Por Juan Adolfo Montiel Hernández
Las Fuerzas Armadas han estado presentes desde el primer día de México como nación independiente, incluso figuraron como alguna de las partes en los conflictos internos y también en la defensa contra grupos con intención intervencionista, pero a partir de 1950, México dejó de tener como titular del Poder Ejecutivo a un integrante de las Fuerzas Armadas y esto ha ayudado a que el poder civil sea el que esté al frente y a la cabeza.
Y las Fuerzas Armadas, como institución del poder, se encuentren restringidas a sus actividades. En todo Estado moderno tenemos diferentes grupos de poder, hay incluso poderes fácticos, aquellos que no son institucionales, como grupos sociales, religiosos, medios de comunicación o económicos.
En el caso del Ejército se trata de una institución del poder político, pero debe estar siempre sometido al poder civil ya que representa, en sí, la fuerza bélica del Estado. Por ello, en últimas fechas, el estar cediendo al Ejército espacios tradicionalmente encargados a civiles es preocupante: aduanas, aeropuertos, obras, transporte, incluso cuestiones turísticas.
Por lo anterior, debemos exigir rendición de cuentas y transparencia en el ejercicio de este gasto con recursos públicos, pero sobre todo un plan a mediano y largo plazo sobre cómo irán dejando esas actividades nuevamente al poder civil para que las Fuerzas Armadas se concentren en sus importantes tareas como es la defensa del territorio mexicano sobre cualquier intromisión extranjera y lo más importante que es apoyar a la población en desastres naturales.
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