Por Héctor Tapia
El Instituto Nacional Electoral (INE) marcó un precedente en el proceso electoral del 2021, esto al echar abajo dos candidaturas de Morena a los gobiernos estatales de Michoacán y de Guerrero; postura que no hay que perder frente a lo que está por venir para el proceso 2023-2024.
Aquí lo relevante del precedente no fue la causa necesariamente, que fue por la falta de comprobación de gastos de “precampaña” que fue lo que le costó la gubernatura, argumentalmente, a Raúl Morón Orozco, sino la postura inicial del organismo electoral de no dejar pasar dichas candidaturas, así como la consiguiente postura del Tribunal Electoral Federal de sostener ese acuerdo.
Si bien el origen de la falta que sirvió para sostener la negativa que le costó la gubernatura a Morón tiene tintes políticos originados en su mismo partido, lo relevante es que la autoridad electoral se sostuvo en la sanción, obligando a Morena a realizar los cambios en las candidaturas en referencia.
Bien, estos son los antecedentes que tiene el proceso electoral que está por iniciar. Es decir, hay una serie de elementos que están en la mesa que se están denunciando por las fuerzas políticas de oposición, y van aludiendo a presuntos actos anticipados de campaña, por la intensa movilidad que están teniendo los aspirantes a la coordinación nacional de la defensa de la cuarta transformación.
Esta sobre exposición los ha puesto, sobre todo en los últimos meses, en una posición vulnerable ante los señalamientos que puedan surgir, esto en su ruta por posicionarse de cara a las encuestas que se habrán de realizar en los próximos meses.
Que prosperen o no dichas denuncias que hagan los partidos opositores dependerá también de la calidad de su argumentación ante la autoridad electoral; pero el punto es que quizá el enemigo de cada uno de esos aspirantes, de las corcholatas, se pueda encontrar al interior del partido.
Es decir, que sean los mismos equipos de los aspirantes los que comiencen a dar patadas por debajo de la mesa a sus correligionarios o copartidarios morenistas, y que sean los que puedan utilizar también los elementos internos para detener a quienes no son sus favoritos.
El riesgo está ahí. El riesgo que enfrenta Morena es que por actos deliberados de algunos de sus actores se sienten las bases para “bajar” eventualmente a alguna de estas “corcholatas” y frenarles.
La batalla real de Morena está al interior de Morena.
Es cierto, la conformación del actual INE no es el mismo que el de hace dos años, lo que podría cambiar la postura de la autoridad electoral respecto a aquel momento; pero, podría replicarse.
