Humberto Urquiza Martínez
Una de las herramientas que más se ha distorsionado en los procesos electorales han sido las encuestas. Empezaron siendo un instrumento para la toma de decisiones por parte de los partidos políticos y candidatos, y se han transformado en un instrumento de difusión electoral.
Con el cierre de las campañas electorales en Michoacán, la guerra de encuestas para definir quiénes son los candidatos y partidos que llevan la delantera, han generado más incertidumbre que certeza de lo que realmente está pasando entre los candidatos.
Hoy, los partidos y candidatos punteros usan las encuestas para difundir su supuesta buena posición frente al electorado, con el objeto de generar una impresión favorable en la lucha por el poder. La competencia electoral se ha transformado en una lucha por difundir quién de los candidatos está en primer lugar en las encuestas, pensando que con eso, se gana la elección.
Sin embargo, poco se difunde, como parte de las encuestas, el número de ciudadanos indecisos que no tienen todavía definido el sentido de su voto.
Por ello, y a semana y media de que terminen las campañas electorales, seguramente las estrategias de los partidos y sus candidatos se enfocarán en ese margen de votante, para lo cual tendrá dos vías:
- Orientarse en difundir el apoyo de líderes sociales y políticos, en busca de maximizar una buena imagen ante ese electorado que todavía no define su voto, haciendo de lado cualquier estrategia de propaganda electoral focalizadas en las propuestas. Con ello, la idea que se quiere posicionar es de sumar y apoyo a su candidatura, con el objetivo de generar en la conciencia colectiva, la percepción de que va en la delantera y, por tanto, es el candidato con más apoyo.
- Incidir de forma negativa en el electorado indeciso, a través de la guerra sucia. La siguiente semana será determinante para ver hasta donde los candidatos logran crecer en las encuestas a través de una estrategia de suma de liderazgos, y la semana del 27 de mayo al 2 de junio será el momento en el que explote la campaña sucia, a efecto de que los indecisos que no decidieron a favor de un candidato, vean con malos ojos al otro candidato que está creciendo o que se encuentra en la mejor posición.
Ante esos escenarios, la guerra sucia será un factor que estará presente al cierre de las campañas y seguramente, será una parte importante de las estrategias de algunos candidatos y partidos políticos para dar el último jalón en su interés de ganar la elección.
Poco ayuda a la competencia democrática que los procesos se sustenten en estrategias que no concurran en encontrar la solución a los problemas sociales y contrario a ello, solamente se difundan lo peor del contrincante. De igual forma, es necesario un replanteamiento del uso de las encuestas y su regulación en la materia electoral, toda vez que han dejado de ser una herramienta de estrategia política y se ha convertido en una herramienta más de propaganda electoral.