Eduardo Pérez Arroyo
Morelia, Michoacán.- Antes, don Porfirio Martínez.
Ahora María Luisa, con el conocimiento que dan los muchos años de dedicar paciencia y trabajo a algo que se quiere.
María Luisa sopesa, mide, calcula y al final entrega la receta limpiamente etiquetada y sin posibilidad de error. Las máquinas modernas también pesan, miden calculan y entregan, pero la larga lista de profesionales que aún confían sus recetas a la labor de María Luisa hacen pensar que en la Farmacia Popular se sopesa, mide, calcula y entrega con más exactitud.
María Luisa lleva casi toda su vida frente del negocio. Hablar con ella es hablar con una tradición que ya no se encuentra en las tiendas modernas, más ufanas con el lucro que con la calidad.
—Acá las cosas se hacen y siempre se hicieron de primera mano— asegura.
También aclara que solo usa los mejores materiales e ingredientes existentes. Ahí están las tabletas de Baromal o la Tintura Manzanillo, hechas por la propia mano de don Porfirio en los años 20 y 30, o todos los secretos médicos que se han podido acumular en casi 60 años de ejercicio de a profesión en manos de María Luisa, para comprobarlo.
DESDE TODOS LOS RINCONES
Era la segunda década del siglo XX. El país apenas se sacudía de la larga estancia de Porfirio Díaz y el ambiente social estaba crispado. La escasez y las fuerzas maderistas que marchaban comandadas por Salvador Escalante hacían su entrada triunfal en la ciudad. Más tarde Morelia sería tomada por las fuerzas del general Sánchez y las tropas villistas al mando de José I. Prieto. También por esos años se crearía la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), la primera universidad autónoma del país.
Y mientras México hacía revoluciones, había que conservar la salud.
La Farmacia Popular fue fundada el 30 de septiembre 1911 por don Porfirio Martínez, casado con la profesora María Peñaloza Martínez, en la entonces Calle del Real –ahora Madero Poniente–, esquina con 6a. de Hidalgo, hoy Valentín Gómez Farías. Dada la experticia de su dueño, quien había cursado sus primeros estudios en la Escuela de Nuestra Señora del Refugio y en el Colegio de San Nicolás de Hidalgo, y de la atención personalizada que se brindaba, su fama llegó a trascender largamente las fronteras de Morelia.
De Huetamo llegaban pacientes, narra María Luisa, con su cinto de víbora a buscar al sabio, y de Guanajuato aún se reciben pedidos. Pero antes a veces, por medio de arrieros, se enviaban las recetas cuidadosamente elaboradas a la Ciudad de México o a otros estados del país.
—La relación comercial de Porfirio era tal nivel que la alemana Bayer, con sede en Leverkusen, aún conserva entre sus archivos el nombre de este lejano comprador de Morelia —dice Maria Luisa.
Más tarde el negocio se trasladó. En 1939, de la Calle Real pasó a Allende 15 y más tarde encontraría su ubicación actual en Obrajeros de Nurio y Madrigal de las Altas Torres en la colonia Vasco de Quiroga, la más antigua de la ciudad. A muchos estudiantes de química y farmacia se les permitía hacer su práctica, con lo cual la Popular era el complemento perfecto para el sistema educativo oficial.
Como generalmente ocurre con quienes con el tiempo se convierten en los parámetros de las cosas, la labor de don Porfirio no se limitó sólo a confeccionar a pedido: el analgésico Martinol o el Talco Oriental fueron fórmulas creadas y expendidas por él.
En la Popular laboraron muchos, antes con don Porfirio. Ahora, bajo el cuidado de María Luisa Martínez, colaboran Lourdes Ramos Gamiño, Jorge Chávez Parra, Ariel Arias Chávez, Mercedes Linares Tapia, Gabriela Arias Chávez, Alejandro Pechoza e Israel Jaramillo. Hasta hoy, muchos médicos que saben lo que es bueno –especialmente dermatólogos– prefieren tratar directamente con María Luisa porque la personalización de cada medicamento de acuerdo a los requerimientos específicos del paciente no es cosa que haga la Bayer ni cualquier farmacia.
Y mientras tanto, la Farmacia Popular se adapta. A través de sus cuentas en redes sociales expide recomendaciones, celebra sus aniversarios, alerta sobre la falsificación del medicamento Plaquenil y felicita a quienes tienen la tarea de conservar la salud del prójimo. También es consciente de su propia historia. “Por iniciativa del Profesor Porfirio Martínez Morales la Farmacia y Perfumería La Popular de Valladolid abre sus puertas un 30 de septiembre de 1911”, dice de sí misma. Hoy, enclavada en el mismo barrio de siempre, ofrece precios más bajos que la competencia y ha logrado resistir los embates de las antipáticas cadenas que venden lo mismo un paracetamol que una caja de cigarrillos.
La Farmacia Popular, dedicada desde hace más de un siglo a conservar la salud de los morelianos, goza también de cabal salud. Y con ella un pedazo de la historia de la ciudad.