Metapolítica
Morelia, Michoacán.- Parece el mundo al revés: las autoridades obligaron a una joven maestra de Halmastad, en Suecia, a quitarse la mascarilla al momento de hablar a sus alumnos. De paso, prohibieron su uso en todas las escuelas de la ciudad.
La razón:
afirmaron que no había evidencias científicas que apoyaran el uso de mascarillas, con base en información de la Agencia de Salud Pública de Suecia.
La agencia ya había alertado del “enorme riesgo” que suponía que las mascarillas se usaran de forma incorrecta, aún cuando esa instrucción ya fue retirada. El desfase entre la nueva información —las mascarillas finalmente si son útiles—y las escuelas suecas generó tal consecuencia.
Las autoridades de Halmstad finalmente rectificaron, pero en todo el país se están produciendo muchos nuevos casos de prohibición del uso de mascarillas. A los bibliotecarios de la próspera ciudad de Kungsbacka, por ejemplo, les han dado instrucciones para que no las usen.
Las mascarillas no son infalibles. Pero hay contribuyen a reducir la transmisión de la enfermedad, especialmente en situaciones en las que no es posible mantener la distancia social. Por ejemplo, los colegios.
¿Qué paso en el camino para llegar a prohibirlas?
Según Tine Walravens, profesor asistente del Departamento de Economía Internacional, Gobierno y Negocios de la Escuela de Negocios de Copenhagen, y Paul O’Shea, Profesor titular del Centro de Estudios de Asia Oriental y Sudoriental de la Universidad de Lund, las prohibiciones son la consecuencia de nueve meses de mensajes contradictorios de parte del gobierno sueco.
Fuera de Suecia, en este momento la mayoría de los europeos ya se ha acostumbrado a llevar mascarilla en espacios cerrados como un supermercado, transportes públicos o la consulta del médico.
Pero el caso es que su uso no siempre fue mandatado de forma tan perentoria.
El Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades recomendó desde el principio el uso de la mascarilla desde abril del 2020. Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) solo avaló la recomendación en julio. Noruega, Dinamarca y Finlandia se resistieron hasta agosto para implantar el uso de la mascarilla.
Las autoridades suecas mantuvieron su postura antimascarillas hasta diciembre, cuando el Primer Ministro, Stefan Lofven, anunció un giro de 180 grados referente al uso en el transporte público.
Pero la nueva política de Lofven en relación con las mascarillas no se limitó a hacerlas obligatorias en los transportes. En lugar de ello, recomendó usarlas entre siete y nueve de la mañana y entre cuatro y seis de la tarde. Y no para todos: solo para los nacidos “en 2004 y con anterioridad”, y que además no tuvieran asiento reservado.
Un mensaje complejo, difícil de entender e interiorizar.
Un ejemplo:
Dos semanas después de que se aprobara la recomendación, el director de la Agencia de Salud Pública del país, Johan Carlson, fue visto sin mascarilla en un autobús durante la hora pico. Cuando se le preguntó por su incapacidad para cumplir con sus propias recomendaciones, él afirmó que “simplemente no me di cuenta de que había llegado la hora pico”.
En este contexto, no puede sorprender que haya bibliotecas y colegios en Suecia que estén mandando mensajes contradictorios sobre si hay que llevar o no mascarilla.
En suma:
la disposición sobre el no uso de mascarillas en Suecia es el resultado de varios meses de una mala comunicación de riesgos en torno a una medida simple de salud pública. Se trató de exceso de burocracia, no de estudios certeros de salud. Y un argumento directo en contra de todos quienes minimizan su valor, entre ellos el presidente de México, Andrés Manuel Lopez Obrador.
Y sí: las mascarillas, buen usadas, pueden salvar vidas.