Por Juan Adolfo Montiel Hernández
El 4 de abril se dio por primera vez la renovación de la presidencia del Instituto Nacional Electoral desde que este se creo en el 2014, previamente se habían dado ya dos renovaciones de sus integrantes del Consejo General durante el 2017 con tres consejeras y consejeros, en 2020 con cuatro consejerías y recientemente en este 2023 con cuatro consejerías, incluyendo la presidencia.
A partir del 4 de abril tenemos un INE totalmente renovado desde que este inició en todas sus consejerías, las cuatro que ahora se integran son producto de una insaculación derivado que el partido mayoritario así lo decidió por no generarse acuerdos con otras fuerzas políticas para la designación de las consejerías que integraban cada una de las quintetas.
Lo anterior, pudiera no ser tan malo ya que los cuatro perfiles designados con este nombramiento dentro del Consejo General del INE por la Cámara de Diputados Federales provienen de cuatro Órganos Electorales Locales y con ello cuentan con experiencia en materia electoral, que conocen el sistema electoral mexicano y un proviene de distintas entidades federativas como son: Tabasco, Oaxaca, Ciudad de México y Sonora, esto como primera ventaja.
Una segunda ventaja es que esto permite una representación a un órgano central con ciudadanas y ciudadanos de otros estados que permiten garantizar una visión más de organizar elecciones desde lo local. De esta pluralidad es realmente afortunado cuando se habla de un sistema electoral que ha funcionado.
Y una tercera ventaja es que estas nuevas consejerías tienen experiencia probada porque han realizado elecciones desde lo local y ahora debe traducirse en un actuar de imparcialidad, en defensa de la autonomía de la institución, por un perfil profesional y objetivo. Lo veremos esto en las próximas sesiones del Consejo General del INE.
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