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La otra pandemia que enfrentan médicos y enfermeras en tiempos de COVID-19

Metapolítica

Morelia, Michoacán.- Médicos que cobran por cada paciente diagnosticado con coronavirus. Vehículos oficiales recorren las calles por la noche esparciendo la pandemia. Bill Gates, Estados Unidos, China y Rusia pretenden matar a millones para disminuir la explosión demográfica. El coronavirus no existe. Hay un contubernio mundial para enriquecer a las farmacéuticas…

Todas noticias probadamente falsas. Pero que se viralizan incluso mucho más rápido que el COVID-19 y que muchos creen a ojos cerrados. Es la otra pandemia que hoy enfrenta el mundo, la de desinformación.

En los tiempos actuales Internet, y no los médicos, parece ser la fuente más confiable de información para miles de personas.

Un asunto que en tiempos de coronavirus puede resultar particularmente grave.

“En muchas ocasiones la desinformación no proviene de quien la pública, sino de la conducta del lector y de la forma en que investiga”, afirmó la doctora en psicología Manuela Moreno-Fernández a El Universal.

En los tiempos actuales Internet, y no los médicos, parece ser la fuente más confiable de información para miles de personas. Un asunto que en tiempos de coronavirus puede resultar particularmente grave.

La investigadora y un grupo de estudio en fundamentos y métodos de la psicología de la Universidad de Deusto en España, estudiaron la relación entre las estrategias de búsqueda en la web por medio de un videojuego, explica el medio.

“En él los participantes debían investigar si un fármaco (ficticio) era eficaz ante una enfermedad inventada. La relación entre el medicamento y la enfermedad fue efectiva, pese a que esta relación no existía”.

El hecho es que la era de la información digital parece tener al mundo más desinformado que nunca. Conceptos como “fake news”, “posverdad” o “Dr. Google” son comunes hoy.

 “Exceso de información” (information overload) fue acuñado en 1970 por Alvin Toffler en su libro Future Shock. “Nuestro poder tecnológico aumenta, pero los efectos colaterales y los peligros potenciales también se intensifican”, dijo.

El fallecido autor italiano Umberto Eco fue más directo:

“Las redes sociales le dan el derecho a opinar a legiones de idiotas”.

El hecho es que en internet la información está disponible, pero nadie asegura que sea realmente de calidad. “Y un riesgo alternativo es que ir a una fuente fiable implique estar recogiendo información sesgada, una pequeña porción de la realidad que no representa el conjunto”, agrega Moreno-Fernández.

El fallecido autor italiano Umberto Eco fue más directo: “Las redes sociales le dan el derecho a opinar a legiones de idiotas”.

Sucede hoy con las vacunas en general, y particularmente en tiempos de coronavirus. Miles de padres de familia exageran los efectos secundarios que podrían producir las vacunas, y alimentan sus teorías de la conspiración con información engañosa que sobreexagera la magnitud de los efectos.

Según el New York Times, “antes de la pandemia los profesionales de la salud ya estaban acostumbrados a tratar pacientes que se habían desinformado en línea, pero en entrevistas más de una decena de doctores e investigadores especializados en desinformación de Estados Unidos y Europa señalaron que nunca habían visto un volumen como el relacionado con el virus”.

Incluso le pusieron un nombre: Dr. Google.

“Y culparon a líderes como el presidente estadounidense, Donald Trump, de amplificar teorías alternativas; a las plataformas de redes sociales por no hacer lo suficiente para acabar con la información falsa, y a las personas por creer con tanta facilidad lo que ven en línea”, agrega el medio.

También pone casos reales, como la de un médico que trabaja en una sala de urgencias en Illinois y que fue acusado en abril de obtener ganancias por decir que la causa de muerte de un paciente era el coronavirus.

O el caso del dióxido de cloro, usado como desinfectante de albercas y que muchos consideran una cura, pese a que puede provocar la muerte y a que la propia Organización Panamericana de la Salud (OPS) advirtió “no utilizar productos a base de dióxido de cloro o clorito de sodio por vía oral o parenteral (intravenosa, intraarterial, intramuscular y subcutánea) en pacientes con sospecha o diagnóstico de COVID-19, ni en ningún otro caso, porque no hay evidencia sobre su eficacia y la ingesta o inhalación de estos productos podría ocasionar graves efectos adversos”.

Pero la pandemia de desinformación continúa. En mayo un internista de Nueva York atendió a un paciente que vomitaba por haber tomado una mezcla de cloro como parte de una cura falsa contra el virus.

Su fuente de información: youtube.

“Historias que afirman que la cocaína es una cura o que China o Estados Unidos desarrollaron la COVID-19 como arma biológica se han difundido más rápidamente que el virus mismo”, indica un manifiesto firmado en mayo por médicos de países como Estados Unidos, España, Portugal, Italia, Brasil, Reino Unido, Países Bajos o Bélgica. “La desinformación en salud es una amenaza que pone en peligro la salud y eventualmente puede llegar a costar vidas”.

Los tiempos de COVID-19 parecen coincidir con los de otra pandemia. Otra para la cual, ahora sí lamentablemente, no parece haber cura a la vista.   




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