Óscar Carbajal
Desde hace más de tres años nos ha quedado claro algo: sólo el Presidente López puede decidir qué está bien y qué no, sólo él. La prueba está en lo declarado en torno a la propuesta de reforma electoral que pretende implementar, lo cual no debe pasar para desapercibido en la sociedad.
¿Por qué se incendió el coraje del mandatario? Porque la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación decidió que es ilegal la promoción de su consulta para revocación de mandato, debido a que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos señalan que 90 días antes de que inicie un proceso electoral o de participación ciudadana, no pueden modificarse las leyes; en pocas palabras, le dijeron: “Está bien que quieras promocionar los mecanismos de participación ciudadana, pero en este momento no aplica, al que sigue con mucho gusto lo haces”. Con esto, el Tribunal dejó evidenciado que es inconstitucional lo que se pretendía y que no se pueden acomodar leyes así porque sí.
Ante eso, AMLO ha declarado que la reforma electoral que viene estará buscando que las magistraturas y consejerías electorales serán elegidos por voto directo de la ciudadanía, ya no será por medio de convocatorias, exámenes, como se ha venido haciendo. Primero, quiero decir que esto no entra dentro del principio de austeridad, porque celebrar elecciones para todo, será a costa del pueblo, como se ha hecho con la Revocación de Mandato. Segundo, la venganza no es la vía.
Dos cosas son muy utilizadas actualmente por el partido en el poder: democracia y pueblo. Curiosamente, son de las dos cosas que más afectan con sus decisiones. Si bien la idea de elegir a las personas encargadas de hacer que la democracia funcione en este país podría sonar bien, la historia nos ha dicho lo contrario. No debemos olvidar que en México ya fue implementado dicho sistema al momento de elegir a quien integraría al Poder Judicial, lo que no dejó un buen sabor de boca al olvidarse de la carrera judicial y la experiencia que solamente se adquiere al transitar el camino.
Pareciera que estamos empeñados en repetir la historia, con prácticas que no han sido benéficas para la sociedad, como lo ve Bolivia actualmente, donde se implementó un sistema de elección de jueces por medio del voto directo y no la están pasando bien. Tal vez para nuestro país será un tema novedoso, pero en la materia electoral se ha estudiado demasiado esto desde hace décadas, al grado de tener críticas que nos dejan la siguiente reflexión por algunos juristas: El sistema de los jueces por elección no ha dado buenos resultados. Primero, no ha dado ninguna garantía de competencia jurídica. Después, para afrontar las elecciones, los candidatos a las funciones jurisdiccionales han tenido que aliarse con los partidos políticos, lo que tampoco asegura garantías de imparcialidad.
Tal parece que aquellos que promueven las reformas electorales buscando cambiar el sistema se han olvidado que gracias a la lucha de la izquierda en el país se tiene el método de selección de consejerías y magistraturas que actualmente prevalece, como también parece que se olvidaron sobre la manera en que la alternancia ha sido frecuente en el país, y eso, eso, es democracia. Pongamos las cartas sobre la mesa: la reforma electoral que se necesita no debe ser emanada desde los comentarios de ira y venganza, como día a día se hace desde el 2018, sino, se debe hacer en un total y estricto apego a la conciencia y valoración sobre lo que sigue funcionando y lo que no. Como alguien que vive en el día a día dentro de lo electoral, puedo decir que hay demasiadas cosas que siguen funcionando, que el sistema democrático que tenemos ha sido un ejemplo a nivel mundial desde que se comenzó a entender como un ente autónomo con capacidad necesaria para poder señalar lo que esta bien y lo que está mal.
No todos los días salimos triunfantes en los caminos electorales, sea del color que sea, pero debemos entender que existen órganos que se han encargado de hacer cumplir la ley y que, a la vista de la sociedad, el ordenar que se cumpla la ley y sancionar cuando no se hace, se llama justicia.