☞ OPINIÓN | Presidenta ¿y luego?

(Apuntes previos a la elección II)

Por Elizabeth Juárez Cordero

¡Por fin terminan las campañas! La distancia con la jornada electoral del 2 de junio es de apenas un par de días, que tienen como propósito la reflexión del voto entre los electores, es en este último tramo del proceso electoral en el que las y los ciudadanos son genuinamente los actores principales; al ser quienes estarán recibiendo los votos como funcionarios de casilla, nuestras vecinas y vecinos, que desde ya se encuentran resguardando a lo largo y ancho del país el material electoral que será utilizado en las casillas, pero desde luego porque seremos una vez más, las y los ciudadanos quienes en la intimidad del cancel y la boleta electoral, haremos esa última evaluación para decidir, más allá de  los cargos o de las pugnas entre las coaliciones partidistas, el futuro que queremos y la manera en que nos situamos frente a éste.  

Sin temor a equivocarme, llegamos a este día exhaustos. Después de un pedregoso camino, que en ocasiones lo mismo parecía volver al pasado, ahí donde la mayor claridad era la certidumbre del ganador más que en las reglas del juego, ante una amplia ventaja en las encuestas entre el primer y segundo lugar en la disputa presidencial, y en otros momentos, apenas dábamos un paso sobre un terreno fangoso, de información falsa, acusaciones e injurias que sobrepasaban los límites sanos del contraste democrático entre unos y otros, aunado a la pulsante presencia de la violencia.

¿Qué más peligroso para una democracia y la estabilidad de un gobierno, que sea cual sea el resultado, tendrá como presidenta, cualquiera de ellas, alguien que cargará sobre sus hombros el estigma de la corrupción y el financiamiento del narcotráfico?

La llegada de una mujer al cargo de representación política más importante del país es inminente. Por primera vez seremos gobernados por una mujer, nada más lejos quedamos de una campaña rosa o estereotipada, no lo esperábamos, ambas contendientes y sus equipos nos demostraron que en la disputa por el poder no hay distingos de género, pero tampoco conciencia de éste, poco vimos en ellas, sobre la compresión de una condición histórica y la responsabilidad que implica estar paradas en la posición en la que hoy se encuentran, siendo mujeres en un país con persistentes desigualdades.

La oportunidad de colocar una visión feminista como eje transversal de la agenda pública, en las propuestas de campaña, se nos fue de las manos; porque seguramente se afirmará que lo puesto en juego en la elección es mayor, es primario. La continuidad o el cambio, el giro de tuercas propuesto hacía un modelo distinto de régimen político o la salvaguarda del terreno ganado, el de los pilares de la institucionalidad democrática y el mantenimiento de la pluralidad política.

Cierto es que no es poca cosa, pero incluso ahí, en ese punto de quiebre de la vida pública, frente a este largo proceso electoral, la condición de género obliga a no dejarlo de lado, porque una vez pasado el 2 de junio, el cálculo y la estrategia pasan a un segundo plano en la tarea de gobernar, de eso que se nos olvida con facilidad es el sentido del poder en democracia; la capacidad de generar gobierno más allá de la conformación legítima de una autoridad o el poder mismo, sino de la atención  y la capacidad de respuesta frente a las demandas sociales de un país, en el ¿para qué?.

Porque esa realidad que se niega o demerita, más pronto que tarde, termina por tocar la puerta y tal como ocurrió en el sexenio que está por terminar, se confunde el también legítimo reclamo social y colectivo, resultado de procesos sociales e históricos, que escapan a la temporalidad de un gobierno, porque ya estaban ahí y seguirán lastimosamente estando, como la violencia y la inseguridad, en un ataque de campaña que es un asunto de Estado, porque se acusa como propio, sin lograr desprenderse de entender la política más allá del cuadrilátero, la arena de la confronta, y no también desde la capacidad de gobernar.

Estamos a tiempo de recordar que, en este proceso electoral histórico, como han sido muchos otros, habrá un después del 2 de junio, hay una realidad que aguarda, cuyas implicaciones si bien no le pertenecen por entero a un partido, un poder o a un gobierno, que como ya se dijo, está acotado afortunadamente de manera temporal; pues en democracia no solo se comparte el poder sino también la responsabilidad, que no excusa, sino que afronta y fortalece los alcances de la respuesta ante las demandas y problemáticas sociales.

Aquí estamos, con la única certeza de que será presidenta y habrá un México después del 2 de junio, hoy nos toca a todas y todos a salir a votar, hacerlo es la confirmación, sí con lo que hay por lo pronto, de que es esta la ruta y no otra, la única vía de acceso al poder de manera libre y pacífica.

Corolario: Las realidades y las apuestas políticas no son monocolores en todo el país, las y los candidatos e incluso sus partidos tampoco lo son, es en la diversidad de esas opciones en entidades federativas y municipios en donde el voto adquiere un valor diferenciado, importa el proyecto, la visión y el entendimiento de lo público, los perfiles y los valores propios, como los que representan.

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