Por Martín Equihua
Por ignorancia o intencionado olvido, un sector ha querido atacar desde distintos flancos, a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano (CCS). Otros, crónicos adversarios suyos, oportunistas de siempre, han intentado hacer carambola utilizando su figura como nueva munición contra su real objeto de ataque: el presidente López Obrador. La jugada de billar con dos personajes emblemáticos les falló, una vez más, para salpimentar su parafernalia opositora.
Para decirlo rápido: Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador son líderes históricos de la izquierda que, en las pasadas décadas, dejó su condición decorativa y se popularizó. En consecuencia, se trata de dos figuras relevantes de la historia política contemporánea.
Que entre ellos ha habido diferencias, sin duda, pero como dijera el clásico: eso pasa hasta en las mejores familias. La cuestión, como reconoce el presidente, es que se trata de un proceso del que CCS es precursor, siendo además mayor con 20 años que el actual mandatario.
Y si bien es cierto que la lucha de CCS por la apertura democrática es un precedente significativo, también lo es que no se despoja de su filo crítico, y muy crítico algunas veces, aunque respetuoso, contra el gobierno de la 4T, en temas como la economía, la seguridad, la justicia social y otros.
Pero en realidad, Cuauhtémoc está más allá del bien y del mal, parafraseando a Nietzsche. Ha ganado un sitio en la historia, y no se manchará el plumaje con banales críticas o apapachos. La incorporación desde un primer momento y la permanencia de su primogénito, Lázaro Cárdenas Batel, en la coordinación de asesores presidenciales, ha sido la mejor señal de un buen entendimiento, a pesar de enfoques diferentes, o de la incómoda presencia de un Manuel Barlett en el gobierno obradorista.
Por eso le falló el cálculo al jurásico grupo de reciente creación, en cuya presentación en sociedad pesó más la ausencia de CCS, que la presencia de sus decenas de cartuchos quemados. Y por eso resultan ridículos los argumentos de presuntos defensores cardenistas (Diego Fernández, “Alito” Moreno, Germán Martínez, Rosario Robles, Carlos Alazraki…), que aseguran que el michoacano sufrió un despreciable ataque del tabasqueño. Se quedaron patinando otra vez, y no les dio.
Cuauhtémoc seguirá siendo, pese a quien le pese, un símbolo de la lucha por la democratización, siempre en vía pacífica e institucional; un líder moral; una figura cuyo prestigio y trayectoria lo han vuelto un personaje histórico. Y para que mejor guste, en el horizonte nacional está claramente dibujada la continuidad de esta tradición política llamada cardenismo.
Es decir que el escenario pinta bien para que otro Lázaro Cárdenas pueda encabezar el rumbo del país, una vez que CCS –se espera que por edad– se retire de la escena pública. Cargado con el ADN político del patriotismo nacionalista del abuelo, de la vocación demócrata del padre, del sentido de justicia social de ambos, el actual asesor presidencial, Lázaro Cárdenas Batel, a la vuelta de un ciclo más, podría alcanzar una figura potente para encabezar la Presidencia de la República. En tanto, el Senado o hasta la Jefatura de la Ciudad de México, podrían abrirse a su paso.
García Luna no se toca
Increíble ya no el silencio, sino la distancia con que es tratado el juicio de Genaro García Luna, por el sector tradicional de medios de comunicación, tan favorecido en otros tiempos con el recurso público. Por encimita nada más, sin ánimo de ir más lejos, no sea que terminen embarrados.
Y es que en realidad, no se enjuicia sólo a un ex funcionario, sino que, a juzgar por los testimonios del primer grupo de testigos, es al sistema político mexicano de los pasados años, al que tienen sentado en el banquillo de los acusados. Todo un mecanismo de complicidades entre criminales descarados y otros camuflados y obedientes de claves para franquear el paso a drogas y dinero.
La muerte del PRD
Triste condición en la que ha quedado el cascaron del PRD, ninguneado por sus presuntos aliados y, desde hace muy buen rato, por la base electoral que lo arrinconó en el cesto de lo desechable, para decirlo suave.
En realidad, la cúpula jurásica que sigue exprimiendo el cascaron perredista, lo que quiere es asegurar el mínimo de votos para seguir chupando la ubre del erario, y sueña, cuando menos, con las posiciones que le permitan sobrevivir a los Chuchos, Zambrano y Ortega; y a otras garrapatas, como la que pregona que le tiene amor a México, pero que en realidad lo que busca es extender el manto de impunidad que ya encontró en el terreno michoacano.
P.D. Las encuestas para el mes de enero, contra lo que esperaban los tenebrosos atípicos del Metro y de otras linduras, consolidan a Claudia Sheinbaum como la favorita de las preferencias presidenciales para el periodo 2024-2030. Ni modo: Es tiempo de mujeres.