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☞ OPINIÓN | Una extraña superioridad moral hacia la Mujer

Por Araceli Gutiérrez Cortés

William Pitt River estudió el vínculo entre el honor y la categoría social en la antigua España, sostuvo que era particularmente evidente en la diferenciación de los sexos, el honor de un hombre y el de una mujer: y afirmó que una mujer se deshonra cuando pierde su pureza sexual, pero un hombre no, además el honor de un hombre padre, hermano o marido, depende de la pureza sexual de su madre, esposa, hijas, hermanas y no de su pureza sexual propia.

Cuantas veces las mujeres impuras han deshonrado a sus familias y con sus conductas cuestionables dejan de ser bien vistas. Y no me estoy refiriendo a tiempos lejanos, desafortunadamente, por muchos años las mujeres hemos vivido tratos desiguales, no solo por la normativa jurídica, también por la cultura social y por una extraña superioridad moral.

Los derechos y las libertades que hoy tenemos no han sido reconocidos generosamente por quienes han tenido en sus manos la toma de decisiones, en realidad, esos derechos han tenido que ser arrebatados.

Cuando se reconoció la ciudadanía de las mujeres en 1953, ellas ya habían comenzado con una lucha formal y visible en México desde 1916, cuando se formó el primer congreso feminista en Yucatán. Ese estado reconoció el voto de la mujer a nivel Municipal y Estatal desde 1923, gracias a eso, en ese mismo año fueron electas tres mujeres para diputadas al congreso estatal: Elvia Carrillo Puerto, Raquel Dzib Cicero y Beatriz Peniche de Ponce. Elvia era hermana del entonces Gobernador en turno, Felipe Carrillo Puerto; pero cuando lo mataron, esas diputadas fueron obligadas a renunciar a su cargo bajo amenaza de muerte, y después de ello, el voto de las mujeres nuevamente fue anulado en Yucatán. Las mujeres en México votaron por primera vez hasta 1955.

En cuanto a la educación, la primera universidad en México fue creada en el virreinato en 1551 por Carlos V, y sería hasta 1882 cuando por primera vez, una mujer se pudo inscribir en la Escuela Nacional de Medicina, la Dra. Matilde Montoya, fue la primera mujer en alcanzar un grado académico en México. Tuvieron que pasar más de 300 años. Más de tres siglos de ventaja nos llevan los hombres en la educación en México. Aunque también nos llevan siglos de ventaja ejerciendo plenamente los derechos laborales y de propiedad, acumulando riqueza y poder.

Por siglos, las mujeres fueron vistas como seres inferiores y con talentos diferentes, las normas jurídicas las colocaban como menores incapaces, aun teniendo la mayoría de edad, necesitaban la autorización de sus padres o sus esposos para firmar una escritura o para recibir una herencia. Todavía hoy, hay instituciones de salud donde les piden la autorización de sus esposos para operarse para ya no tener mas hijos.

Todavía nos parece inmoral y nos escandaliza la posibilidad que las mujeres tengan el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, como inmoral parecía darles el derecho a votar en los años 50; como inmorales parecían las cuotas de género para que pudieran ser candidatas (porque se discriminaba a los hombres), como inmorales parecían los matrimonios entre personas del mismo género. Esa moralidad limitante y castigadora de libertades que no se ha erradicado y que nos lacera y nos discrimina.

Esa discriminación implica que aún no hay una distribución equitativa de los roles domésticos y del cuidado de los hijos, implica que las mujeres dedican más horas que los hombres al hogar y por ende tienen menos tiempo para estudiar, para trabajar o para hacer política; implica que, si están en política, deben soportar practicas misóginas y violentas; implica que cuando llega a un cargo, tienen que imponerse con fuerza para ejercer el poder, para que no la desplacen; implica, que aun seguimos dependiendo de una extraña superioridad moral que ahora exige que las que las mujeres que ya están en los cargos, deben lograr en tres años lo que otros no hicieron en diez.

Mucho por reflexionar el próximo Día Internacional de la Mujer.

Las opiniones emitidas por los colaboradores de Metapolítica son responsabilidad de quien las escribe y no representan una posición editorial de este medio.

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