Por Lucero Circe López Riofrio
La elección de las candidatas y los candidatos que aspiran a integraran al Poder Judicial en Michoacán como en todo el país es un hecho, y este proceso si bien es necesario e indispensable, también ha dejado entrever situaciones que deben ser tomadas en cuenta no sólo para ir mejorando los procesos de elección en caso de que el objetivo sea consolidar una cultura de la participación ciudadana en temas y asuntos que son trascendentales para la democracia.
Ya que por el momento hay cosas que se van complicando y evidenciando que la lucha por el poder es un asunto serio y más cuando se disputa la injerencia en casos de gran trascendencia como lo es el acceso a la justicia.
Romper con lastres y condicionamientos es complejo y no será fácil para quienes buscar colocarse y formar parte de este “nuevo” Poder Judicial, porque los cambios en los procedimientos no se observan ni de cerca, aunque en algunas candidatas y candidatos si hay la convicción esperanzadora de que así sea, aun sabiendo que no será en el corto plazo.
Existen inercias que en particular en este sistema de justicia se sostienen obedeciendo a otros poderes de diversa índole e intereses, ya sea económicos, políticos, entre muchos otros, los cuales ejercen una presión enorme y muchas veces con consecuencias para las víctimas como hasta ahora lo ha sido en la mayoría de los casos.
Una elección, en este caso la judicial, no podrá cambiar nuestra realidad de manera inmediata, pero sí tendría que convertirse en un ejercicio democrático a pulirse y precisarse para garantizar la justicia y atender el rezago de quienes no han sido ni siquiera juzgados ni sentenciados, mucho menos reconocidos como víctimas de la fabricación de delitos con los que se establecen parámetros de cumplimiento cuando de disminución de los índices de criminalidad se trata contrastado con el número de personas detenidas, privadas de su libertad o en proceso.
Resulta preocupante que quienes aspiran a ocupar un cargo de gran responsabilidad como es el hecho de juzgar, no hablen de casos reales, de situaciones complejas, de problemas y posibles soluciones, es decir de la vida en concreto.
La reproducción de campañas que sigue una espantosa inercia de los referentes de los cargos de elección públicos de representación es verdaderamente lamentable, y no solo tiene que ver con lo establecido por el Instituto Nacional Electoral (INE) que me parece que está haciendo todo para desanimar a la ciudadanía y desalentar su participación, aunado a la obcecada inercia de hacerlo ya, aun entendiendo algunas de las razones para ello y el juego sucio que los grupos oligárquicos hacen para desacreditar este proceso de por sí cuestionable.
Sin embargo, quienes se candidatean son de tremenda obsolescencia tanto en narrativa, interacción activa, como en creatividad, centrándose en la tradicional imagen, como productos que pueden ser desechados, como merolicos sin guion alguno, en donde su palabra y el empeño de esta ya no basta.
Una sobresaturación de discursos y promesas que resultan inaudibles hasta la saturación, hay quienes orientan como para hacer creer que saben, otros rayan en el performance en los que aparecen con vestimenta que aparentan ser lo que no son, creyendo que eso es lo que se consume para ganar credibilidad, algunas otras personas aspirantes utilizan la victimización como para hacer creer que por serlo le corresponde ser elegido/a o que le toca por meritocracia o por ser militante o leal a algún grupo de poder o liderazgo.
Me llama la atención el evidente retroceso, en cuanto a las aspiraciones a esos cargos, son al menos en una revisión curricular patriarcales y heteronormativos no hay presencia y representación de los grupos de diversidad sexual, indígenas de las 5 etnias en nuestro estado, no hay feministas que se asuman públicamente tan sólo se reduce a la mención del enfoque de perspectiva de género, derechos humanos y de las mujeres como algo abstracto, inentendible e inservible, argumentos con los que alimenta la derecha y que hasta ahora sólo es un discurso retórico que se limita a la integración de la a en sendas sentencias.
Existe una preocupante presencia de candidatos y candidatas que representan a posiciones antiderechos humanos, vinculados totalmente a un ejercicio de justicia tendiente a la criminalización y al castigo características de los fundamentalismos y de las ultraderechas, propuestas de personas que no tienen ningún compromiso más que consigo mismos/as, apoyados por partidos políticos a los que se les debe la cuota, hay hipocresía y soberbia, mucho menos podemos saber si hay antecedentes de violencia institucional, familiar, sexual o de otra índole, además de sanciones por corrupción y mala función pública.
Sin proyecto de justicia y una ruta crítica que indique qué hacer y por dónde, una página en la que las personas elegidas que aprobaron los criterios de elección colocan un formato de curriculum que no indica nada, que es lo tradicional en la búsqueda de empleo y no una responsabilidad humana y ética.
Por supuesto que no se trata de purismo ingenuo y pueril, se trata de una demanda justa y real, progresista y de derechos humanos, de principio pro persona, legalidad, compromiso, responsabilidad bioética en el servicio público, de personas doctas y probas, sin poses, personas firmes y honestas, que sean capaces de entender a las víctimas y que sean fuertes para no hacer lo que se cree que debe ser justo cuando se presiona para aplicar la pena de muerte, la castración y cualquier otra practica que implique la denigración.
La invitación ahí esta aguardando, nuestra responsabilidad es y debe ser un análisis que nos lleve a una elección en donde elijamos a los mejores perfiles no al menos peor.
Las opiniones emitidas por los colaboradores de Metapolítica son responsabilidad de quien las escribe y no representan una posición editorial de este medio.
