Por Elizabeth Juárez Cordero
En promedio las y los mexicanos seremos testigos de cuando menos 8 cambios de sexenio, una vez cumplidos los 18 años, edad a la que se adquiere la ciudadanía en nuestro país y considerando como edad promedio de vida los 75 años. De modo que, quienes se encuentren por arriba de los 55 años, no sólo habrán caminado casi tres cuartos de la línea de la vida, sino que más o menos conscientes habrán sido parte del transcurrir de la historia política reciente, no solo por lo que significó el declive de una sistema de político hegemónico de larga duración, hacia finales de los setentas, sino también porque fueron asistentes en primera fila de la entrada a la pluralidad política, la democracia electoral y la alternancia en el año 2000, hasta finalmente testimoniar la llegada de la izquierda en 2018 y el cambio de régimen político que arranca en paralelo, con el sexenio de la primer mujer presidenta.
Todos momentos clave para leer la llegada a la presidencia de Claudia Sheinbaum, y el inicio de lo que se ha denominado el segundo piso de la transformación; porque aunque pueda sugerirse desde la visión de los vencedores de hoy, la historia no inició en 2018, sino que el arribo al poder del lopezobradorismo, fue resultado casi inevitable de un conjunto de sucesos como los mencionados con anterioridad, que más o menos concatenados e impulsados desde la lucha social fueron despresurizaron de a poco un sistema político parasitario de arreglos y complicidades, que pese a establecer cimientos institucionales firmes de una democracia representativa, incluso elogiada a nivel internacional, en muy poco logró permear la realidad social y en una concepción de la función política fuera del botín de las franquicias partidistas; esas mismas que atrincheradas en sus parcelas son hoy la causa de su autodestrucción.
Por lo tanto, el conjunto de hechos pasados importa porque da contexto, pero también porque otorga significado según se encuentre situado en el espectro político, en uno y otro extremo, el de los vencedores o los vencidos, importa porque permite explicar desde los lentes propios, de la edad, el pensamiento, la condición económica, la ideología y el entorno, el acontecer público que mañana será parte de los procesos históricos.
Es por ello que, aun cuando abunden desde ahora los balances de un arranque de sexenio, en apenas transcurrida una semana, es éste por muchas razones un momento trascendental para la vida pública, particularmente en dos aspectos que parecen ser vitrinas compartidas incuestionables. Por un lado, lo que representa más allá de un símbolo, ser gobernados por una mujer, en un país de profundas violencias y desigualdades de género ampliamente documentadas, y segundo, por lo que toca a la configuración de un nuevo régimen político, en el que la centralidad del poder, derivada de una irrefutable presencia predominante en los espacios de representación política a lo largo y ancho del territorio nacional, le permiten al grupo mayoritario sino anular la existencia de otras visiones, sí imponer incluso a través de modificaciones constitucionales su visión de nación y de república, que no es precisamente una construida bajo una concepción compartida y equilibrada del poder público.
Parece ser aún muy pronto para hacer conjeturas sobre el arranque de sexenio, que aún desde la trinchera que se le mire, da visos de ser como ningún otro, uno que trasciende no solo una concepción de lo político, del ejercicio del poder sino también del diseño institucional, tal cual le conocimos en los libros de historia y civismo. La disputa con el poder judicial, derivado de la reforma constitucional recientemente aprobada, que mandata la elección de jueces y magistrados, es la prueba evidente del momento inédito, en términos políticos y constitucionales por el que a traviesa el país; y en los que los ímpetus y la desmesura de los actores pueden hacer la diferencia en los propósitos que se persiguen.
Cada una y uno tendrá su pedazo de historia que contar, desde donde se le quiera mirar, de adentro hacia afuera, desde su circunstancia y momento vital, y que más allá de los análisis políticos de la coyuntura, siempre necesarios y oportunos porque orientan la reflexión y la interpretación de los hechos, no debe faltar a esa mirada de inicio de sexenio, como todo lo que se inicia, un brío de esperanza, eso que siempre otorgan los nuevos comienzos, los alumbramientos y las posibilidades todas ante el futuro, pero sin que ello signifique dejar de hacer la búsqueda, las preguntas, el cuestionamiento de lo que se dice y hace, la crítica, la duda que es siempre base, de algo que aun en el horizonte de buenos deseos no podemos permitirnos perder, porque entonces ahí sí, lo habremos cedido todo.
Por que en la política como en la vida misma se requieren siempre de encuentros tanto como de búsquedas, esas que muy bien describe la filosofa política María Zambrano en su Filosofía y Poesía, ensayo que dicho sea de paso escribió como exiliada española bajo los muros de la Universidad cuyo lema insignia, es justo “Cuna de héroes, crisol de pensadores”, nuestra Universidad Michoacana San Nicolás de Hidalgo.