J. Jesús Reyna García
Orgullosos estamos de ser michoacanos. Nuestro estado tiene variedad de climas, altitudes, tierras, que nos permiten ser principales productores de aguacate, guayaba, limón, berries (fresa, zarzamora, arándanos y frambuesa), producimos plátano, flor, coco, durazno, en fin, diversidad de productos que cultivamos. Orgullosos y contentos, pero a la vez preocupados, porque tenemos problemas graves que resolver.
También tenemos una Universidad del estado, la nicolaíta, que nos llena de orgullo. Su historia es verdaderamente abrumadora. Quienes en ella nos formamos nos sentimos plenos y convencidos de haber pasado por una formación con contenido social solidario y libertario; sin embargo, creo que hay algo que no funciona. Nuestra Universidad aporta a la sociedad gran cantidad de profesionistas diversos. Tengo la impresión de que no todos se desempeñan en actividades para las que se prepararon durante 22 años.
He visto trabajando de taxistas y en otras actividades que no requieren una preparación profesional, a historiadores, economistas, abogados, ingenieros, etc.; no menosprecio la actividad a que se dediquen, siempre y cuando sea honorable. Lo que estimo como una lástima es que el esfuerzo de la familia, el del joven y el de la sociedad (que aporta la educación pública) se tire de esa manera. Se puede decir “falta de opciones” y se puede contestar “falta de interés”. Entraríamos en una discusión interminable e innecesaria.
He escrito lo anterior sobre la universidad porque lo que hoy digo es una reflexión sobre la sociedad, y la sociedad es un todo, donde cada institución o persona tiene un espacio y una misión que cumplir.
Concluyo sobre la Universidad: creo que le falta tener un área de extensión y enlace con egresados para conocer su desarrollo, para evaluar su utilidad social, que le sirva como retroalimentación y que sea un elemento para la toma de decisiones, respecto de las carreras que se cursan y conveniencia de detener el crecimiento en alguna y propiciar la capacitación técnica.
La universidad debe atender a la necesidad social para que sus profesionistas tengan en ella un campo de desarrollo.
Recuerdo, con cierto pesar, que hace años un egresado del Instituto Tecnológico de Morelia integrante de una brillante generación de egresados de esa institución, cuando la dirigía el siempre bien recordado Heber Soto Fierro, me dijo —para molestarme, como me molestó—: la Universidad produce empleados y el Tecnológico produce empleadores.
Decía que somos importantes y principales productores de una diversidad de productos del campo, sin duda alguna, y sin embargo, parece que siempre deseamos vernos convertidos en un estado industrializado. De vez en vez surge y vuelve surgir la idea, o incluso la nota de que una armadora de autos se va a instalar en nuestro estado o cualquier otra gran industria que generará una gran cantidad de empleos. Ha sido tal que una armadora llegó en sueños y nos despertó una pesadilla.
No tengo duda alguna de que los michoacanos somos gente de trabajo, responsables, dedicados y honorables, y reitero, afortunados con el lugar, el espacio que tenemos para vivir.
Hay muchas sociedades locales, regionales o de mayor tamaño, en nuestro propio país o en otras latitudes del mundo, que desearían tener estas condiciones de la naturaleza en la que vivimos.
¿Por qué seguir empecinados, empeñados o soñando en que el desarrollo de Michoacán debe medirse en base a la instalación de grandes industrias? Porque el propio gobierno se empeña en ello y nos genera esa inquietud. No deberíamos tener ese sueño y menos permitir que se convierta en una obsesión social.
Tenemos dificultades para que nuestro Estado se convierta en industrializado, las comunicaciones, la orografía en la mayor parte del territorio, bien vemos que los estados que más desarrollo tienen son los que están en el altiplano y tienen una comunicación sin dificultad para llegar al gran consumidor que son los Estados Unidos.
Esto se confirma si revisamos cuántas y cuáles plantas industriales, de gran cantidad de empleos y bien remunerados, se han instalado en los últimos 30 años en el estado. Señalo este corto periodo para no sacudir innecesariamente la historia.
Ahora bien, independientemente de los inconvenientes ya señalados, para lograr esas grandes industrias en Michoacán, hay un elemento que lo dificulta, realmente creo que sirve de repelente.
Este elemento al que me refiero, no sé si somos quien principalmente lo produce, pero sí somos de los primeros lugares. Es algo que debemos resolver si queremos ir a un estado de grandes industrias, tenemos que superar nuestra conflictividad social.
Somos un estado con gran conflictividad social y se da en cualquier parte del territorio estatal, igual se cierra una carretera que se toma una oficina de gobierno; se toman casetas de una autopista o un banco; se cierra una calle o se bloquean los accesos a una ciudad; se hace un plantón o se bloquea un centro comercial.
Esa conflictividad social genera incertidumbre para el productor en cuanto a si sus insumos le llegan o bien sus productos llegan a tiempo para cumplir un contrato.
Los retrasos en el arribo de insumos a las plantas industriales causan un importante daño en la producción, sube los costos pues puede estar pagando trabajadores que no hacen nada, los inventarios que ya tienen le generan un costo financiero y la falta de producción posiblemente impediría cumplir compromisos de entrega.
Igual si el producto que sale terminado no llega a tiempo a su destino, le puede generar cancelaciones de contratos o pedidos, con el consecuente impacto.
Por esto digo que la conflictividad social tan generalizada en el estado, a mi parecer, funciona como repelente para las inversiones de las grandes industrias y en general de la industria toda.
Y aquí empieza una responsabilidad de todos, pero principalmente del gobierno. Una idea elemental y básica, el gobierno no debe convertirse ni ser el gran empleador, es responsabilidad del gobierno crear las condiciones adecuadas y necesarias para el desarrollo del estado. Esto se entiende casi siempre como sinónimo de desarrollar la infraestructura, pero en nuestro caso lo que se necesita urgentemente es disminuir la conflictividad social.
La conflictividad social se ha visto muy incrementada, estimo que el evidente desencuentro del gobernador Silvano con el gobierno federal es una causa que este último aprovechó para desentenderse de su responsabilidad y culpar de todo al gobierno federal, lo que culminó con su abandono irresponsable de la función de gobernar, desde meses antes que tomara posesión el actual gobernador. Hay un hecho material muy publicitado en estos días, que es muestra objetiva de ese abandono: la afectación en las instalaciones de la Expo Feria.
Está complicado sí, es difícil sí, pero es el momento que nos tocó vivir, y cada quien a asumir su papel y su responsabilidad.
Líneas atrás decía que la conflictividad funciona como repelente de la inversión, pero afecta nuestra realidad económica. Ya decía que somos un estado creador importante de productos del campo, los de mayor valor, perecederos que, consecuentemente, resultan muy afectados ante bloqueos carreteros.
Así que para impulsar el desarrollo, para mantener los niveles de crecimiento y sobre todo para tener tranquilidad social, que propicie un desenvolvimiento adecuado, se requiere hacer un esfuerzo para disminuir esa conflictividad.
Nos duelen sin duda, y más nos afectan, los hechos violentos que están sucediendo, que sumados a la conflictividad, desalientan inversiones.
Los hechos de Zitácuaro tendrán muchas interpretaciones. No encasillo eso en lo que aquí narro, pero también es una posibilidad.
Tuvimos en septiembre de 2021 un mes muy difícil. El gobernador en funciones abandonó práctica y totalmente su responsabilidad, el gobernador electo no era atendido y menos respetado por las autoridades estatales.
Los presidentes municipales entraron en funciones el primero de septiembre y durante ese mes las autoridades estatales de seguridad pública (se dice gente del Comisionado, recordemos que sólo hay uno), aprovechó para mover y designar a su antojo a directores de seguridad en los municipios, para proteger algo, ellos saben. En septiembre hubo quienes con atingencia hicieron su trabajo y hubo otros que no hicieron o no pudieron hacer nada. Ahora se empiezan a tener las consecuencias.
En fin, la conflictividad social puede deberse a casos irresolubles, que seguramente son los menos, al planteamiento de necesidades y/o problemas no bien atendidos o no resueltos, y también pueden ser por una actitud excedida.
Entonces se requiere un gobierno muy atento al acontecer diario y percibir lo que ahora se conoce como el humor social y anticiparse, con atención y dedicación, para evitar que aquellas pequeñas inconformidades se conviertan en problemas.
Todos debemos entender y comprender que el accionar social ha cambiado, todos los ciudadanos, funcionarios y gobierno como institución, que somos agentes sociales, estamos obligados a actitudes nuevas, de más disposición y de mejor capacidad para visualizar que el final de todo problema se logra con aportación de voluntad y muchas veces cesión parcial de lo que se demanda.
Debemos construir ese Michoacán que queremos, de desarrollo, que significa más y mejores empleos para los michoacanos, para lograrlo tenemos que pasar por superar conflictividad social y violencia, el reto es grande, de ese tamaño debe ser la decisión y dedicación.
Una afirmación mía: estoy seguro que tenemos variedad de climas, variedad de alturas en las tierras cultivables, lo que nadie puede a su voluntad tener, para producir diversidad de productos, no necesitamos de las grandes industrias para lograr un desarrollo, si entendemos éste como “cada día vivimos mejor y somo más los que vivimos mejor”; creo que lo que necesitamos es darles valor agregado a los productos de nuestro campo. Me parece que ahí hay un espacio casi inagotable de cosas por hacer para generar riqueza en beneficio de más michoacanos.