Por Catalina Rosas
Andrés Manuel López Obrador, lleva cinco años y 3 meses que lo elegimos Presidente de toda la ciudadanía mexicana y a poco menos de un año de su salida del Palacio Nacional, el momento invita a reflexionar. Nuestro país, ha sufrido transformaciones profundas: aciertos y traspiés que conviene mirar. Porque lo que no se nombra, no existe.
Las bases del legado del Presidente Andrés Manuel son principalmente la reducción de la pobreza, de la desigualdad y de la brecha de desarrollo regional entre otras. Lo anterior respaldan su lema: “Por el bien de todos, primero los pobres”. El origen de estos avances tiene su base en las reformas laborales, inversiones clave en infraestructura y programas sociales. Generando que 5,4 millones de personas salieron de la pobreza entre 2016 y 2022.
Resaltan dos puntos relacionados con la reforma laboral: El notable aumento del salario mínimo en un 135%, mejorando el poder adquisitivo de los hogares y desafiando la discursiva de economistas y gobiernos anteriores que señalaban que elevar el salario mínimo provocaría una inflación descontrolada. Segundo, se eliminó la subcontratación, permitiendo a los trabajadores participar de manera efectiva en las ganancias de sus empleadores. La reforma incrementó los pagos a los trabajadores en un 109%, y en algunos casos duplicó sus ingresos. La acción directa de los empleadores fue la que logró redistribuir la riqueza al elevar los salarios.
Los proyectos de infraestructura como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, el Corredor Interoceánico y el aeropuerto de Tulum, que se ubican en Oaxaca, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo que fueron un punto ciego para administraciones pasadas. Estas obras ahora han dinamizado la economía generando empleos, inversiones y desarrollo. Permitiendo por ejemplo, que el ingreso promedio de los Estados del sureste haya aumentado alrededor de un 20% entre 2018 y 2022. Oaxaca y Tabasco, dos de los estados más pobres del país, fueron los que más crecieron en 2022.
El cambio en su concepto y enfoque de los programas sociales, eliminaron los programas de impacto limitado y se combinaron los universales, como la pensión para adultos mayores, con otros focalizados, como Sembrando Vida que tiene como meta sembrar más de un millón de hectáreas, las becas de educación básica para menores de 18 años de bajos ingresos, Benito Juárez. Un aspecto clave es que estos programas se volvieron más eficientes al eliminar intermediarios, siendo menos susceptibles al uso político. Además, se reconoció que todos los mexicanos tienen derecho a participar de la riqueza nacional y que el Estado debe garantizar su reparto. Este cambio se consagró en la Constitución en 2020, reforzando su importancia y dejando claro que los programas sociales son un derecho, no una dádiva.
Resulta que lo más notable de los logros resaltados es el contexto en el cual se obtuvieron: en medio de una pandemia global, sin aumento de deuda nacional y sin una reforma fiscal. En contraparte, se priorizó la mejora de la recaudación y el estímulo al crecimiento económico sostenible. Las cuentas nacionales están sanas. Los resultados económicos según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2022 son buenos, pero, sobre todo, prometedores. El sistema funciona y, aunque debemos esperar los resultados de la ENIGH 2024 para evaluar el presente y el próximo año de administración, todo sugiere que veremos mejoras importantes.