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ENTRELÍNEAS / Del “nadie estaba preparado” a la didáctica de la pandemia

Héctor Tapia

Usted tiene 10 mil pesos. Tiene una familia conformada por la pareja, varios hijos y varias mascotas; todos tienen hambre, mucha hambre, y también tiene frío.
Se ha estancado por “x” circunstancia su ingreso, y no sabe ni cuándo ni cómo se habrá de restablecer su ingreso normal. 
En su casa usted tiene algo que sus vecinos, en otras casas, quisieran y necesitan tener: un gran terreno o extensión de tierra y lo que en ella puede producir, porque ellos no tienen esa posibilidad. 
Ante esta crítica circunstancia, usted:

A) Destina todo para comprar alimentos y ropas, porque a su familia le urge y lo necesita; y seguir teniendo ocioso el terreno que posee. 
B) Destina todo para comprar alimentos y ropas; y, además, vende su terreno a uno o varios de sus vecinos que les interesa.
C) Utiliza una fracción de su dinero para comprar los suficientes alimentos y ropas para estar dignamente, sin pasar hambre ni frío, y el resto lo destina para poner a producir en su terreno algo que a sus vecinos les sirva y necesiten, ya sea para venderles o intercambiar por otros productos o servicios.
D) Por la urgencia de tener una alta utilidad, destina casi todos sus recursos a que su terreno produzca lo que necesitan sus vecinos, y la pequeña restante lo destina a lo que necesita su familia.

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Yo, en una circunstancia así, elegiría seguir la opción “C”; esto a partir de que no sabría cuándo se restablecerá mi ingreso “normal”, y necesitaría algo que me ayude a tener ingresos, sin dejar que mi familia pase hambre ni frío. Y no significa que no quiera tener un buen colchón de la mejor comida y vestimentas para mi familia. Claro que lo merecen. Pero mientras no haya certeza en otros aspectos, tengo que poner a trabajar y producir lo que está ocioso y no se ha aprovechado, más si tengo un mercado interesado en lo que produzco. Sí, la opción “C” no me dará mayor margen de comodidad de manera inmediata, pero sí la certeza de que por lo menos de manera constante habrá algo que me permitirá hacer que mi familia no sufra de tajo una tan prolongada carestía.

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Quizá es una visión simplista. Pero ahora lo contrapongo con la situación que enfrenta el país; hay “grandes obras” anunciadas por el gobierno federal, y que persisten en la intención de realizarse aún con el contexto de lo que apunta a ser la inminente profundización de la crisis económica por la pandemia. 
Algunas voces reclaman cancelar la Refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya, para destinar todos esos recursos a la atención de la pandemia. De entrada parece lógico el planteamiento y la preocupación, pero, regresando al ejemplo inicial, ¿qué pasaría si todo el recurso se va “en comida y vestido”, urgencias inmediatas, y no ponemos a trabajar lo que tenemos?
Si bien hay muchas áreas que, aun en una circunstancia tan crítica como la actual, se pueden potenciar en beneficio de los mexicanos (como la producción agrícola, la tecnología, etc..), pero de momento estas obras están avanzando y generando empleos y derrama económica, y generarían más una vez en operación formal y completa. No se profundizaría aún más el desempleo y la falta de recursos, que de por sí va en picada de manera natural por una circunstancia generada por la pandemia. Eso sí, sería mucho mejor que cada región del país, no sólo el sur, tuviera opciones de inversión pública como estas para que la distribución de la riqueza fuera más equitativa. 
Pertinente apuntar: México no es el único que enfrenta esto; todo el mundo lo padece. Por lo tanto no sólo es mezquino, sino también irresponsable, echar la culpa y achacar todos los actuales males sólo a una persona. Es aún más mezquino reprochar una actual circunstancia de abandono del sistema de salud a una sola persona, cuando la circunstancia que se vive en este momento es herencia de décadas de olvido, negligencia, corrupción e impunidad, que fue protagonista a través de distintos casos denunciados que vienen desde las administraciones de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, por mencionar algunos; y, sin contar el papel y aportación a esta crisis del sistema de salud que han tenido también los gobiernos estatales, quienes han sido omisos, y que han desviado recursos para otros temas y no para atender el tema de salud.

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Hay decisiones y posturas cuestionables e insensibles de parte del gobierno federal. Sí, las hay. Hay falta de transparencia y rendición de cuentas, sí, lo hay. Y no bastan las mañaneras, porque en esas conferencias de prensa no se responde concretamente lo que se pregunta legítimamente, se evade responder y se confunde, se simula que se responde. 
Por poner sólo un ejemplo, no queda del todo claro (aunque se intuya e infiera) por qué es que se beneficia, respalda y protege al dueño de una televisora (Tv Azteca) que por mucho tiempo hizo daño al país, con mentiras y manipulación. Esta, entre otras determinaciones que se han tomado que no pretendo enumerar. 
Y si legítimamente se cuestiona es porque se tienen dudas, dudas que se tienen que aclarar para que haya certezas, no a partir de buenos deseos e intenciones (“el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones”), sino a partir de aspectos medibles y estadísticas, que permitan hacer evaluaciones, comparaciones y contrastes, aunque no guste lo que se refleja. Esto no puede ser a modo. Tiene que ser frío y medible, para conocer si realmente se avanza o si se retrocede.

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La crisis nos agarró a todos por sorpresa. No sólo en Michoacán o en México, sino en todo el mundo. Nadie estuvo preparado para un escenario así. Ninguno lo estuvimos, por existir otras prioridades, muchas de las cuales hoy parecen superficiales frente al tamaño de la crisis en la que caminamos –ahora sí- cotidianamente. Hemos venido aprendiendo en el camino (es cierto, no todos). Lo menos que podemos hacer es asumir a cabalidad nuestra responsabilidad.

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