Por Héctor Tapia
Fueron varios los mensajes que envió el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla el fin de semana pasado, todos ellos contundentes.
Fueron mensajes hacia adentro, particularmente, pero también hacia afuera. Y sí, fueron mensajes políticos, los cuales se circunscriben en un contexto preelectoral que inevitablemente llevan a uno a ligar esto a lo que está por venir.
La presentación del Plan Morelos fue una jugada de varias bandas que no sólo sirvió para poner en cintura a los propios, sino también advertir a los extraños o ajenos a Morena, y en consecuencia el establecer de manera pública, a dos años de distancia, que quien tiene el control político en la entidad es el mismo gobernador.
Uno de los mensajes fue que en Michoacán se defenderá la Cuarta Transformación. Pero más allá, se defenderá al presidente Andrés Manuel López Obrador, al obradorismo. Eso quedó más que claro.
Y justo se da en un contexto en el cual hay varios temas en los cuales a nivel nacional los gobernadores de Morena aún no manifiestan de forma contundente su respaldo al presidente Andrés Manuel López Obrador: la distribución de los Libros de Texto Gratuito, por ejemplo. Renglón donde Michoacán ha aseverado que esta distribución está plenamente garantizada en el estado, contrario a las posturas de otras entidades federativas.
Pero no sólo fue este el mensaje. La concentración sirvió para mandar un mensaje al interior de Morena, sobre todo para aquellos personajes que han manifestado rispides o fricciones con el gobernador. Entre ellos el diputado federal Leonel Godoy, el ex alcalde Raúl Morón, y el diputado local Fidel Calderón.
Con esta muestra de fuerza territorial el gobernador no sólo llamó a levantar la mano a quienes se dicen que están con él, respaldándole, sino a que se hicieran presentes. También ratificó que, como sucede en los hechos, el gobernador siempre será el líder de facto de un partido político, de un movimiento, en su estado.
El reto estará en que esa mano dura no se convierta en inamovilidad y falta de disposición a dialogar con aquellos que piensan diferente al interior del movimiento. Aunque esto implicará también que los interlocutores que se dicen molestos también quieran dialogar.
Hay un mensaje, quizá involuntario, tal vez intencional, para las llamadas corcholatas, principalmente a quien resulte ganador o ganadora de las mediciones que están por realizarse para definir a quien coordinará la defensa de la cuarta transformación en el país, y eventual candidatura presidencial para suceder al presidente López Obrador.
A “la corcholata mayor”, la persona que resulte definida para la coordinación, el mensaje fue que quien tiene la operación política del movimiento en el estado es el gobernador, y para construir una victoria del proyecto obradorista en la siguiente contienda se le tiene que tomar en cuenta, se tiene que dialogar con él.
Sobre las inconformidades de las fuerzas opositoras, el gobernador michoacano sabía que se vendría -como sucedió- la oleada de críticas y señalamientos por las características que tomó el evento masivo en el Estadio Morelos; sin embargo, y en contraparte, el mensaje de fuerza está dado.
Habrá que ver si prosperan las quejas que han anunciado interpondrán las fuerzas políticas de oposición, y de ser así, los alcances que tendrán.
Sobre el centro o la esencia del Plan Morelos, de entrada, se dejó de lado, deliberadamente, a los grupos parlamentarios y a los mismos partidos políticos, quienes uno pensaría son necesarios para construir las reformas profundas que el gobernador ha planteado como urgentes para el Estado.
Con esto se dejó claro que lo urgente era dejar clara la esencia y espíritu de las reformas que pretende el gobernador, que busca apegarse a lo planteado por el presidente López Obrador, y a partir de esto echar a andar la maquinaria, encender el debate y dejar claras las posturas de las fuerzas políticas de cara a cada uno de los temas, lo que traerá consigo que queden visibles las posturas en la próxima coyuntura electoral.
Varias bandas de una vez.