Por Lucero Circe López Riofrio
No cabe duda, que es necesaria una reforma al Poder Judicial, porque también como en los otros Poderes hay corrupción, señalamientos y acusaciones que muchas veces quedan en la impunidad y en los compadrazgos elitistas, tráfico de influencias y grupos de poder.
Sin embargo, aún no me queda claro hasta dónde se pretende ir en la reforma, si sólo se avocasen a un proceso de relevo o sustitución de Ministros, Ministras, Juezas, Jueces, a través del voto directo en urnas que incluso ya se definió para el siguiente año, situación a la que aún le falta definir criterios de elegibilidad, lo cual sí es preocupante, ya que es ahí donde se encuentra el punto más crítico de las resistencias y de las voces a favor.
Coincido en que debe haber cambios, pero estos deben estar suficientemente consensados y transparentados como para mantener a los grupos más fuertes económica y políticamente alejados de sus interés por mantener el estatus quo, y lograr que este replanteamiento del Sistema de Justicia abarque también a los Tribunales de Justicia, a las Fiscalías, Defensorías Públicas, Universidades y Escuelas de Derecho, alumando y profesorado, Comisiones de Derechos Humanos, como también a quienes están al frente de las instituciones y dependencias, y de las personas que componen a las dos Cámaras, así como a las representaciones ciudadanas en cada Estado, como a cada eslabón que compone esta compleja red de subsistemas que de alguna manera son parte de un sistema de justicia mucho más amplio y complejo.
El reto es superar la aparente superficialidad en la que muchas de las discusiones están centradas y que ponen en evidencia los entramados del ejercicio de poder, entre quienes lo tienen y quienes lo exigen, legitimo o no, así como la evidente resistencia de quienes conformaron complejos guetos de lealtad, competencias e intereses, que se pensaban intocables e inamovibles.
Lo cierto es que hay que ir más profundo, porque está en juego la validez de una o varias ideologías sobre lo que “debería ser la justicia”, los propios sistemas de justicia y las personas que deben operar esta, pero yendo más allá la pregunta crucial sería justicia para quién, quién merece justicia, porque lo que conocemos hasta ahora es que no siempre hay justicia mucho menos para las mujeres, que es en lo particular el tema que más me interesa.
Ya que estos “supuestos” cambios podrían incidir en la aplicabilidad de los derechos humanos como herramienta jurídica, uno de ellos podría avanzar significativamente y ser emancipatorio y el otro podría reforzar el hegemónico, el primero consistiría en un potencial liberador social y el segundo seguiría funcionando como hasta ahora en contra de los intereses de los grupos más vulnerables, como una herramienta de control y castigo social.
La aplicación del Nuevo Sistema de Justicia Penal, ha tenido muchas contradicciones y desafíos, algunos para bien en términos de justicia, aunque mucho menos en la implementación de procesos restaurativos y reivindicativos de las víctimas, porque dentro de este sistema de justicia se sigue valorando y aplicando el orden y control social, así como el uso de la violencia y la represión del Estado, que afecta y determina la vida de las mujeres, así como en sus cuerpos, su sexualidad, su libertad, su vida, su seguridad, sus relaciones familiares y comunitarias, hasta en la forma en cómo se ganan la vida.
La Reforma Judicial no creo que sólo deba centrase en cambios y relevos de personas, que además deben ser aptas y calificadas, ya que se trata de la vida y de las condiciones en que queremos vivir, se trata de cambios de paradigmas entre reformas punitivistas y bélicas o procesos de pacificación y restauración de las familias, comunidades y pueblos que componen este gran país. Aunque para ello, aun no encuentro las formas de discusión, reflexión y participación con el pueblo en un verdadero ejercicio democrático, lamentablemente siguen siendo discusiones entre partidos y Poderes, excluyentes en sí mismas.