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#ES TIEMPO… // Carlota y la sucesión presidencial

“Si el  tiempo es infinito… 

Estamos en cualquier punto del tiempo”.

Borges

Por Martín Equihua

Inasible, el tiempo deja su marca en política, en sus instituciones y leyes; en sus rituales, como el de sucesión presidencial que, para algunos, luce anticipada y, para otros, oportuna, y deja huellas de otro calibre en religiones y asuntos de dioses. Un sello distinto en filosofía, en literatura, en historia, en vida cotidiana. Dada esa relatividad que desborda los postulados de la física, no siempre es verdad que el tiempo vuele, que sea oro o se pierda… No obstante, en México, es tiempo de mujeres.

Más de dos siglos después del estallido civilizatorio del feminismo, que esencialmente ha luchado por dar visibilidad a las mujeres, y mientras que alrededor del mundo hay 20 féminas gobernantes, apenas una décima del total, en México bien podría arribar en 2024, la primera mujer presidenta de su historia.

Después de un lento proceso de cambio cultural, jurídico, político e institucional, podríamos estar a las puertas de ese gran salto histórico, a juzgar por la proyección de las encuestas.

El escenario está listo, con un gabinete federal integrado de manera paritaria, como los órganos legislativos de la Unión y los estados; y con nueve gobernadoras, cuando hasta el 2018, y durante toda la historia, solo se habían registrado seis. Un escenario propicio, a 70 años de haberse aprobado el voto femenino.

Y aunque ya hubo seis candidatas presidenciales, sólo Josefina Vásquez Mota arrancó con etiqueta competidora, en 2012, pero poco le duró la ilusión. Las otras cinco: la histórica Rosario Ibarra de Piedra, en 1982 y 1988; Cecilia Soto y Marcela Lombardo en 1994; Patricia Mercado en 2006, y Margarita Zavala en 2018, entraron y salieron sin pena ni gloria. 

Adiós, mamá Carlota

Y aunque en estricto sentido, la favorita de las encuestas y jefa de Gobierno de la Ciudad de México, sería la tercera gobernante en la historia, de las dos primeras hay poco que presumir, dado su carácter más ornamental que de gobierno.

Se trata de las emperatrices de fantasía, encumbradas en las primeras décadas de vida independiente. Ana Duarte, esposa del efímero emperador Agustín I, coronada en julio de 1822 en una teatralidad surrealista, con joyas y adornos prestados de iglesias y del mismísimo Monte de Piedad. Esta monarca fugaz, apenas si es recordada como mujer abnegada y madre de diez hijos.

Y de María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha, diríamos hoy, “alias Carlota”, la segunda emperatriz, coronada en 1864, sabemos que sí emprendió acciones de gobierno, educativas y de asistencia social, entre otras, además de regaños a ministros de la corte; aunque más se cuenta de su longevidad e improbable locura; como del hijo ajeno al emperador con el que se embarcó de regreso a Europa, en donde vivió los últimos enredos de su imaginación, dando tumbos entre la lucidez y la demencia.

Así, todo pinta para que el 1 de octubre de 2024, después de 160 años, cinco meses y 20 días de la coronación de Su Majestad Imperial, la emperatriz Carlota de México; y de más de 80 presidentes varones, por fin pueda recibir la banda presidencial una mujer, con la legitimidad que ni en sueños tuvieron ni la madre abnegada ni la también duquesa de Bélgica.

Y aunque a la destartalada oposición le comen las ansias por una catástrofe que descarrile lo que proyectan las encuestas, lo cierto es que, ante la pregunta de quién puede profundizar el actual enfoque social de gobierno y terminar de trascender la cultura patriarcal en política, se populariza una respuesta: es Claudia.

Las opiniones emitidas por los colaboradores de Metapolítica son responsabilidad de quien las escribe y no representan una posición editorial de este medio.

Martín Equihua. Periodista, sociólogo, maestro en políticas públicas, exdiputado federal.

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