Por Roberto Pantoja Arzola
Por años, se creyó que la sola llegada de turistas al país significaba desarrollo para las regiones a donde esto ocurría. Nada más alejado de la realidad. Ya en el Proyecto Alternativo de Nación presentado por el entonces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, se hablaba de la existencia de paraísos turísticos en verdaderos infiernos de marginación y la realidad sustentaba esta aseveración.
Para el caso de Michoacán, de los 10 municipios con mayor número de establecimientos de hospedaje reportados por Datatur en 2019, sólo cuatro tienen un coeficiente de Gini inferior a la media estatal. Esto significa que una mayor vocación turística no necesariamente se ha traducido en una menor desigualdad social.
Diversos estudios han demostrado que la cadena de valor del turismo y sus significativas conexiones con otros sectores como agricultura, construcción, servicios públicos y transporte, pueden contribuir a la reducción de la pobreza. Con respecto a la cadena de suministro del sector, un puesto de trabajo en el corazón de la industria del turismo genera indirectamente 1.5 puestos de trabajo adicionales en otros sectores económicos.
Pese a ello, el impacto del turismo en la reducción de la desigualdad es raquítico, quizá porque esta actividad parece concentrarse en municipios eminentemente urbanos. Se ha demostrado que el mayor impacto del turismo en la desigualdad se da en las zonas rurales.
Para incrementar el círculo virtuoso de la llamada industria sin chimeneas es necesario darle un vuelco a las estrategias que se han seguido en los últimos años en la entidad y superar los objetivos de estas que se han concentrado en la simple promoción de los destinos ya tradicionales, para articular una serie de productos y actividades en zonas de alto potencial turístico, pero con poca infraestructura y promoción.
Del mismo modo, se hace necesario cuidar la competitividad de los oferentes locales que se dedican a actividades complementarias al turismo como lo es el comercio al por menor. Resulta inexplicable que en el epicentro de destinos turísticos como Pátzcuaro o Morelia se permita la instalación de franquicias comerciales que son dinamita pura para los pequeños comercios, los cuales quedan imposibilitados de retener la derrama económica que traería el turismo hacia estos negocios familiares.
Michoacán es una potencia turística, pero los efectos económicos positivos de esta actividad se han limitado al crecimiento únicamente de los beneficios a las ramas que se encuentran directamente inmersas en la misma. Es urgente que se observe de forma integral a la misma para estimular la competitividad de todas las actividades vinculadas al turismo y para detonarla en zonas de alta marginación a través de productos como el turismo de aventura, el ecoturismo y el propio turismo social.