantado en los años 30 y 40 dirigentes campesinos principalmente, además de maestros en el Movimiento Revolucionario Magisterial que encabezaba el guerrerense Othón Salazar, hasta llegar a los años 60 donde el punto trágico para el activismo comunista fue el movimiento estudiantil del año olímpico, 1968, al responsabilizarlo de estar atrás de la “conjura internacional” contra México, como calificó el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y quien desató una persecución en contra de los dirigentes y militantes, clima que llegó hasta poco antes de que, en 1979, el PCM impulsara la candidatura de uno de sus símbolos, Valentín Campa, que junto con Demetrio Vallejo, ambos líderes ferrocarrileros y presos desde los años 50, fueron incluidos en las demandas de libertad a presos políticos del Consejo Nacional de Huelga del movimiento estudiantil y gracias a éste liberados posterior a la masacre del 2 de octubre.
Años 70 en Michoacán. Un puñado de jóvenes, en su mayoría académicos de la Universidad Michoacana, trabajadores de zonas agrícolas y urbanas como en Uruapan, Hidalgo, Zamora, acometen la consigna de impulsar la candidatura de Campa en 1975. “Se aprovechó una coyuntura internacional, no te podían reprimir en unas elecciones donde el PAN no presentó candidato, el PRI se exhibía como el inicio participante en una elección, el partido único se veía muy pinche mal”, dice Leoncio Ferreira, quien formó parte de la última dirigencia comunista hasta la fusión con lo que fue el Partido Socialista Unificado de México (PSUM).
-¿En las condiciones actuales, es necesario revitalizar la figura del comunismo ideológicamente?
“Sí. El comunismo no es lo escrito por puño y letra de (Carlos) Marx, eso es el marxismo. El marxismo es una visión del mundo; hay que retomar lo mejor de ella, pero no en dogma”. A su juicio habría que considerar las tesis mismas de Lenin sobre el partido y el Estado, “por encima del proletariado (…) Si tú me dices que para mantener la ideología comunista debes estar 30 años en el poder como Fidel Castro, ¡no mamen!”. El antes revolucionario Daniel Ortega, agrega, “se convierte en el (Anastasio) Somoza”, el dictador que combatieron los sandinistas en Nicaragua; mientras en Venezuela, “que les habla un pajarito”, dice sobre Nicolás Maduro, quien refirió en un discurso que a través de un ave hablaba el fallecido Hugo Chávez. De Evo Morales, le reconoce su liderazgo y logros en Bolivia, “menos andarse reeligiendo, él mismo lo había expresado y ahora apela a una enmienda constitucional”.
-¿La presunta izquierda de la que se habla en México, incluye a los comunistas o están afuera?
“Sepa. Hay hasta priístas de viejo cuño, no sé quiénes estén adentro”.
-¿No hay entonces una izquierda representativa en México?
“Hay como mil izquierdas. ¿Qué es el concepto de izquierda? Unos se quedan con la idea francesa de 1789, de que los de un costado son de izquierda y los otros de derecha, con algún sapo en el pantano, a conveniencia del estómago o la cartera. La izquierda es una reivindicación de los derechos históricos de un pueblo contra la exclusión, en un primer sentido, de la educación, del empleo, de mis posibilidades de expresarme, que serían las banderas vigentes en una política democrática, de libertades, de una economía que propicie la libertad del hombre”.
De las condiciones en Michoacán en esos años, dice que el PCM “estaba descabezado. No había partido, quedaban dos o tres gentes”. Cita nombres: Jorge Tinajero, Julio Prado, “algunos estudiantes de Medicina”.
-¿Ni estructura ni presencia?
“No, pues los habían madreado en 66”, dice en referencia al movimiento del 2 de octubre de ese año, cuando el Ejército Mexicano entró a la Universidad Michoacana luego de las movilizaciones por el asesinato del estudiante Everardo Rodríguez Orbe y que generó las detenciones de un importante número de dirigentes, estudiantes y profesores, movimiento en el que señala, la presencia y la influencia comunista se disolvió de la Universidad Michoacana, en ese tiempo uno de sus principales bastiones y desde donde se realizó la Convención Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED), que dio pie a la Declaración de Morelia.
Ferreira ingresó al a UM en 1971 y en ese año, afirma que no conoció a ningún militante comunista.
-¿El partido se movía en una dinámica dictada por la semiclandestinidad?
“Te golpeaban desde el gobierno, que te consideraba un embellecedor de la democracia, un revisionista. Mataron a dirigentes, al secretario estatal del PCM en Oaxaca, el clero atacaba”.
-¿Les tocó reconstruir, levantar?
“En esos años se plantea una lucha por una reforma política de fondo. La coyuntura de la campaña de Campa nos permitió agruparnos a varios compañeros”, lo que los llevó a recorrer el estado para conformar una estructura que les permitiera legalmente el registro, el que proponían fuera condicionado al porcentaje de votos alcanzados en la elección, y que finalmente así fue, con la obtención en 1979 de 18 diputados federales.
El PCM levantaba demandas como hacer prevalecer a un partido en su influencia social, “no sólo una máquina de elecciones”, con el derecho de jóvenes al empleo y la educación, la no discriminación de la mujer, la legalización del aborto y su seguridad laboral ante el embarazo, que en aquellos años en algunas empresas, como bancarias y algunas refresqueras, eran causa de despido. Además, señala, “nunca se planteó que México fuera un país comunista como Cuba o Rusia, no tenía que seguir líneas internacionales ajenas y eso diferenció al PC de otros en América Latina”.
Cita a Primo Tapia, a Ursulo Galván como quienes esgrimieron la hoz y el martillo. “La CNC los conserva en su escudo, quien sabe por qué, pero viene de esas viejas luchas de los agraristas comunistas; fuimos levantando esas banderas, hicimos el primer acto a Isaac Arriaga el 12 de mayo en el 78 o 79 y no formaba parte de los héroes priístas”.
Hacer el PCM en aquellos años, dice, “fue tarea de muchos”, con un congreso estatal, en el 79, luego definir comités regionales, en Uruapan, en Apatzingán, en Zacapu, en Zamora, en Morelia. También fueron años en que el PCM, dice, abandonó conceptos como dictadura del proletariado para teñirlos por el de la legalidad democrática.
En la dirección comunista de esos años 70 en el estado estuvo Julio Prado, Julio Armando Luna, Jaime Hernández Díaz, quien fue el primer secretario, Jorge Martínez Molina, además de obreros como Luis García Pérez, Pedro Heredia Naranjo, Manuel Adame, Antulio Ramírez. Ni Joel Caro ni Dimas Quiroz, dice, permanecieron en el PCM luego de su actuación dentro de las Juventudes Comunistas en el movimiento del 66 nicolaita; “ellos se fueron con Rafael Aguilar Talamantes, ya nunca regresaron al partido, ellos estaban con el Partido Socialista de los Trabajadores”.
-¿Cuántos militantes se lograron en esa época?
“No recuerdo, no hacíamos listas, ya no era tanta la represión, pero puede haber cooptación, presión, por eso no hacíamos listas”.
-¿Qué destacarías del PCM en el estado, en movimientos sociales?
“Las luchas campesinas de Primo Tapia, la formación de la Liga de Comunidades Agrarias, la Confederación Michoacana del Trabajo; la formación de la Central Nacional de Estudiantes Democráticos, que aquí se hizo bajo el lema de ´luchar mientras se estudia´…”.
En su caso, dice que estuvo en contra de las fusiones que derivaron en la desaparición del PCM.
En su XX Congreso, el PCM define una política de alianzas, bajo un programa y en la que se incluyeron demandas que no necesariamente provenían de la izquierda, como la libertad de cultos o la transparencia en el gasto público, el derecho a una sexualidad libre.
-¿Las fusiones desdibujaron la ideología del PCM?
“Lo que pasa es que cuando surge el PSUM, venían fuerzas como Alejandro Gazcón, gente que venía del trotskismo y otros que querían ser la primera dama como Heberto Castillo, lo que los comunistas queríamos era la unidad de la izquierda, con objetivos no con personajes”, aunque finalmente, la primera candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano a través del Partido Mexicano Socialista, implicó la irrupción de fuerzas de disímbolo origen. “Era como una pedacería de muy buena intención, pero sin la posibilidad de cuajar”.
Los comunistas se dispersaron más cuando se creó el PRD, con una dinámica en torno a la figura de Cárdenas y donde perdieron la “capacidad de influir”. Reconoce de ese pasado comunista a Alejandro Encinas, como uno de los que han mantenido “cierta congruencia”, mientras que Pablo Gómez pasó a ser “una prima donna”, dice en el término italiano que refiere a una primera cantante o la que desempeña los papeles principales. Gilberto Rincón Gallardo, afirma, “llegó a decir que era inhabitable el PRD, todo mundo se peleaba por las comisiones”, las cuotas que, dice, empezaron a fracturar el proyecto al que habían recalado los comunistas, conductas que hoy cuestionan la presunta izquierda de los políticos que hablan a su nombre.
-¿Fue un error histórico entonces la desaparición del PCM?
“Está por delante de la conservación de unas siglas, de un membrete, la posibilidad de que las masas tengan un instrumento de lucha; no milito en Morena, milité en el PRD, pero vi cuando estuve disputando una candidatura, la del Distrito de Puruándiro, que era enfrentar la negociación para poner a otro, al arribismo, no creo estar para eso, y luego llegan a nombre de la pluralidad la repartición de puestos en los gobiernos del PRD, tú aquí, tú allá”.
De los viejos comunistas con los que le tocó convivir, como el mismo Luis García, refiere, “todos eran excelentes oradores, se paraban a lanzar metralla”, de los que dice, “sería muy malo omitir a Alfredo Casimiro”.
-¿Qué diferencias veías entre esos viejos comunistas y los que más jóvenes, intentaban recomponer el PCM?
“Lo hacían por pasión, no solo por conveniencia personal; hoy cuidas las formas porque no quieres comprometerte, quieres quedar bien con todos, y cuando estás convencido lo dices y si se debe corregir se hace, pero no quedar bien con todo mundo, que hay que matizar, el PAN es PAN y el PRI es PRI”.