Jacques Coste
Hace unos días, releí la entrevista que José C. Valadés le hizo al general Plutarco Elías Calles en 1936, aunque tal sólo se publicó parcialmente hasta 1943 e íntegramente hasta 1962, con el título “Últimas palabras de Calles antes del destierro”, en la revista Mañana (consultable en: https://moderna.historicas.unam.mx/index.php/ehm/article/view/3047/68819).
En tercer lugar, la entrevista es una especie de retrato hablado del declive de uno de los políticos más poderosos del siglo pasado: uno de los máximos artífices de la institucionalización de la Revolución, aquél que logró cohesionar (medianamente) a la “familia revolucionaria” y ése que fue presidente y luego instauró el maximato para convertirse en “el poder detrás del trono” de otros tres mandatarios. En tal sentido, la entrevista es hasta cierto punto triste y trágica, pues muestra la decadencia de un hombre que hace unos pocos años era el “Jefe Máximo de la Revolución” y ahora es persona non grata.
No obstante, amén de su importancia en términos históricos y su valor literario, la entrevista también viene a cuento por su tremenda actualidad. En estos días de oportunismo político, inconsistencia ideológica e incansables muestras de “lealtad incondicional” a la figura del presidente López Obrador, vale la pena releer el texto de Valadés.
A continuación, transcribo tres fragmentos que bien podrían describir el momento político actual:
“Los políticos mexicanos, los políticos, nuestros políticos, son como los políticos de todo el mundo: carecen de principios, abandonan a sus jefes y amigos. Son tan pocos los hombres leales. La política, amigo, es una cloaca, siempre lo ha sido”.
“Y cómo va a creerse que sean sinceros otros que antes eran de la derecha y ahora son de la extrema izquierda. […] Mire, ahora el ser radical sirve para que se abran las puertas del presupuesto; todos esos que oye usted hablar de izquierdismo […] es que andan buscando acomodo”.
“Hombre, hombre, si yo los conozco a todos [los políticos mexicanos]. Los he tenido aquí… Y el ex presidente extiende el brazo, muestra la palma de la mano, y parece como indicar allí. Sobre esa palma han bailado o ha hecho bailar a los numerosos cortesanos que ahora pretenden tener las características del hombre combativo”.
Las citas muestran cómo, después de casi un siglo, la política mexicana no ha cambiado tanto. En primer lugar, sigue siendo una cloaca: basta con ver cómo las instituciones del Estado se utilizan para cooptar opositores; es suficiente con observar cómo muchas iniciativas se aprueban con la misteriosa ausencia de algunos legisladores en los días de la votación, y tan sólo hay mirar cómo todos los partidos movilizan a los votantes en las elecciones mediante billetazos a la población y prebendas a los caciques regionales.
En segundo término, los políticos siguen cambiando de principios, convicciones, aliados y partidos sin recato alguno. Así, se puede pasar de ser salinista o calderonista a obradorista; se puede ser el más conservador de los panistas y luego ser el morenista más convencido de todos; es válido gobernar un estado bajo las siglas de un partido y, al dejar el cargo, unirse al gabinete de un presidente de signo político distinto.
En tercer lugar, en efecto está de moda mostrar ser “izquierdista” para obtener presupuesto, prebendas y beneficios políticos. Yo pondría en tela de juicio si en verdad Morena es izquierdista, pero demasiados gobernadores se presentan como miembros de la izquierda representada por el presidente López Obrador, copian su discurso y lo alaban hasta el cansancio con tal de que su estado sea “apapachado” por la federación: que les envíen elementos de la Guardia Nacional, programas sociales, recursos para el sector salud, etcétera. Pero, ¿cuántos de ellos son verdaderamente izquierdistas?
En cuarto lugar, ¿cuántos miembros de la coalición gobernante no han “danzado en la palma de la mano” de un presidente anterior y ahora se exhiben como incondicionales del presidente López Obrador y convencidos de la cuarta transformación?
En resumen, la entrevista de Valadés a Calles es una férrea crítica a toda la élite política mexicana del momento, pero también ofrece un espejo en el cual mirar a los políticos de hoy. La política mexicana ha cambiado en muchos sentidos desde los años treinta del siglo pasado, pero en muchos otros aspectos sigue siendo la misma. Si algo sigue caracterizando a nuestra élite política es la incongruencia: sus miembros son acomodaticios y la figura del presidente de la República sigue siendo tan poderosa que, como por arte de magia, cambia las convicciones, las lealtades y los principios de los líderes y representantes.