Por Karina Karam /Quito, Ecuador
Es inevitable pensar en la situación mundial. Al inicio el peligro se veía lejano, y llegamos a pensar que jamás afectaría a la región. Con el paso de los días vimos, incrédulos, la situación de países primermundistas con sus sistemas de salud colapsados y muertes por doquier, a pesar de tener una economía aparentemente fuerte.
Entonces me surgía una pregunta. ¿Qué pasará en nuestros países, economías pequeñas, frágiles, sociedades quemeimportistas? ¿Estamos preparados para una pandemia de esa magnitud?
El momento llegó a inicios de marzo. El estado ecuatoriano confirmaba el primer paciente positivo con el virus y aparentemente todo estaba bajo control. No fue así. 15 días después había 37 casos positivos, una cifra aún manejable, pensaba. 30 días después la cifra era de 1 mil 900 casos positivos aproximadamente. Me preguntaba:
¿qué pasó con el cerco epidemiológico?
¿Es posible que en apenas 15 días las cifras se disparen de este modo?
¿Qué falló?
A estas alturas el gobierno ecuatoriano había decretado todos los estados de alerta y la cifra más alta de contagio se presentaba en la Provincia de Guayas, en donde la capital es Guayaquil. Llevamos 4 semanas en cuarentena, con “toque de queda” declarado a partir de las 14:00 horas hasta las 05:00 am. En Quito y otras ciudades del Ecuador se cumple con las normas de restricción.
En Guayaquil no ocurre lo mismo. ¿La razón? No me gusta juzgar, pero es evidente que las condiciones de vida son diferentes entre habitantes de las regiones costa (Guayaquil) y sierra (Quito).
En Guayaquil la mayoría de las personas posee trabajos informales, vive al día y padece temperaturas superiores a los 30oC que impiden que muchos permanezcan en sus casas. Hoy Guayaquil es la ciudad con mayor contagio en el país. Los hospitales y funerarias colapsaron, y muchos están desesperados por tener a sus familiares hospitalizados y sin atención. Otras tantas personas permanecen afueras de los hospitales esperando a que les entreguen a sus familiares fallecidos que llevan ahí ya 3 días. ¿Por qué esa demora? Por trámites burocráticos y administrativos. Guayaquil recibía un promedio de cuarenta cadáveres al mes. Ahora, con la pandemia, los cadáveres aumentaron a unos 20 diarios. La burocracia tardó una semana en actualizarse, periodo suficiente para que los cadáveres se acumularan y hubiese que esperar muchos días para que fueran recogidos desde sus casas. El mismo periodo en que comenzaron a aflorar los videos en redes sociales y las noticias internacionales saltaran sobre la situación en Ecuador, aun cuando se trató de un hecho puntual. Como es costumbre, los partidos políticos opositores al gobierno aprovecharon esa situación puntual en Guayaquil para restar importancia a las acciones del gobierno.
Ahora el número de contagios sigue creciendo, y también las restricciones del gobierno para intentar desacelerar el número de personas contagiadas y que el sistema de salud ecuatoriano no colapse aún más.
Mientras tanto, en Quito el panorama está más controlado y la mayoría de ciudadanos cumplimos con las disposiciones. Casi no hay tráfico en las calles, y cuando las personas salen a comprar sus víveres mantienen una distancia prudente. La restricción vehicular se incrementó recién para esta semana.
El virus no mide nivel socioeconómico. No solo los sectores populares desobedecen la cuarentena, también las personas de nivel social alto. El desinterés y la falta de conciencia son transversales.
Otra secuela del coronavirus: no mide estatus, raza, ni religión.