Por Héctor Tapia
Los equipos están atrincherados y la moneda en el aire; con todo lo que se ha dicho, argumentado y contra argumentado, todo sigue incierto. Y, adicional, todo indica que la definición final se llevará hasta el último momento.
Si bien las condiciones o elementos públicos existentes al momento llevan a pensar que la elección a la gubernatura de Michoacán se ratificaría a favor de Alfredo Ramírez Bedolla, también hay otra serie de factores y elementos más de orden político que llevan a ser cautelosos y considerar un escenario adverso, que es la nulidad y la correspondiente elección extraordinaria.
Si algo ha enseñado esta elección es que las apuestas son de alto riesgo porque la realidad y las sentencias pueden cambiar abruptamente por el factor político, que no necesariamente jurídico. Aunque se tenga que recurrir a éste último para planchar la interpretación que mejor acomode al interés político. Y sobre esto, en este proceso electoral se han dado ya varios casos.
Hace unos días escribía que mientras no haya una sentencia definitiva de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación las posibilidades de una nulidad seguían vigentes. Y lo sostengo.
Frente a este escenario, sería un error estratégico, de los equipos de ambos lados, tanto de Alfredo Ramírez como de Carlos Herrera y Silvano Aureoles, no estar preparados para cualquiera de las dos sentencias.
Narrativamente se entienden las posturas de ambos proyectos; por un lado la defensa de un triunfo ya ratificado por el Tribunal Electoral del Estado de Michoacán (TEEM) y lo relativo a los cómputos distritales que ratificó el sentido la Sala Superior, dando el triunfo a Ramírez Bedolla; y por otro lado, que esto aún no termina, y que falta la sentencia mayor. Ambos proyectos tienen que defender sus líneas narrativas, así se entiende.
Y aunque no lo digan o reconozcan de manera pública, deben estar trabajando para estar listos sobre cualquiera de los dos escenarios. Pero también, se sabe, ambos proyectos operan desde sus posiciones y a través de sus nexos y despachos que las condiciones de la sentencia largamente esperada sean a su favor.
Bajo esta ruta, si hay ratificación de triunfo, debe estarse pensando en cómo “apaciguar” los ánimos y zanjar las diferencias; construir grandes acuerdos. Todo esto porque Michoacán está frente a una bomba de tiempo que requiere la atención conjunta e integral de los problemas que enfrenta, desde el financiero hasta el de seguridad.
Pero, por otro lado, si hay nulidad, esto tiene que llevar forzosamente, aunque no guste a muchos, a pensar en un perfil para una gubernatura interina, en tanto se desahoga una elección extraordinaria, porque tendría que entrar en funciones a partir del 1 de octubre.
En consecuencia, un escenario como este último llevará a la definición de los perfiles que serán los abanderados para una nueva contienda, ahora extraordinaria; por un lado Morena, donde hay varios con una posibilidad de ser el que abandere, y ya no podría ser Alfredo Ramírez, dado que sería el sancionado por la Sala Superior, bajo este supuesto; habrá que ver si ya se tiene previsto a un plan emergente, lo que llevaría a nuevos retos para ponerse de acuerdo al interior de un partido que no está acostumbrado a disciplinarse.
En cuanto al Equipo por Michoacán, quizá sí podría impulsar a Carlos Herrera de nueva cuenta; pero le tocará enfrentar el creciente rechazo y descredito que ha venido acumulando el gobernador Silvano Aureoles Conejo, lo que le pasará la correspondiente factura.
Estos son sólo un par de escenarios que son inevitables plantear ante una sentencia que se ha tardado en llegar, y que, como escribo en este texto particular, donde ambos equipos deben estar preparados para lo que viene. Mientras tanto, Michoacán seguirá esperando.