¿Qué implica para México producir o comercializar una vacuna contra el COVID-19?

Metapolítica

Morelia, Michoacán.- México y Argentina celebran:

la vacuna supuestamente más avanzada del mundo para combatir el COVID-19, desarrollada por la Universidad de Oxford y AstraZeneca, estará en manos mexicanas y argentinas. Una posibilidad transcendental de ayudar a América Latina a contar a tiempo con la que se observa hoy como esperanza casi definitiva ante la pandemia que afecta al mundo.

Una iniciativa loable.

Y que, sin embargo, no se trata solo de solidaridad.

“La vacuna es ahora lo que las armas de fuego fueron a la Segunda Guerra Mundial”, afirmó esta semana la coordinadora de la licenciatura en Negocios Internacional de la Universidad Iberoamericana, Maribel Contreras, al portal CNN.

Y otras voces confirman esa visión.

Una iniciativa loable. Y que, sin embargo, no se trata solo de solidaridad.

“El primer país que encuentre una vacuna efectiva ganará una enorme influencia geopolítica y grandes beneficios económicos derivados de la fabricación y venta del compuesto”, afirmaron Contreras y Adán Miguel Rodríguez Pérez, académico de la Facultad de Estudios Superiores Aragón de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), al mismo medio.

México ya aseguró que no se trata de lucro, sino de salud.

Y sin embargo, el posicionamiento político es inevitable.

“La vacuna es ahora lo que las armas de fuego fueron a la Segunda Guerra Mundial”

El factor político es tan importante que Rusia, que ya aprobó la fabricación de una primera vacuna rechazada por el mundo ante la falta de pruebas clínicas, la bautizó como “Sputnik”. Una alusión directa a la carrera política espacial que en el siglo XX instauró con Estados Unidos.

Hoy la vacuna contra el COVID-19 es la versión actualizada de la Guerra Fría. Y México ya es un actor relevante.

México, la celebración

Las consecuencias geopolíticas de influencia y liderazgo son evidentes hoy para México (y para SAgentina). Y supone un triunfo político directo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Hoy la vacuna contra el COVID-19 es la versión actualizada de la Guerra Fría. Y México ya es un actor relevante.

“Estamos viendo un nacionalismo de las vacunas contra la covid-19 que se podría describir como un nacionalismo preventivo. Los gobiernos se están posicionando y las razones son obvias. Los líderes tienen la presión de proveer las dosis a sus propios ciudadanos” dice Richard N. Haass, presidente del centro de estudios Council on Foreign Relations (CFR), exdirector de Planificación de Políticas del Departamento de Estado de Estados Unidos, a la BBCMundo.

“Todos quieren llegar primero. Algunos por razones comerciales, pero muchos por razones más bien políticas”.

El propio gobierno mexicano entiende esa importancia de llegar primero.

“Haremos un bien a América Latina”, aseguró a propósito del pacto entre México y Argentina el canciller Marcelo Ebrard.

Y el subsecretario Hugo López Gatell fue más breve y directo:

“Para México es la oportunidad de no perder espacios”.

El tema ya acarreó beneficios internos directos. Todos los medios mexicanos, sin excepción, han dado al tema una amplia cobertura. Y también a la participación activa de México en distintos esfuerzos multilaterales para encontrar una cura, como destacó esta mañana el canciller.

“Haremos un bien a América Latina”, aseguró a propósito del pacto entre México y Argentina el canciller Marcelo Ebrard.

“A diferencia de la Guerra Fría, cuando Estados Unidos y la entonces URSS establecieron una carrera armamentista, ahora estos países —y otras potencias— pelean por un desarrollo biotecnológico que está desafiando al desarrollo tradicional de vacunas”, dice el mismo reporte de CNN.

Y lo refrendan otras voces.

“Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) (…) hay 149 vacunas experimentales contra el coronavirus. Estados Unidos ha destinado millones de dólares de fondos federales para lograr 300 millones de dosis de una vacuna efectiva para inicios de 2021, de acuerdo con su plan ‘Operation Warp Speed’. En el caso de China, sus apuestas se han dirigido a empresas como Sinovac, creadora de CoronoVac, vacuna que está en pruebas clínicas desde abril, y en la que invirtió 140 millones de dólares”, dijo esta semana la plataforma periodística connectas.org.

Ese gasto de los países puede dar luces respecto de la importancia estratégica que le dan al tema.

Y agrega el medio:

“Esta última es el principal caballo de batalla del gigante asiático en la carrera por conseguir la vacuna y conquistar el sediento mercado de países que esperan la cura. De hecho, ya está haciendo pruebas en América Latina, una región que será estratégica, tanto por ser la de mayor número de casos de coronavirus, al sumar casi cuatro millones y medio hasta finales de julio, como porque es uno de los objetivos diplomáticos de Beijing.

“En este escenario, ¿qué puede significar para el orden mundial que China se alce primero con la vacuna para el COVID-19?”

La respuesta:

“si China produce la primera vacuna a gran escala, sería una extraordinaria herramienta diplomática en cualquier parte del mundo”, dice el director adjunto del Programa Latinoamericano del Wilson Center en Washington D.C

Política pura y dura.

No es la panacea

Pero otras voces aterrizan las expectativas sanitarias que ha generado el tema.

La tesis central: una vacuna no es la solución definitiva para todos los males.

“Todas las vacunas tendrán limitaciones, en cuanto a la cantidad de gente que pueden ayudar, en términos de sus efectos colaterales”, dice el propio Richard N. Haass.

“Lo que es una locura sobre toda esta conversación es que la gente piensa que cuando aparezca la vacuna será una medalla de oro, será como el gran premio que va solucionar el COVID-19”, agrega.

Otras voces aterrizan las expectativas sanitarias que ha generado el tema. La tesis central: una vacuna no es la solución definitiva para todos los males.

Y añade que “la respuesta es no. La historia de las vacunas sugiere que si la vacuna aparece, ayudará a algunas personas, pero no a todos. Luego ayudará a algunas personas por un determinado período de tiempo. Provocará efectos indeseados y muchos se negarán a recibirla”.

A ello hay que agregar los ritmos de producción, almacenamiento, distribución y administración de la posible vacuna.

“La mayoría de epidemiólogos afirma que para lograr la inmunidad total del coronavirus serán necesarias al menos dos dosis por persona, por lo cual al ritmo de producción actual vacunar solo a toda la población de China (casi 1 mil 400 millones de personas) tomaría casi diez años”, señala connectas.org.

De ahí la importancia del acuerdo mexicano.

El caso es que las consecuencias aún están por verse. El presidente Andrés Manuel López Obrador acaba de anunciar que los primeros resultados de la tercera fase de la vacuna que maneja se presentarán a la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) en noviembre, con la posibilidad de que se apruebe su uso. Solo entonces se verá qué tan exitosa fue la iniciativa.

Los cálculos sanitarios llaman a la razonable cautela.

Pero mientras sigue la espera, los cálculos políticos ya desataron la celebración.