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#OPINIÓN // Covid 19: fuimos engañados

Por Gerardo Espíndola

Resulta chocante y hasta absurda la imagen de centenares de ciudadanos chinos reunidos en una megafiesta tecno en un abarrotado parque acuático de Wuhan, epicentro de la Covid-19. Y no es porque ellos, que estuvieron confinados por mas de 5 meses, no tuvieran derecho a divertirse, sino porque los medios de comunicación occidentales han construido una narrativa acusatoria contra la nación china, inculpándola de haber abierto las puertas del infierno, al haber propagado una pandemia que se cobrado la vida de más de 800 mil personas en el planeta, 60 mil de ellas en México.
La sensación que provocan esas imágenes de personas con sus salvavidas en una piscina, contrasta con las imágenes de la fila de camiones militares en Italia, que transportaban cuerpos de personas fallecidas por Covid, pero también choca con el falso protagonismo salvador de centenares de políticos ataviados de cubre bocas, que suben videos advirtiendo de los riesgos de la pandemia. “Que no te maten las ganas de salir”, nos dice aquí Silvano Aureoles, uno de los políticos que vinculó su carrera política al ascenso de la pandemia en Michoacán y en México, cuya crisis le vino como anillo al dedo para tratar de salir del sótano en donde se encontraba, con un 80% de rechazo de los michoacanos.
Pero no perdamos el tiempo con Silvano, y enfoquemos nuestras dudas en el contexto real de la pandemia. Como nunca, por lo menos en un siglo, un enemigo histórico obligo a una de las épocas más potentes de la historia humana a encerrarse en sus hogares, no obstante, los avances en materia de ciencia médica, de tecnología, de comunicación, de desarrollo económico, y todo el orgullo capitalista que nos tuvimos que tragar.

Un virus político
La fortísima capacidad de contagio de un virus, que ha demostrado menos letalidad que otros virus o enfermedades como la influenza (Es estacional y es capaz de causar entre 250.000 y 500.000 muertes al año), la hepatitis B (que mata unas 780.000 personas anualmente), el rotavirus (matan a unos 760.000 pacientes anualmente), SIDA (se estima que 770,000 personas murieron por enfermedades relacionadas con el SIDA en 2018), Hepatitis C (mata al año entre 350.000 y 500.000 personas), Sarampión (causa al año unas 122.000 muertes), El dengue (enferma de 50 a 100 millones de personas al año, según la OMS).
Por ello cabe la pregunta: ¿sólo nos debemos de cuidar del Covid 19 y no de las otras enfermedades que son igual de letales? ¿porqué no atacamos las causas de la diabetes y la hipertensión, que pasa por combatir el alimento chatarra e impulsar el etiquetado en esos productos?
El Covid 19 es real, lo que implica medidas extremas a fin de no saturar el sistema de salud de nuestro entorno, pero ello no debe implicar el surgimiento de medidas autoritarias en el mundo, como es lo que está pasando en Michoacán y en México. La pandemia se convirtió en caldo de cultivo para pequeños fascismos tropicales.
La pandemia del COVID-19 implicó el surgimiento de un amplio nivel de estrés social, que vino a trastocar muchos valores sociales, como son la buena vecindad, las relaciones íntimas colectivas, la fraternidad y el disfrute del espacio público. El distanciamiento social obligatorio, el necesario uso de cubre bocas, y hasta las fanfarronadas (ahora si regresamos a Silvano y a los gobernadores de la auto denominada Alianza Federalista) de imponer medidas restrictivas, confinamientos obligatorios y multas a quienes no respeten las medidas de la hilarante “nueva convivencia”, implican una administración de la crisis, para impulsar una agenda de cambios sociales, para allanar el camino a un autoritarismo soft.
Las chocantes imágenes de enfermos en cama, la trivialización de la pandemia, las posturas altisonantes de los gobernantes, el uso políticamente perverso de las muertes provocadas por la pandemia (y esta agenda están todos los opositores al gobierno de AMLO, pero también a los gobernantes de todo el mundo), puso contra las cuerdas al instinto natural de la supervivencia. Este uso siniestro de la pandemia, llevó a sus ciudadanos al gobierno a convertirlo en el único gestor de la pandemia, dejando de lado la obligada corresponsabilidad de todos los ciudadanos, a tal grado de que la gente no se pone cubrebocas si el gobierno no se la da.
Para tratar de administrar la crisis, algunos gobiernos tienen más recursos y herramientas que otros (desarrollo económico, social, jurídico, y político). Pero también existen los niveles de competencia. En México, son autoridades sanitarias el presidente de la República y los Gobernadores, y párenle de contar. Radica en ellos el combate frontal a la pandemia y por ende, la coordinación plena para que los ciudadanos tengan la tranquilidad de que la batalla de está ganando. Mas no fue así.

Morbilidad y eutanasia económica
A nivel global se impulsó una agenda de un fuerte impulso hacia la derecha política, ya que muchos gobernantes locales u nacionales, aprovecharon el caos para aumentar su poder bajo la bandera de “la protección de la seguridad de las personas”. La pandemia conlleva muchos correlatos políticos, uno, que nos atañe, la búsqueda de generar un consenso social para que los ciudadanos sacrifiquen libertades y luchas por los derechos sociales, a cambio de salvaguardar la salud individual -no así la colectiva- y otro es que la pandemia vendrá a acentuar una fuerza ya existente: la desigualdad y la pobreza.
Solo veamos los casos de la morbilidad, que vienen acompañados de la pandemia: en Europa el mayor número de muerte fue de adultos mayores, en América de personas con enfermedades crónico degenerativas. En ambos casos, la población de personas adultas mayores en Europa y de personas enfermas en Estados Unidos y América Latina (ambos los focos más grandes de la infección en el mundo), representaban una sangría multi millonaria a los estados, a las empresas y a los sistemas de seguridad social, ya sean públicos o privados.
El virus del SARS COV II, pega de forma eficiente a aquellos organismos ya que ya arrastraban una comorbilidad. Según reportes oficiales, más del 40% de los fallecidos por Covid-19 tenía diabetes o alguna Enfermedad Crónica No Transmisible (ECNT). De acuerdo con el IMSS, 1 de cada 3 mexicanos padece hipertensión y 6.5 millones de adultos mayores de 20 años viven diabetes. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT, 2018) realizada por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), reveló que 96 millones de mexicanos padecen sobrepeso u obesidad, 8.6 millones sufren diabetes y 15.2 millones presentan hipertensión.
El gasto en salud en Estados Unidos creció 260 mil 128 millones en 2019, es decir un 4,69%, hasta casi tres billones de euros, con lo que representó el 22,55% del gasto público total. Esta cifra supone que el gasto público en salud en 2019 alcanzó el 14,38% del PIB. El gasto público en salud en México creció 2 mil 427,9 millones de pesos en 2019, es decir un 9,93%, hasta 31.122,4 millones de euros, con lo que representó el 11,05% del gasto público total. Esta cifra supone que el gasto público en sanidad en 2019 alcanzó el 2,77% del PIB, igual que en 2018. En 2019, México se mantuvo en la misma posición en el ranking de países por importe invertido en sanidad, en el puesto 21. En cuanto a su proporción respecto al PIB, ha mantenido su posición en el puesto 110. En referencia al porcentaje que supone la inversión en sanidad respecto al presupuesto gubernamental (gasto público), México se encuentra en el puesto 73.
En Europa se destaca por su gran dependencia de transferencias del sector público para pagar por el consumo de los ancianos. Las transferencias del sector público para pensiones, salud y atención a largo plazo son un problema especial a medida que envejece la población, dado que estos pagos (incluso tras sustraer la porción financiada por pagos impositivos de los ancianos) absorben una gran porción del presupuesto público.
Las grandes reformas pendientes en México y en el mundo, son las reformas al sistema de pensiones, y el debate atascado por años, podría destrabarse producto de los efectos de la pandemia.

Mussolinis de ocasión
La pandemia ha sacado el rostro más rastrero de la política, a tal nivel que despertaron de sus catacumbas a los movimientos de ultra derecha y de populismo conservador en el planeta. En México, surgió una iniciativa de tintes golpistas autodefinida como Frente Nacional Ciudadano, cuyo único interés es oponerse al gobierno de AMLO y meterse de lleno a la agenda electoral 2021 contra Morena.
Pero también desde España a Hungría, pasando por Italia, Francia, Alemania o Finlandia, los partidos de extrema derecha están situando a la Unión Europea frente a una crisis existencial. En Estados Unidos, la derecha, que históricamente esta vinculada al partido Republicano, ahora ve con esperanzas al demócrata Joe Biden, para sacar de la Casa Blanca al nacionalista chabacano de Trump.
Ahora bien, cuando las democracias no hacen bien su trabajo en defender la libertad y la igualdad, las visiones autoritarias ganan terreno, es lo que sucede actualmente. Dios los crea y la pandemia los junta, tal es el caso de los llamados gobernadores golpistas, o en sus propias palabras: “aliancistas”.
Todos productos del llamado Pacto por México, han creado un grupo de siete u ocho gobernadores que se juntan paulatinamente para imponer una agenda paralela a la agenda da AMLO.
Estos gobernadores -entre ellos nuestro inefable Silvano- ha asumido posturas de cuño contradictorio frente a la pandemia, ya que por un lado rechazan las medidas sanitarias federales, pero por otro tratan de imponer sus medidas a los municipios y comunidades de sus entidades federativas. Estos salmones de la política han creado su propio semáforo de contagios, su propio calendario escolar, su propia confederación de Gobernadores, su propio relato de la pandemia.
Su postura autoritaria de los gobernadores golpistas puede parecer más eficaz, ya que han logrado resultados, pero sin un procedimiento de consulta, frente a situaciones críticas repentinas dado que no han consultado a sus adversarios domésticos, partidos políticos, asociaciones civiles, empresarios, o grupos de expertos, para tomar decisiones, así lo hacen más rápido.
Por ello, han logrado ser acariciados -según las encuestadoras- por algo de apoyo popular, ya que saben interpretar aquella máxima que reza que, frente al caos, las personas votan por líderes “mano dura”.
Estos gobernadores han creado círculos viciosos, ya que el Gobierno federal, bajo un estado de emergencia o de excepción, ha evitado acercarse a una mentalidad dictatorial, pero en sus entidades federativas han asumido medidas urgentes de efectivismo momentáneo. Sin embargo, no gastan en salud, pero si en publicidad, allí radica la base de su “éxito”. En pocas palabras, no se trata de salvar vidas sino de subir videos a redes sociales.
La pandemia del Covid 19 significa, sin lugar a dudas, una guerra de orden político, de orden comunicativo y un choque de visiones del desarrollo social y comercial, la búsqueda por imponer un nuevo orden mundial.
El Covid 19 detuvo la agenda de la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres, de la diversidad sexual, de la búsqueda del aborto legal, de los derechos digitales. La pandemia ha ayudado a tumbar el símbolo de origen conservador de que la familia y el hogar son espacios de “paz, seguridad y armonía”, ha dejado al descubierto la persistente división sexual del trabajo y la centralidad de las mujeres en el desempeño de los trabajos de cuidado que sostienen la vida. Ahora con el regreso a clases, la tarea cae fundamentalmente en las madres de familia, no obstante que muchas de ellas también desempeñan horarios laborales.
Por otra parte, la crisis ha permitido que revivan las demandas por un estado de bienestar, que cuide lo público, que tome medidas para la protección de toda la población. Nos toca ahora abrir las oportunidades para reindustrializar localmente y fomentar la producción interna, sobre todo ahora que se han roto muchas de las cadenas internacionales de distribución de productos. Es entonces la oportunidad para una política de desenganche de las lógicas mercantiles de la globalización neoliberal, así como para el fomento de las industrias nacionales y de la producción local de alimentos, lo que incluso ayudaría a garantizar la seguridad alimentaria
Es evidente que la pandemia no se va a solucionar con vacunas o medicamentos, sino con procesos que lleven a universalizar el acceso a la salud pública y a una reparación de las desigualdades. Ahora nos toca, ahora debemos actuar.

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