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ESPECIAL // AMLO, dos años: el balance

Considerado por sus adherentes como un salvador que —aun a costa de la tranquilidad—  trajo aire fresco a un México podrido, los enemigos del presidente aseguran que se trata de aquel que sepultará para siempre la poca gobernabilidad que había. El caso es que Andrés Manuel López Obrador no deja  a nadie indiferente. Hoy, a dos años de su ascenso a la Presidencia, Metapolítica hace un ejercicio —inevitablemente incompleto— para tratar de dilucidar los alcances del presidente de la manera más imparcial posible. Este es el resultado.  

Metapolítica

Morelia, Michoacán.- Un colapso estructural para muchos como el panista Marko Cortés, el periodista Carlos Loret de Mola o el ingeniero Pedro Ferriz de Con. Una genuina revolución para otros como la escritora Elena Poniatowska, el actor Damián Alcázar o el exfutbolista, hoy reconvertido en gobernador, Cuauhtémoc Blanco.

Lo cierto es que a dos años de gobierno, Andrés Manuel López Obrador no deja espacio para la indiferencia en México. 

Las decisiones de AMLO podrían dividirse en muchas grandes áreas, que para efectos de este análisis dividiremos en seis:

funcionamiento interno del país (incluyendo la relación con los estados y los ajustes presupuestales); economía; relaciones internacionales; justicia y seguridad; corrupción; y pandemia.

Las tres primeras son básicas a la hora de medir a cualquier gobierno. Las dos siguientes (justicia y seguridad, y corrupción) se relacionan con las que fueron sus principales temas de campaña; la última, un imprevisto que se convirtió en el mayor tema del mundo en el año 2020.   

Y las fuentes de información también son variadas: cifras oficiales, otras de la prensa (en su mayoría opositora) y los comentarios del propio presidente. Todas sesgadas, como es normal a la hora de cualquier balance.

Y entretanto, las medidas polémicas que tienen a millones de mexicanos esperanzados con un futuro mejor y a otros con urticaria.

Son los resultados de Andrés Manuel López Obrador.

EL PAÍS

Relación con gobernadores

El COVID-19 y el reparto de las participaciones federales han enfrentado a la Federación. En septiembre, 10 mandatarios estatales anunciaron su salida de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) para crear la Alianza Federalista que, aseguraron, sería “un nuevo espacio para el diálogo republicano, no para la simulación” con el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. 

La iniciativa llegó a tanto que en su momento se llegó incluso a hablar del fin del Pacto Federal en México, algo que rápidamente fue descartado por juristas de todos los colores.

Entre los argumentos que los mandatarios estatales dieron para justificar su salida de la conferencia se encontraba el que López Obrador mantenía “proyectos faraónicos” como el Tren Maya o el aeropuerto en Santa Lucía; tampoco estuvieron de acuerdo en cómo se trató la pandemia del nuevo coronavirus covid-19 y consideraron que se atendía de manera “equivocada”. Sin embargo, el reclamo más fuerte fue para el Presupuesto 2021, al que acusaron de “limitar el desarrollo”.

Y AMLO respondió. En su estilo, sin rehuir la polémica (que para muchos sectores se acerca francamente a la provocación).

“Pronto hay elecciones. Eso explica todo”, ha dicho en más de una ocasión.

Y esta misma semana —pese a que no mencionó directamente a los gobernadores rebeldes— se despachó una mayor: “hay estados y municipios que no cobran impuestos locales o tienen acuerdos con las grandes empresas para que no paguen el predial, para que no paguen el agua, y se dedican nada más a estar recibiendo el cheque que le manda la federación”.  

Lo cierto es que las relaciones entre muchos gobiernos estatales y la Federación están más rotas que nunca. Pero —y eso es lo interesante— las versiones chocan: mientras algunos ven una polarización de la cual el único responsable es el presidente, para otros ya era hora de ponerle fin al esquema de corrupción pactado entre los gobiernos federal y locales, decir las cosas por su nombre y afrontar lo que hubiera que afrontar. Una dinámica que aún está lejos de acabar.

“Hay estados y municipios que no cobran impuestos locales y se dedican nada más a estar recibiendo el cheque que le manda la federación”.  

Recortes presupuestales

Se trata de una de las medidas más polémicas al interior del país (cuyo símbolo es el fin de los fideicomisos propuesto por el gobierno federal).

En líneas gruesas se trata de un desencuentro estructural: el fin de algunos fabulosos dispendios para sindicalizados, ONGs, estructuras oficiales y extraoficiales de gobierno, etc. Una decisión que ha acarreado la ira de los afectados (principalmente sindicalizados o funcionarios que vieron desaparecer sus históricas prerrogativas), pero el apoyo de otros miles de trabajadores que siempre se sintieron desplazados por una casta privilegiada.

“El recorte ordenado por el presidente compromete el pago de servicios esenciales para el funcionamiento del gobierno, como luz, agua, gas, telefonía, pero también podría afectar inversiones en salud y educación”, dijo el medio Animal Político el 1 de junio de este año. Algo que, a juzgar por altos los niveles de aprobación más recientes del presidente, no parece preocupar mucho a los mexicanos.

El fin de algunos fabulosos dispendios ha acarreado la ira de los afectados (principalmente sindicalizados o funcionarios que vieron desaparecer sus históricas prerrogativas), pero el apoyo de otros miles de trabajadores que siempre se sintieron desplazados por una casta privilegiada.

ECONOMÍA

Se trata de un tema de largo aliento y difícil análisis, tanto por su propia complejidad como por la distorsión estructural que significó la pandemia de coronavirus no solo para México, sino para todo el mundo. 

En cuanto a la macroeconomía, las cifras son objetivas.

“Desde que el 1 de diciembre de 2018 Andrés Manuel López Obrador tomó posesión como presidente de la república, el Producto Interno Bruto (PIB) y la inversión son los indicadores macroeconómicos que mayor deterioro han presentado” dijo el periódico Milenio el pasado 1 de septiembre. Un factor que, sin embargo, para muchos de los adherentes a la 4T tiene completo sentido (además de los efectos de la pandemia): remover la corrupción siempre acarrea ajustes que afectan las cifras globales.

“Estamos limpiando” ha sido AMLO en reiteradas ocasiones, “y eso requiere tiempo”. Y respecto de la economía, propuso su versión: la “economía moral”, una versión más “humanista” de las cifras, e incluso llegó a decir que “no me importa mucho el PIB, porque lo más importante es que haya una mejor distribución del ingreso y que los beneficios lleguen a todos”. Un comentario que dio a sus enemigos y rivales políticos decenas de argumentos para asegurar que el actual presidente de México no tiene idea de lo que habla.

Para muchos de los adherentes a la 4T, remover la corrupción siempre acarrea ajustes que afectan las cifras globales.

Y sin embargo, AMLO no está tan solo como sus adversarios creen. El 11 de agosto del 2018 la BBC publicó un texto elocuente: “Por qué muchos economistas, incluido su creador, piensan que el PIB es una medida absurda”.

El argumento básico: “Bill Gates entra a un bar y, en promedio, todos los que están ahí son millonarios”.

AMLO no estaba errado en su intuición.

Otra acusación es el Populismo.

“Con la engañifa de distribuir equitativamente la riqueza, acabar con los privilegios de los ricos (esto es disolver la sociedad de clases) y desmonopolizar los medios de producción (regresándoselos al pueblo), los líderes populistas consiguen construir gobiernos que, en el fondo, tienen todas las características de la temible autocracia”, escribió en Milenio el autor Jorge Luis Preciado.

“Es en este perfil en el que se enmarca el candidato presidencial y jefe único de Morena, Andrés Manuel López Obrador, ni más ni menos que el Rey de las Mentiras Piadosas, toda vez que se ha dedicado a prometer impunemente a la sociedad mexicana lo imposible”, agregó.

Lo cierto es que, con o sin populismo, es un hecho que millones de ancianos mexicanos pudieron contar con dinero en el bolsillo en medio de la crisis generada por la pandemia, y que incluso economistas opositores han debido reconocer que la economía resistió sin tener que endeudar al país como se temía.

Finalmente, en cuanto a la relación con los empresarios AMLO ha tenido una historia ambivalente. Los mismos que critican al presidente un día aceptan aliarse con él al siguiente (caso patente de Carlos Salazar Lomelín, presidente del Consejo Coordinador Empresarial de México). Incluso el propio presidente ha sido criticado por parecer favorecer a Ricardo Salinas Pliego, despreciado en México debido a sus desplantes y a su afán en no pagar impuestos adeudados.

Lo cierto es que, con o sin populismo, es un hecho que millones de ancianos mexicanos pudieron contar con dinero en el bolsillo en medio de la crisis generada por la pandemia.

El hecho es que, aún con los roces, no se ha producido una fuga masiva de capitales en México ni la relación entre el gobierno federal y los empresarios es el Apocalipsis que aventuraban los opositores antes de la llegada de AMLO al poder.

RELACIONES INTERNACIONALES

La visión histórica del gobierno de México ha sido una e inequívoca: respetar a rajatabla la legalidad de los países extranjeros y evitar inmiscuirse en los asuntos internos de cada nación.

Esa misma lógica que convirtió en gran parte del siglo XX a México en un líder de la diplomacia mundial (fue el único país latinoamericano que en su momento se rehusó a romper relaciones con Cuba, por ejemplo) es hoy avalada por Lopez Obrador.

Un triunfo diplomático objetivo, celebrado por adherentes y opositores, fueron por ejemplo lograr que la propia ONU agradeciera a México por el acuerdo para garantizar acceso de todos los países a insumos por COVID-19.

La misma lógica que convirtió en el siglo XX a México en un líder de la diplomacia mundial es hoy avalada por Lopez Obrador.

Pero hay otro factor en la política exterior de México: Estados Unidos.

La historia, como casi todo lo que tiene que ver con el gobierno de López Obrador, ha sido compleja. El AMLO vociferante del libro “Oye Trump” dio paso a uno mucho más diplomático con el presidente estadounidense, hecho que sus adherentes calificaron de “altura de estadista” mientras sus opositores de “arrastrarse ante el enemigo”. 

Ambas partes tienen algo de razón.

Lo cierto es que al inicio de su gobierno López Obrador se cuadró casi directamente con los deseos de Trump de frenar en México el avance de miles de migrantes centroamericanos a Estados Unidos.

Por otra parte, la crisis por la deuda del agua que nuestro país mantenía con estados Unidos se resolvió de manera consistente y sin represalias, y en otro tema, pareció que incluso Trump pareció olvidar su obsesión con el famoso muro, del cual se ha construido apenas una ínfima parte.

Como ocurre casi siempre en la alta política, todos los sectores encontrarán material para confirmar sus propias teorías y prejuicios.

JUSTICIA Y SEGURIDAD

Desde el inicio el presidente aseguró que no combatiría frontalmente a la delincuencia organizada (una tesis que sus enemigos políticos tergiversaron bajo el lema “abrazos, no balazos”) sino que se enfocaría en las causas que llevaban a miles de jóvenes a ser parte de las filas del crimen.

Una propuesta que, como todo cambio cultural (y cambiar la mentalidad de esos miles de jóvenes mexicanos sí lo es), implica un desafío mayúsculo.

AMLO llegó incluso al extremo de ordenar —según sus propias palabras— dejar escapar al hijo del Chapo Guzmán en medio de un operativo, con el fin de evitar un número mayor de muertes.

Hay quienes afirman que se trató de una actitud madura de un presidente dispuesto a pagar un alto costo político por asegurar el bienestar de centenares de elementos. (El propio New York Times pareció avalar la medida). Para otros, simplemente AMLO se acobardó.

Desde el inicio el presidente aseguró que no combatiría frontalmente a la delincuencia organizada sino sus causas. Una propuesta que, como todo cambio cultural (y cambiar la mentalidad de esos miles de jóvenes mexicanos sí lo es), implica un desafío mayúsculo.

Mientras la discusión sigue, el hecho es que la delincuencia no ha disminuido.

“¿Por qué nos ha costado reducir el número de homicidios?”, se preguntó el presidente. “Porque tiene que ver mucho con la delincuencia organizada y constantemente hay confrontación, enfrentamientos entre grupos. Eso nos aumenta el número de homicidios”, indicó.

Para otros, simplemente AMLO se acobardó.

Pero mientras tanto, en otros temas sí parece haber algunos avances. El 26 de septiembre el Presidente de la República ofreció disculpas a los padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, un hecho que si bien no aseguró que las investigaciones sobre los cuerpos llegarían a buen puerto, fue celebrada por la alta carga simbólica que implica que el estado reconozca formalmente un error de proporciones históricas.

Un discurso completamente contrario a la ceguera —acusada por todos los sectores— del gobierno de Enrique Peña Nieto. 

“Como madre le pido que sigamos caminando juntos” le dijo al presidente María Martínez Zeferino, madre de Miguel Ángel Hernández, uno de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa. “Yo sé que está en la mejor disponibilidad y se le agradece”.

CORRUPCIÓN

Convertido en el gran caballo de batalla del gobierno de la 4T, es un hecho que durante la actual administración se ha investigado lo que nunca antes se había investigado en México.

Para los detractores de las medidas (principalmente políticos de primera línea relacionados con los casos emblemáticos) se trata de una construcción falaz, que solo busca cobrar venganzas contra los enemigos políticos del presidente  y que agregan el riesgo de comprometer, incluso, la estabilidad del país.  

Para la mayor parte de los ciudadanos, sin embargo, no hay dos lecturas: México podría, por fin, acabar con la impunidad de la que durante décadas gozaron los que se robaron al país. La lectura ciudadana tiende incluso a criticar al presidente por no poner más mano dura contra los antiguos políticos. Cuando se decidió pedir a Estados Unidos el regreso del general Salvador Cienfuegos —a quien AMLO ha dejado entrever que protegerá—, la reacción general fue el desencanto.

Por otra parte, y tomando en cuenta los intrincados laberintos políticos —acuerdos, amenazas, intercambios— a los cuales la mayor parte de los ciudadanos no accederemos jamás, el mismo caso Cienfuegos demuestra lo complejo que resulta convivir en el mismo territorio con figuras importantes a las cuales se pretende encarcelar.    

Para la mayor parte de los ciudadanos no hay dos lecturas: México podría, por fin, acabar con la impunidad de la que durante décadas gozaron los que se robaron al país.

Los intelectuales y analistas, mientras tanto, tampoco se ponen de acuerdo. Durante el debate “¿El gobierno de AMLO realmente combate a la corrupción?”, algunos adherentes mencionaron la lucha contra el huachicol, la disminución en los salarios de altos funcionarios, eliminar intermediarios en muchas acciones de gobierno y la reciente desaparición de los fideicomisos, que en su gran mayoría eran ineficaces y se prestaban la corrupción.

Los detractores, en cambio, señalaron que el combate a la corrupción es pura propaganda, que la campaña de López Obrador giró en torno a que la corrupción era causante de problemas como la desigualdad, la delincuencia, los asesinatos, y el diagnóstico fue correcto pero no sus acciones, que no hay  resultados y que, como ejemplo, se sigue favoreciendo a contratistas corruptos.

El tamaño del emprendimiento hace evidente que los resultados aún están por verse, y que la discusión seguirá. Por lo pronto, los mexicanos se manifiestan en masa: que el presidente siga adelante contra los corruptos.

PANDEMIA

La decisión de no instaurar prohibiciones por la pandemia para no afectar mayormente la economía acarreó acérrimas críticas entre muchos mexicanos. Incluso, se convirtió en uno de los tres principales focos de conflicto para los integrantes de la Alianza federalista. La visión de AMLO ha sido una sola:

El gobierno federal no impondrá prohibiciones.

Pero, mientras tanto, una gran parte de la población comparte los reparos presidenciales respecto del prohibcionismo: para muchos sería, sencillamente, hundirlos aún más en la miseria.

El tema es complejo, por cuanto tiene varias aristas. AMLO asegura que quizá sí hubiera sido posible cerrar las actividades económicas si los gobiernos anteriores ni hubieran dejado a tantos mexicanos en la pobreza. Sus opositores lo acusan de evadir el tema y de justificar cualquier cosa culpando a sus antecesores. 

Mientras tanto, el pasado lunes el director de la Organización Mundial de la Salud pidió a México tomar con seriedad el manejo de la pandemia, debido al incremento de casos de coronavirus en las últimas semanas. Pero el gobierno tiene una fuerte carta bajo la manga:

Según el Coneval, los datos sobre pobreza en México de 2012 a 2016 (última medición multidimensional de la pobreza del Consejo) refieren que 2.1 millones de personas salieron de la pobreza extrema en ese periodo, pero la pobreza moderada aumentó en 2.2 millones de personas. Así, en el sexenio de Peña Nieto las personas en pobreza pasaron de ser 41.8 millones en 2012 a 44 millones en 2016.

Y mientras tanto el presidente, fiel a sí mismo, no duda en seguir politizando las cosas.

”No ha sido fácil, porque enfrentamos la pandemia, la crisis económica y también a los conservadores, que querían mantener el mismo régimen de corrupción, pero ya son otras las condiciones”, dijo López Obrador.

En el sexenio de Peña Nieto las personas en pobreza pasaron de ser 41.8 millones en 2012 a 44 millones en 2016.

Las cifras duras:

La epidemia ha dejado casi 106 mil muertos en México, lo que ubica al país en el octavo país con más defunciones por cada 100 mil habitantes.

Pero esta historia es ambivalente, y pese al complejo panorama el presidente mantiene su popularidad: en noviembre tuvo una aprobación promedio de 58,4%, según la consultora privada Mitofsky. Su mejor número en 2020.

“Hay mucha gente que votó por López Obrador que se esperanzó y que están arrepentidos” dijo a la Agencia France Press el analista José Antonio Crespo. “Sin embargo, son muchísimos los que siguen creyendo por una devoción casi religiosa, donde la palabra de López Obrador es como sagrada”.

Es Andrés Manuel López Obrador, el autodeclarado presidente que ofrece la única alternativa nacional. El mismo que otros ven como el presidente que dejará a México sin alternativas.

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