Metapolítica
Morelia, Michoacán.- Las playas michoacanas son una excelente oportunidad para huir de las bajas de temperaturas invernales y vivir la experiencia de admirar el desove o el nacimiento de tortugas marinas, disfrutar la rica gastronomía que produce el mar en esa región o recorrer los malecones y alguno de los numerosos esteros.
Para quienes disfrutan el deporte, la ciudad de Lázaro Cárdenas cuenta con un malecón idóneo para la actividad física, con ciclopista de 700 metros y vistas hacia el Puerto, la Torre de Control, el Obelisco y el Teatro de la Cultura y las Artes.
Igualmente destaca el puente Albatros, que se ubica sobre uno de los muchos esteros y humedales de la región, en donde es posible admirar cocodrilos en su entorno natural, desde un espacio seguro, así como infinidad de aves y especies de flora endémica.
Por otro lado, cerca de la ciudad, se ubican diversos campamentos tortugueros, que durante el mes permiten al visitante conocer el fenómeno natural de la arribazón, desove y nacimiento de las diversas especies de tortugas marinas que llegan a las playas de Michoacán, como son la tortuga negra, golfina y laúd, también llamada “tortuga gigante”, que entre las ocho especies que existen en el mundo, es la de mayor tamaño.
A decir de Alonso Ramírez, del Campamento El Habillal, durante esta temporada continúa la liberación de las especies negra y golfina.
En cuanto a la gastronomía de invierno, el presidente de la Asociación de Hoteles y Moteles de la Región, Jorge Mendoza Garibay, comentó que como en todo el año, el visitante encontrará las tradicionales empanadas costeñas, y que también destaca en esta temporada la gran demanda de los diversos caldos con pescados y mariscos frescos, obtenidos de las aguas michoacanas.
Y para quienes gustan de practicar el surf, Michoacán cuenta con dos playas de renombre internacional: Nexpa y La Ticla.
La característica que ofrecen para esa práctica deportiva, es que reciben olas de un punto, es decir, que las olas que arriban a la playa no vienen de diversas direcciones, no se cruzan en el camino, sino que provienen de un solo punto del horizonte y por lo tanto, permiten que una tabla se deslice desde el interior del mar hacia la playa.