OPINIÓN// Cristóbal Arias en el patíbulo

Por Pablo Mendizábal

La historia inició el pasado domingo, y ya ha dado que hablar. Algunos referentes afines a Morena en Michoacán se reunieron para trazar una ruta de unidad de cara a las elecciones del 2021. Estuvieron Sergio Pimentel, David Soto, Ramírez Bedolla, Morón Orozco, Torres Piña, Víctor Báez, Hirepan Maya, Yolanda Guerrero, Gonzalo Herrera, Mireles, Julio Peguero, Artemio Ortiz… Y la puesta en escena resultó exitosa. “Más que aspiraciones personales”, indicó el comunicado hecho llegar más tarde a los medios, “el anhelo compartido es que en Michoacán tenga un gobierno que realmente represente los intereses del pueblo y no de minorías que sólo buscan enriquecerse al amparo del poder”.

Se trató de una potente señal de unidad, algo siempre necesario en los vertiginosos entresijos de la política. Y en medio de ese mismo vértigo, más que las asistencias resaltaron las ausencias.

Una con nombre y apellido: Cristóbal Arias Solís.

El nuevamente aspirante a la gubernatura está curtido en las lides políticas. Su historial muestra que desde el origen —fue diputado federal en 1982— ha aceptado, según corresponda, ceder o ir al frente; aliarse o confrontarse; respaldar o atacar. Prueba de lo anterior es que hoy mismo tiene en sus casas de campaña a grupos que no forman parte del círculo de AMLO en Michoacán. En rigor, esa biografía lo convierte en un viejo lobo de mar: un experto en las señales abiertas o cerradas, en las situaciones, alusiones e insinuaciones que implican la política.

Y por eso mismo lo del domingo resulta extraño.

Es impensable que no haya un cálculo en su decisión de no acudir al encuentro. En política —sin duda bien lo sabe Cristóbal Arias— es tan importante lo que sucede como lo que deja de suceder. En rigor, Arias decidió poner un muro en su relación con Morena, con su estructura, referentes y liderazgos. Pero su decisión, hay que suponer, estaría basada en una interpretación falaz: la idea de que algún candidato específico de Morena encabeza las encuestas.

Esa visión difícilmente resiste análisis. Los mismos sondeos que apuntalan a personajes específicos muestran que, independiente del candidato, Morena arrasa en Michoacán. Apenas hace apenas tres semanas El Universal publicó que “Mitofsky, Demoscopía y otros estudios de opinión pública coinciden en que Morena va a la cabeza de las preferencias en Michoacán; si la situación no cambia radicalmente, quien obtenga la candidatura casi tendrá amarrado el puesto”. Y en consecuencia, el verdadero desafío para los aspirantes estaría dentro y no fuera de Morena.

Pero Arias prefiere restarse.

Una jugada completamente arriesgada. Con el agregado de que su condición de senador escasamente lo podrá ayudar. La dinámica de los poderes ejecutivos —mucha política, pero también mucha acción en terreno— es por antonomasia más visible que cualquier labor legislativa (tanto así que en la antesala de cualquier elección los políticos de todos los sectores, incluyendo diputados y senadores, aumentan visiblemente sus salidas a terreno a propósito de cualquier cosa). En la actualidad Cristóbal Arias no tiene la visibilidad de Raúl Morón en su calidad de edil de Morelia, ni de José Manuel Mireles en su condición de ícono pop. Solo queda por ver si le resultará la jugada. La lógica, cabe decirlo, indica que no.

La última jugada de Cristóbal Arias Solís camino a la gubernatura podría tener más de suicidio político que de cálculo acertado.

P.D. Durante la reunión del domingo hubo otro detalle que no pasó desapercibido para los ojos más atentos. En política, ya lo dijimos, nada es casual; es razonable suponer que el hecho de que Raúl Morón esté al centro de la fotografía tampoco lo sea.