Metapolítica
Morelia, Michoacán.- “Después de una hora en su mañanera, llegó al meollo de su agenda: atacar a dos pequeñas revistas mensuales, Nexos y Letras Libres, y señalar por nombre a sus editores, Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze”.
Es la denuncia del periódico inglés The Economist, uno de los más leídos del mundo, y que ahora asegura que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sostiene una suerte de cruzada contra la crítica intelectual en su país.
Una versión que fue ampliamente replicada en los principales medios nacionales.
Pero la realidad es más compleja. Y en este caso, como es natural, presenta al menos dos caras distintas.
“Los ataques también se aplican a Reforma, un periódico independiente, y se han intensificado en las últimas semanas. Parecen un intento de silenciar las voces críticas en los medios mexicanos por parte de un presidente populista que ya ha obstaculizado instituciones previamente independientes como la Corte Suprema y las agencias reguladoras. Muchas empresas de medios practican la autocensura”.
Según el medio, las acritudes de AMLO “parecen un intento de silenciar las voces críticas en los medios mexicanos por parte de un presidente populista que ya ha obstaculizado instituciones previamente independientes como la Corte Suprema y las agencias reguladoras. Muchas empresas de medios practican la autocensura”.
Y señala que “tanto Nexos como Letras Libres son publicaciones de nicho cuya circulación combinada es inferior a 30 mil copias (aunque ambas tienen sitios web populares). Entonces, ¿por qué AMLO les tiene miedo?”
La respuesta:
“hay dos razones aparentes. Una es que es temperamentalmente alérgico a las críticas. La otra es que está siguiendo una estrategia populista de dividir a su país en ‘el pueblo’ y ‘los reaccionarios’”.
Finalmente, concluye que “la libertad de expresión está bajo asedio en México. Con ello, está amenazada la democracia. El Presidente López Obrador utiliza un discurso permanente de estigmatización y difamación contra los que él llama sus adversarios. Al hacerlo, agravia a la sociedad, degrada el lenguaje público y rebaja la tribuna presidencial de la que debería emanar un discurso tolerante”.
Lo cierto es que AMLO ha criticado ácidamente a varios medios, pero en ningún caso ha llamado a boicotearlos o prohibir su reproducción. “Si ellos hablan, yo les respondo”, ha dicho el presidente, “pero censura jamás habrá”.
Un ejemplo avala esa versión. Según un análisis formal elaborado por Metapolítica, El Universal llega hoy a 14 millones de lectores impresos y a más de 41 millones de lectores digitales. Y las columnas de opinión de El Financiero son leídas a diario por casi 12 millones de mexicanos. Las cifras corresponden a las que cada uno de dichos medios, que se cuentan entre los mas críticos de la 4T, reportaron oficialmente a Metapolítica.
Mientras tanto, el semanario inglés no está exento de críticas por su manejo sesgado de la realidad.
En 2008, el médico, politólogo español Vincenç Navarro exhibió algunos de sus errores:
“Decía un informe que los votos del Partido Popular en las últimas elecciones fueron superiores a los votos del Partido Socialista en todas las Comunidades Autónomas excepto en Cataluña. En realidad, no sólo en Cataluña, sino en Andalucía, Aragón, Asturias, Canarias, Extremadura, Islas Baleares y País Vasco, el Partido Socialista tuvo más votos que el Partido Popular”.
Y agrega otro ejemplo.
“Escribe el informe que un español que no hable en catalán no tiene prácticamente ninguna posibilidad de enseñar en una Universidad de Barcelona. Pero en el Departamento donde yo enseño en la Universidad Pompeu Fabra, uno de los mejores departamentos de Ciencias Políticas y Sociales de España nada menos que el 30% de profesores no hablan catalán”.
Y concluye: “es interesante que basado en estos y otros datos falsos, el informe construye toda una imagen”.
Otro caso es Chile.
En 2015, en pleno gobierno de Michelle Bachelet, The Economist dijo que “Chile se enfrenta a un riesgo real de perder su camino, y de que la historia pueda asignar la mayor parte de la culpa a la propia Bachelet”. Y agregaba que “los críticos del gobierno apuntan a la incertidumbre causada por el programa de reformas radicales de Michelle Bachelet, ellos dicen, está destruyendo el ‘modelo’ chileno y los incentivos para invertir”.
Pero cuatro años después, en medio de la crisis social que estalló en octubre en Chile, The Economist no tenía problemas en cambiar radicalmente su discurso.
“Varias de las reformas de la Sra. Bachelet estaban mal diseñadas. Se enfrentaron a una oposición implacable de los negocios y la derecha (…) Pero en retrospectiva, la Sra. Bachelet estaba en lo correcto. Durante el último mes, debido a los descontentos que identificó, Chile se ha visto afectado por una conflagración social”.
Es decir, The Economist reconoció que la situación había cambiado, pero es un hecho que desmintió su propia versión entregada años atrás.
En tanto, los fondos destinados por el gobierno de López Obrador están lejos de parecer implicar una crisis para los medios críticos. Durante la mañanera de hoy e estableció que en 2019 Reforma obtuvo 60 millones de pesos en 2019; Milenio, 67 millones; El Universal, 85 millones. Cifras no menores en medio de una economía estructuralmente decaída (aunque AMLO sí admitió que en los anteriores gobiernos la cifra podría llegar a “10 veces más”).
“La publicidad que requiere el gobierno está totalmente desligada de la línea editorial”, contestó el presidente. “No hay represalias para nadie.
El hecho es que The Economist —tal como los medios nacionales, tal como cualquier fuente, tal como el propio López Obrador— es apenas una versión parcial y sesgada de una historia que tiene muchas más complejidades.