Por Patricia Padrón
El orden en la administración estatal permitió la transformación no solo de los servicios de salud en la entidad, sino de la realidad social de las y los michoacanos.
Gracias al fortalecimiento institucional bajo esquemas de finanzas sanas, reducción de dependencias y medidas de austeridad, hoy Michoacán es otro.
A cinco años de gestión, Silvano Aureoles ha demostrado tener rumbo y liderazgo para lograr un mejoramiento integral, sostenido y que será un legado innegable y un reto obligado para quien lo suceda en el cargo.
Sin las medidas implementadas para sanear tanto el sistema educativo como el de salud, la epidemia de COVID-19 hubiera golpeado a la población y colapsado las unidades médicas.
Todo lo bien hecho desde que inició su mandato, preparó, sin saberlo, a las dependencias y al gobierno mismo para enfrentarse a un virus pandémico.
Si, se han tomado decisiones y medidas poco populares que han levantado enojo de varios sectores que no terminan de comprender que se pondera el bien colectivo, nada más y nada menos que la vida de las personas, de las que en Michoacán ya se perdieron mil 599.
Es cierto, es obligación y está mandatado que el Gobierno se encargue de generar oportunidades para condiciones de vida dignas, pero no se puede olvidar el caos que era este estado donde miles de millones de pesos destinados a medicinas fueron a parar quien sabe a dónde.
No hay que tener la memoria corta, porque si no, nos condenaremos a repetir historias de cobro de derecho de piso, secuestros y autodefensas.