Por Héctor Tapia
A ver si no se estira la liga de más, y en consecuencia ésta se rompe.
Es entendible que Guillermo Valencia Reyes, dirigente estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI), busque proteger y privilegiar los intereses del partido que representa.
Cuando menos es lo que asegura al referir que hará valer el peso político que tiene su partido en la alianza con el PRD y el PAN.
Tras asumir de nueva cuenta la dirigencia estatal, volvió a asumir posiciones firmes, insisto, entendibles para la negociación, pero no sé en qué punto puedan llegar a interpretarse como intransigentes, y terminen costando más a los aliados y al mismo PRI.
De entrada la primera condicionante del PRI era la disputa por las diputaciones locales de la capital michoacana; y, aunque no se le cumplió completamente, tampoco el PAN ganó todas en la negociación. Pero se supone ya hay un acuerdo.
De las cuatro diputaciones locales de Morelia, en dos de ellas irán en coalición los tres partidos políticos, y en este contexto sucedió lo impensable: el PRD impulsará una de éstas candidaturas, la del Distrito 11; para el Distrito 10 el PRI “lleva mano”. En tanto que el PAN ninguna de estas dos que van en coalición electoral, pese a ser o presumir el que tiene más fuerza política en la capital michoacana.
En las otras dos diputaciones locales no van en coalición, lo que supondría que buscarían llevarlas ya sea en candidaturas comunes dos de los tres partidos en cuestión, o las llevarían solos.
Con todo esto, el PRI obtuvo parcialmente lo que buscaba. Pero, pese a esto, continúa con una posición dura, ahora trasladada al tema de la candidatura por la capital del estado, por la alcaldía.
Si bien ya no exige al Partido Acción Nacional (PAN) las condiciones para avanzar en la construcción de la alianza por la alcaldía, ahora ha reenfocado sus exigencias pero hacia Alfonso Martínez Alcázar, quien ya se registró por el PRD y hará lo propio este fin de semana con Acción Nacional, para buscar la reelección.
Valencia Reyes tiene prisa en que le acepten sus condicionamientos, e incluso ya emplazó a una fecha para lograr acuerdos.
Éste urgente emplazamiento se da antes de que, obviamente, surja el análisis estructural de que el PRI ya no es el que decía ser, sobre todo respecto a la última votación que tanto presume la dirigencia tricolor tener.
El escenario del PRI es distinto, radicalmente, al del proceso electoral 2021. Ha perdido activos desde el proceso del 2018, sumando los que abandonaron el barco después de la elección pasada.
Vemos actores como Marco Polo Aguirre, quien renunció al PRI, lo mismo que Eduardo Orihuela Estefan; ambos lo hicieron luego del proceso electoral pasado.
También no hay que perder de vista que entrarán en operación, por primera vez dos partidos locales que tienen una estrecha relación y raíces con la operatividad priista. Se trata de MÁS Michoacán y Tiempo por México, quienes tienen en su ADN una relación profunda con muchos priistas que si no se toman decisiones a tiempo podrían abandonar el barco en la siguiente elección.
Guillermo Valencia estira la liga con números que ya no se apegarían a la realidad electoral, y busca obtener las mejores posiciones a partir de una posición que ya no tiene su partido y se habrá de ver reflejado en las próximas votaciones.
La pregunta es si el PAN, el PRD, y el mismo independiente Alfonso Martínez, ¿habrán de soltarle de más a Valencia Reyes, aun cuando todos estos saben de la necesidad mutua?