Lucero Circe López Riofrío / Presidenta de Humanas Sin Violencia, A.C.
Hoy despertar ha implicado una renovación de una lucha añeja, de mucho más de 30 años, ideales y utopías combinadas, libertad, paz, bien común, desarrollo, justicia, por mencionar algunas, pero eso sí, dentro de una llamada agenda de izquierda, en donde las mujeres y los hombres pueden construir un mundo mejor, al menos esos anhelos los sigo teniendo y sigo luchando por ellos, desde hace 30 años, y ahora este despertar me sabe a renovación, me sabe a una nueva narrativa en la que cabemos todas y todos.
Fueron 30 años, por este vuelco de esperanza y alegría, por el cual también he trabajado duro junto con el derecho a un vida libre de violencia, pero tal vez algunas mujeres no lograron esperar 63 años para gozar del triunfo de su derecho al voto, en 1955, hubo mujeres valientes que emitieron su voto por primer vez en este país, enfrentaron críticas y señalamientos oprobiosos y muchas fueron y siguen siendo privadas de la vida por representar un cargo de elección popular; gracias a ellas, hoy podemos tenemos este cambio, y también a otras quienes fueron a votar, la mayoría de ellas tiene estudios de preparatoria y están en un rango de edad de entre los 46 a los 55 años. Quiero soñar que estás mujeres que anhelamos hace más de 3 décadas un mundo mejor tenemos enfrente una nueva oportunidad y debemos hacerlo bien y de manera más estratégica.
Y es que no podemos ignorar que como cualquier transformación social también hay gente toxica y destructiva que se suma, que se coló diría yo, no se sumó por compromiso, sino por seguir salvaguardando sus privilegios, como aves rapaces y carroñeras, que defienden lo que han acumulado, y que siguen utilizando no solo el discurso de esta nueva agenda, sino las mismas prácticas de poder, corruptas y deshonestas, esas que queremos desmontar y erradicar.
Lo que me ha parecido interesante y gratificante es que por fin viví un ejercicio democrático, en donde la presencia de personas adultas mayores que de manera conjunta con jóvenes, adultos/as, mujeres y hombres de diversas clases sociales, niveles educativos, preferencias sexuales, religiosas y políticas por fin lograron converger, como estudiosa de la sociedad y la conducta humana, fue fantástico ver que eso que llaman transición intergeracional era un hecho, y lo más satisfactorio es que por un momento no hubo discriminación. Todo era un clima de tolerancia y apoyo mutuo, algunas personas llevaban el desayuno, otros ordenaban la fila, otras revisaban las credenciales, un pequeño sistema que funcionó de manera efectiva para poder ejercer el derecho al voto, lo cual agradezco y reconozco al personal del Instituto Electoral de Michoacán y al Instituto Nacional Electoral, principalmente a las personas comprometidas que le integran en los campos operativos que siempre están entregando su trabajo de manera profesional y comprometida.
Sin embargo, una vez pasada esa embriaguez de esperanza, todavía observo con terror como siguen colocando a las mujeres como carne de cañón, siguen siendo intercambiadas por este ejercicio absurdo del poder, pero de un poder enfermizo que busca a toda costas tener víctimas para legitimar que ha sido mártir, ninguna muerte en ese contexto puede o ayuda a legitimar, cuidado, esos discursos que hacen apología del odio y reclaman que la autoridad haga su trabajo, me parece riesgoso y deleznable. Así como de quienes se colocan como víctimas, y son serviles y poco éticas, atizando a un clima de conflicto local y denostar el cargo de elección que representan. Aún falta mucho, aun debemos despertar.