Por Alejandra Herrera
Con la renovación de la dirigencia nacional del Partido Acción Nacional (PAN) prevista para noviembre de 2024, el partido se enfrenta a un momento crucial, pues tras haber sido la principal oposición en México durante décadas, hoy el partido parece desconectado de su esencia y no ha logrado reconfigurar su estrategia.
Desde su derrota en 2012, Acción Nacional no solo ha sufrido por la falta de unidad interna, sino también por el debilitamiento de su estructura política y su incapacidad de reinventarse como una verdadera oposición. El liderazgo de Ricardo Anaya y luego de Marko Cortés ha sido objeto de fuertes críticas, y no es para menos. El partido ha centralizado el poder, promoviendo candidaturas que responden más a intereses personales que a un proyecto político sólido que sirva a México y no a unos cuantos.
Es evidente que bajo Marko Cortés el PAN ha mostrado ser una oposición débil frente al avance nacional de Morena y sus reformas, y aunque ha logrado conservar algunas pocas gubernaturas y posiciones en el Congreso, esto no ha sido suficiente para articular una estrategia clara que lo re-posicione como el contrapeso que México necesita.
La estrategia tiene que ser no sólo evidenciar los errores de Morena, sino generar una agenda propia, real y cercana, de propuestas concretas para la ciudadanía. No basta con señalar las fallas del actual gobierno, se deben ofrecer soluciones claras a los problemas más apremiantes del país: la inseguridad, la corrupción y la pobreza.
Aunque el PAN enfrenta una crisis de identidad y liderazgo, no se puede ignorar que dentro del partido existen perfiles con profundas convicciones democráticas y un compromiso real con causas justas y legítimas. Hoy aún existen militantes, ex gobernadores y ciudadanos afines que creen en la transparencia, en una oposición constructiva y en la suma importancia de equilibrar el poder en México.
Hoy, es crucial poner especial énfasis en las dirigencias estatales y locales, pues desde ahí comienzan las cuotas de poder, las fracturas internas y la desconexión con las y los simpatizantes. Si Acción Nacional desea una renovación efectiva, debe fortalecer sus bases locales y asegurar que trabajen en beneficio de la gente. Los tiempos de soberbia deben dejarse atrás.
Para lograrlo, Acción Nacional necesita urgentemente regresar a sus raíces, aquellas que desde 1939 enmarcaron la lucha por elecciones libres y transparentes, así como la alternancia en el poder. Hoy, necesitan esa misma fórmula para reconstruir su propósito de renovación interna.
El proceso electoral interno culminará el 10 de noviembre de 2024, cuando poco más de 300 mil militantes votarán en urnas distribuidas en 1,600 casillas por todo el país. Hasta el momento, solo dos aspirantes presentaron formalmente sus cartas de intención para competir por la dirigencia del Comité Ejecutivo Nacional (CEN): Jorge Romero y Adriana Dávila, ambos ex diputados federales. Romero es visto como el favorito, alineado con la dinastía de Anaya y Cortés, mientras que Dávila ha hecho un llamado urgente a detener las prácticas de “cuotas y cuates” dentro del partido.
La elección de la nueva dirigencia es una oportunidad para el PAN de regenerarse y reconstruir una oposición fuerte y auténtica. Si el partido no logra aprovechar este momento, no sólo se enfrentará a una mayor pérdida de poder político, sino que seguirá viendo cómo Morena ocupa los espacios que alguna vez fueron suyos.
En juego no está solo la supervivencia del partido, sino la posibilidad de que México cuente con una oposición robusta y constructiva, capaz de contribuir al equilibrio democrático y al desarrollo político del país.