Por Roberto Pantoja Arzola
El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha comenzado su último tercio, y dado que él mismo ha anunciado su retiro al concluir su mandato, Morena, el partido y movimiento que él fundó, tendrá sobre sus hombros la responsabilidad histórica de asumir la vanguardia de la continuidad del proceso de transformación que tuvo un punto de rompimiento con el triunfo electoral de 2018.
Ahí, en las urnas, Morena y sus aliados lograron la hazaña de imponer una nueva mayoría social en la construcción de un gobierno que ha significado el inicio de un proceso de cancelación de las reformas neoliberales y de reconstrucción de derechos sociales, a pesar de enormes resistencias que aún prevalecen entre sectores favorecidos durante el anterior régimen.
Es claro que el calado de estos cambios ha sido de alto impacto, que los intereses que han trastocado no son menores y que estos buscan subsistir, aún anclados al gatopardismo que tienta a ciertos sectores del partido en el poder y al propio gobierno. Determinados a mantenerse a flote, cascajos del pasado se han montado a las olas de un agitado mar de cambios.
Morena, el partido mayoritario que logró esa condición en tiempo récord, está siendo sometido a una embestida que busca encapsularle y blindarle de aquello que le daba valía como instrumento popular: su adaptabilidad. La censura, la cerrazón a la autocrítica y la apertura indiscriminada a prácticas provenientes de la urgencia electoral que carcomió a los partidos del pasado, parecen instalarse en la agenda prioritaria de un temeroso movimiento que contempla el retiro de su baluarte, Andrés Manuel López Obrador, a la vida privada.
La indefinición política ha comenzado también a campear entre el pragmatismo electorero de quienes son ahora la nueva mayoría burocrática de este movimiento. Estorbaba la palabra izquierda, para comenzar a abrazar la nebulosa que dicte la moda y la condición que imponga el interés del momento.
Morena ganó la presidencia con López Obrador; en él se anclaron luchas históricas que ven cristalizarse algunas de sus causas con las definiciones del tabasqueño en Palacio Nacional. Se ganó el gobierno, pero el pueblo no ha conquistado el poder. Resulta urgente que llegue la autocrítica a nuestro movimiento y que las bases recuperen las plazas, que la discusión rebase a las burocracias y que nuevamente sean los líderes de cada centímetro de esta patria, los que agiten las causas por las que la Cuarta Transformación llegó.