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CULTURA // Morelia literaria: la historia de la fallida presea Morelos al poeta Sansón Flores

Por Eduardo Pérez Arroyo

Morelia, Michoacán.- Era el 10 de julio de 1966. El Salón de Actos del Colegio de San Nicolás se preparaba para dedicarle su tiempo a uno de sus hijos más queridos: el recientemente fallecido poeta Jesús Sansón Flores. Junto a las altas autoridades llegaron también decenas de morelianos humildes que en vida habían conocido al poeta. Era un día viernes.

En medio de la ceremonia, alguien planteó la idea y el rumor cundió rápido. Había que hacer justicia y entregar la presea Generalísimo Morelos de ese año al fallecido poeta. Pronto se contó con el apoyo de intelectuales, políticos y personajes influyentes de la ciudad, y con la desidia de las autoridades estatales que ya tenían a un favorito: el actor Mario Moreno Cantinflas.

En la reunión muchos leyeron poemas del fallecido vate. Otros tantos citaron hechos más cotidianos. El poeta Ramón Martínez Ocaranza recordó cuando lo conoció en plena bohemia, en un café que los nicolaitas ofrecieron al General Lázaro Cárdenas en el segundo patio del Colegio de San Nicolás. “El Chino Sansón”, habló Martínez Ocaranza, “fue una especie de bardo popular que con su sangre árabe, española y tarasca, logró extraer del drama de su pueblo, que era su propio drama, una obra poética dolorosa e irónica, llena de generosidad y picardía”.

A espaldas del orador, otros complotaban: la presea debe ser para el poeta.

“Fue una especie de bardo popular que con su sangre árabe, española y tarasca, logró extraer del drama de su pueblo, que era su propio drama, una obra poética dolorosa e irónica, llena de generosidad y picardía”.

Las discusiones surtieron efecto. Era el momento para poner las cosas en su sitio. “Que la Presea Generalísimo Morelos”, decía una misiva signada por una interminable lista de nombres, “se le otorgue post mortem, el próximo día 18, al poeta, honra y prez de Michoacán y del país, Jesús Sansón Flores y no al millonario Mario Moreno, que hace mucho tiempo asesinó a Cantinflas”. Las presiones no tardarían. La suerte estaba echada.

EL POETA

Tras haber cursado sus estudios en el Colegio de San Nicolás, participado activamente del vanguardismo político de los años 20, salido a las calles para apoyar públicamente al gobierno progresista del general Enrique Ramírez, ganado el Templo de la Compañía a la Iglesia para entregárselo para siempre a la Universidad Michoacana y a la ciudad, sido exiliado por la gestión de conservadores y regresado dos veces, fundado la Confederación Revolucionaria Michoacana del Trabajo bajo el lema Unión, Tierra y Trabajo, ser reconocido por el mismísimo Pablo Neruda como el principal adalid de la poesía social en el México de su época, luchado por el internacionalismo solidario, visto muchos mundos a través de sus viajes, creado otros tantos a través de su pluma y pasado a la historia como una de las más iluminadas mentes de la ciudad durante toda la primera mitad del siglo XX, el poeta Sansón Flores se rendía.

Era 1966. Desde su estancia en Mexicali se arrastraban síntomas de un cáncer. La enfermedad era elocuente y el poeta incluso tuvo el temple necesario para escribir su despedida, titulada Adiós Michoacán. Muchos se congregaron para despedirlo tras esa inminente muerte, largamente anunciada.

En el cuarto 324 del hospital del IMSS de Guadalajara, a las 20:30 horas del 12 de abril y rodeado de amigos y familiares, su corazón dejó de latir. La premura hizo imposible cumplir su deseo de morir en su Morelia. La noticia y la congoja se propagaron rápido por la ciudad y por todo el país. En un avión Britannia de Aeronaves de México llegó su cuerpo al aeropuerto de Tijuana, en donde un centenar de periodistas llegaron para enterarse y desperdigar a los cuatro vientos la noticia.

En una carroza fue trasladado al periódico El Mexicano, en donde colegas y amigos de toda la vida le hicieron una guardia de honor. A Mexicali llegó más tarde, en medio del duelo popular. Fue imposible controlar las guardias: estudiantes, obreros, campesinos, gente del pueblo, líderes políticos y miembros de todas las esferas sociales se aglomeraron espontáneamente en la capilla.

Un arreglo floral destacó entre los demás: el de la Federación de Colonias Populares, en el cual se leía: “Compañero Sansón / de tus compañeros humildes / llévate el corazón”. El corazón del poeta siempre alcanzó para todos. Finalmente, el viernes 15 de abril de 1966 el cortejo llegaba al panteón Jardines del Tiempo para darle al poeta su última morada.

LA IDEA EN MORELIA

La ciudad había perdido para siempre a uno de sus hijos más ilustres y reaccionó rápido. Antes de un mes de su muerte las alumnas de la Escuela Normal Virginia Chávez, Hermelinda Ruiz, Evangelina Carrillo y Elvia Prado recitaron los poemas del vate para homenajearlo. Bajo la dirección del maestro Miguel Bernal, el Cuarteto Clásico de la Universidad Michoacana tocó sus notas, y en una breve cuartilla el maestro Tomás Rico Cano le dedicó una semblanza.

Los homenajes se sumaban. En las escuelas públicas cientos de maestros de literatura comenzaron a revalorar su obra y los libros de textos de la antigüedad clásica fueron reemplazados por su poesía social. En la Facultad de Letras se establecían módulos de estudio sobre la vida y obra del poeta. En la bohemia literaria instalada en los portales del centro de la ciudad se leía y se debatía su obra. El viernes 10 de julio, en el salón de actos del Colegio de San Nicolás, se realizó un nuevo evento en su recuerdo.

Así, abriéndose camino ante la desidia de las autoridades que ya tenían a Cantinflas como favorito, alguien planteó la idea.

LA DESIDIA MUNICIPAL

“El cuerpo edilicio de Morelia tomó el acuerdo de otorgar dos preseas José María Morelos”, decía la editorial del diario Tiempo de Apatzingán. “Una, al distinguido jurista Lic. Adolfo Cano, michoacano forjador de muchas generaciones de profesionistas y hombre de reconocida rectitud en sus funciones públicas”.

“Otra”, continuaba el texto, “como contradicción al cómico Mario Moreno Cantinflas, quien habiendo surgido del seno del pueblo inició su carrera en una carpa de barriada y hoy se ha convertido en un flamante multimillonario, comerciante de la risa, ajeno por completo a la idiosincrasia y los intereses de nuestro pueblo”.

Los argumentos convencieron a muchos. La presea debía entregarse a los educadores limpios y destacados, a los humanistas, a los científicos, a los filósofos que forjan la conciencia liberadora de las nuevas generaciones, a los luchadores que propugnan las nuevas etapas históricas, a los historiadores que no sólo relatan hechos sino que interpretan los grandes sucesos y saben aplicar las experiencias del pasado al presente, a todos aquellos que de una forma u otra demuestran sus más altas cualidades cívicas.

“El cómico Mario Moreno Cantinflas, habiendo surgido del seno del pueblo inició su carrera en una carpa de barriada y hoy se ha convertido en un flamante multimillonario, comerciante de la risa, ajeno por completo a la idiosincrasia y los intereses de nuestro pueblo”.

“¿Qué tiene que ver Cantinflas en todo esto?”, fue la pregunta. “La actitud del Cabildo de Morelia es irresponsable y hasta infantil, y merece todo el repudio popular. Pero aún es tiempo de subsanar esa grave ofensa: proponemos que esa presea mejor se otorgue post mortem al extraordinario poeta michoacano Jesús Sansón Flores, recientemente fallecido en Guadalajara”.

La respuesta fue rotunda: el Licenciado Adolfo Cano y el actor Mario Moreno Cantinflas son los acreedores de la Presea Generalísimo Morelos de 1966.

En el extranjero la noticia no extrañó. En México, y especialmente en Morelia, pocos se conformaron. El poeta Sansón Flores aún luchará, decía una crónica de la época, sonriente y firme, con la bandera roja en alto por la causa de todos los explotados de México y del mundo.

El poeta seguía vivo después de muerto.

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