Por Eva Janeth Rodriguez Garcia
Quién mejor que las juventudes para hablar de las intersecciones que se mantienen en este grupo, y como se ha visto a este, históricamente vulnerado por las cúspides de la pirámide, en el poder.
Y aunque es claro que las juventudes somos vulneradas por la condición de nuestra edad, la brecha generacional, la relación con la experiencia en este mundo, y por nuestra capacidad de ser productivos; no hay que olvidar la gran brecha de desigualdades que nos separa a los jóvenes, haciendo que solo una minoría consiga las oportunidades de profesionalización, libre desarrollo de la personalidad así como la autogestión; consecuentemente, la brecha de desigualdades engloba: la desigualdad económica, de género, de preferencias sexuales, desigualdad en jóvenes con discapacidad, raciales, desigualdad educativa, de acceso a la información, desigualdad de acceso al empleo digno, de seguridad, de distribución de los recursos; y una lista interminable de diferencias que dejan en claro el favoritismo, preferencias y privilegios que designa este modo de producción: el capitalismo.
Esta desigualdad viene por la diversificación de las juventudes; y claro, en este sistema no hay mecanismos de accesibilidad para los grupos vulnerados por este mismo, debido a las políticas Neoliberales. La interseccionalidad, se da, entonces, cuando estos grupos no son contemplados por el sistema, porque este se transformó en una empresa, que exige mayor productividad y no considera ni contempla la inclusión social.
Al mismo tiempo en el que algunas juventudes se ven beneficiadas a servicios de salud, educación de calidad, a la información, a un empleo digno o bien remunerado, en otras no se promueven, no se respetan y no se garantizan estos derechos; y no es posible , ni siquiera que tengan acceso a las políticas públicas, es pues que para las juventudes que estamos en una esfera de privilegio por tener una carrera universitaria, un salario digno, así como un trabajo, incluso vivir en una ciudad, se nos hace de lo más común que los jóvenes puedan gozar, de derechos y estos les sean respetados, no vemos más allá que las y los jóvenes en las periferias son las que sufren más desigualdades, pues continuamente se violan sus derechos. En estos lugares donde es más difícil desarrollar la libre personalidad y el tiempo de recreación, dejando así a las juventudes al alcance de las sustancias adictivas, por poner solo un ejemplo; que no hacen más que dejar ver el sesgo que existe en este grupo.
Mientras que a las cabezas que ejercen el poder y toman las decisiones en la vida pública, no les importe la política entre jóvenes y la participación de nosotras y nosotros en los espacios públicos, para mejorar las condiciones entre las juventudes no podremos establecernos como liderazgos intergeneracionales, porque las juventudes no solo debemos consolidarnos entre jóvenes, sino con toda la sociedad.
Una vez, planteando y considerando las desigualdades entre las juventudes ¿yo que puedo hacer para estar en el terreno del cambio, modificar mi entorno y hacer que el sesgo disminuya un poco?
Se me ocurren dos posibles respuestas.
A) Nada.
Y es que hacer nada también es un acto político.
Por qué tendría que preocuparme, en esta etapa de mi vida por tener que resolver los problemas sociales, demográficos, políticos y económicos que las anteriores generaciones nos heredaron, por qué no solo disfruto de mi vida, y de mi juventud que un día no será más eso.
Esta respuesta suena cómoda, sin embargo, no nos gustaría heredar estos problemas a las próximas generaciones, pues sí algo nos caracteriza a nuestra generación es que abunda en cada una/o una empatía no encontrada en otras generaciones. Así, el día que comprendamos que podemos hacer cambios en la vida pública, ni siquiera en la política; y que asumamos la responsabilidad que tenemos, para con las demás generaciones, y con nosotras y nosotros, ese día existirá un relevo generacional.
Como consecuencia de lo anterior, existe la respuesta:
B) Involucrándonos en la toma de decisiones de los entes que manejan el poder y que solo está concentrado en ellos, inmiscuyéndonos en temas relacionados con las políticas públicas, e iniciativas que nos interesan, necesidades sociales y personales, sin olvidar que, si no es colectivo, no es nada.
Ahora bien, ¿cómo me involucro?, No hay que olvidar que nuestro entorno, y el del sistema en el que vivimos; hace más que nos interesemos por lo inmediato, por satisfacer a nuestro cerebro, y por conseguir los likes de las fotos que subimos con políticos, para que nuestro cerebro libere dopamina y así alcanzar unos segundos de placer y/o satisfacción, alcanzar el poder inmediato, sin olvidar que el neoliberalismo nos hace creer que podemos aspirar a pertenecer a clase media; sin embargo hay que tener presente que involucrarnos es un proceso largo, y en este espacio, es oportuno de hablar de realidades:
• No es fácil involucrarse en una esfera que está cerrada y en un espacio que está cerrado, siempre se necesitarán factores para acercarnos más a los espacios en los que se toman las decisiones importantes:
I. Tener un padrino político, o bien;
II. Pertenecer generacionalmente a esta esfera, o;
III. Abrir las puertas por ti misma.
Aunque esta última suena muy aspiracional y meritocrática, y son contadas las personas jóvenes que lo logran.
• No hay que olvidar que se necesita que un espacio esté libre, para que tú lo ocupes.
• Asimismo, tener habilidades técnicas para la resolución de problemas, y tener conocidos, porque este sistema se maneja en relaciones.
¿Ahora está claro por qué las juventudes no nos involucramos?
¿Por qué sólo no centramos en salir en la foto, y porqué solo queremos brillar en redes sociales?
Porque la realidad hace casi imposible que como juventudes tomemos decisiones por el país, por nuestra sociedad, así como proponer políticas públicas que nos beneficien.
Ojalá un día los jóvenes podamos tener algo permanente, estable, y dejemos atrás todo lo efímero.