Para muchos es el símbolo de un campo exitoso, de una política agropecuaria boyante, el orgullo e incluso el emblema del estado. Pero para un gran sector de la población el aguacate ha pasado de ser considerado en los discursos políticos como el oro verde ha convertirse en una verdadera plaga, con consecuencias graves tanto en el ámbito ambiental, como en la salud, por el excesivo uso de agroquímicos para cuidar a esta, la joya del campo michoacano.
El aguacate tipo Hass ha logrado penetrar en los mercados de Estados Unidos y Asia con una utilidad neta a nivel nacional de 668.6 millones de dólares al año. Esta ganancia mantiene la producción de este frutal como el más redituable del estado y del país.
Sin embargo, esta historia de éxito es también un legado de consecuencias ambientales y de salud para los habitantes del estado que viven en zonas aledañas a donde se encuentran las huertas de aguacate.
Dos investigaciones de institutos académicos de renombre dan cuenta de las consecuencias que conllevan la expansión del producto agropecuario principal de exportación del estado.
Por una parte, la UNAM campus Morelia, a través de los centros de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA) y de Investigaciones en Ecosistemas (CIEco), revelan que la superficie estimada de siembra de aguacate al 2015 es de 160 mil hectáreas, y que en los últimos 37 años se ha incrementado hasta en 10 veces del área del cultivo de aguacate desde 1974.
Por su parte, la investigación Impactos ambientales y socioeconómicos del cambio de uso del suelo forestal a huertos de aguacate en Michoacán realizada por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) con sede en Uruapan, señala que la producción se incrementó en el último lustro de 907 mil 439 a un millón 162 mil 429 toneladas. En este periodo la participación del estado de Michoacán aumentó del 83.3 al 85 por ciento de la superficie cultivada y del 87.6 al 88.1 por ciento de la producción nacional. Dicho incremento también ha representado un acelerado cambio de uso del suelo forestal a la producción de aguacate, al grado de provocar un gran deterioro de los ecosistemas forestales del estado de Michoacán, que se manifiesta en un proceso de deforestación de 500 hectáreas anuales.
Pero no todo es impacto ambiental, sino graves repercusiones en la salud: con los adelantos científicos de la actualidad se sabe que la mayor parte de los insumos agrícolas elaborados a través de síntesis química propician la contaminación de los suelos, la disminución de la biodiversidad genética, la vulnerabilidad de los cultivos a plagas y enfermedades, y el fomento del monocultivo.
El uso indiscriminado de plaguicidas en la zona aguacatera de Michoacán permite que se apliquen 450 mil litros de insecticidas, 900 mil y 30 mil toneladas de fungicidas y de fertilizantes por año, respectivamente, lo que ha ocasionado, entre otras cosas, la contaminación del agua.
En ese sentido, se han registrado hasta mil ppm (partes por millón, una unidad de medida de concentración que se refiere a la cantidad de unidades de la sustancia que hay por cada millón de unidades del conjunto) de nitratos y 150 ppm de potasio en lixiviados fuera del alcance radical en huertas de aguacate, favoreciendo la presencia de enfermedades en la piel, hígado y sistema nervioso.
La expansión del Imperio
De acuerdo con el estudio denominado Evaluación del impacto ecológico del cultivo de aguacate a nivel regional y de parcela en el estado de Michoacán (Etapa 1)-Informe Ejecutivo-Junio del año 2011, realizado por el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA) y el Centro de Investigaciones en Ecosistemas (CIEco), que inició su primera etapa en marzo de 2010 con el objetivo de evaluar el impacto ecológico del cultivo de aguacate en Michoacán a escala regional y de parcela, se sabe que en los últimos 12 años la tendencia de crecimiento de la llamada frontera del aguacate es de 4 mil 515 hectáreas por año (esto de acuerdo con el crecimiento que se observa en el periodo que va de los años 1995 al 2007), cuando en 1974 (año del boom aguacatero) la tendencia de crecimiento era de mil 750 hectáreas por año, inercia que se rompió en 1995.
Para 1974 solamente eran tres centros principales desde donde inicia la expansión: Peribán, Uruapan y Tacámbaro, y alcanzó hasta 1995 su máxima expansión entre los municipios de Tingüindín y Uruapan. Pero desde 1995 la expansión se concentró entre Uruapan y Villa Madero, y es ahí donde todavía existen más posibilidades de crecimiento.
La frontera se expande sin ser frenada a partir de 2007 en Cotija, Zitácuaro y Maravatío, así como en algunas zonas hacia Pátzcuaro y la Cañada de los Once Pueblos.
El estudio de la UNAM considera que entre 1970 y 2000 el cultivo se expandió sobre áreas de cultivos de temporal y de pastizal-matorral, abarcando un total de 54 mil 227 hectáreas; es decir, 55.3 por ciento del total del llamado Imperio del oro verde; en el impacto en la cubierta forestal, la frontera ya ocupó 33 mil 116 hectáreas, abarcando 33.7 por ciento y el resto son 10 mil 688 hectáreas de matorrales y pastizales.
Sin embargo, el mayor impacto de la expansión del imperio aguacatero lo están padeciendo las áreas con bosques nativos, que desde el año 2000 ha visto irrefrenable el arribo crítico de las plantaciones a los bosques los municipios de Ziracuaretiro, Salvador Escalante, Ario de Rosales, Tacámbaro, Uruapan, Tancítaro y Nuevo Parangaricutiro. Sólo de 1974 a 2007 se tiene contabilizada una deforestación de 28 mil 124 hectáreas.
Otro impacto ecológico de graves consecuencias se registra en las cuencas de ríos y lagos. La investigación de la UNAM revela que las cuencas con mayor potencial de acumulación de contaminantes son los ríos Cupatitzio y Tepalcatepec. En ambos afluentes se ha detectado la presencia de fosfatos en cantidades muy superiores (0.2 a 5 mg /litro) a las que las normas nacionales e internacionales establecen como límite recomendado para corrientes superficiales (0.1 mg /litro).
Impacto en la salud
Informes de la Secretaría de Salud estatal y del IMSS informan sobre la presencia de plaguicidas como el Paracuat en los procesos de fumigación en las huertas aguacateras.
Dicho plaguicida es altamente tóxico, pues provoca lesiones pulmonares irreversibles, además de eliminar microorganismos del suelo que favorecen el crecimiento de las plantas; también se ha señalado sobre el uso de Malation, insecticida organofosforado e hidrosoluble y tóxico para el hombre y los animales que puede persistir por muchos años contaminando las aguas.
Solamente durante el año 2004 en el sector forestal fueron atendidas 93 notificaciones de ataques de plagas y enfermedades en 20 municipios, correspondientes a una superficie de 207 mil 56 hectátareas.
Los municipios con más daño fueron Tingambato, Madero, Tacámbaro, Ario de Rosales, Hidalgo y Susupuato. El volumen tratado fue 13 mil 700 metros rollo total árbol. La plaga que causó el mayor daño económico fue el Dendroctonus mexicanus, afectando 72 por ciento del volumen citado y 43 por ciento de la superficie. Para el control de Dendroctonus mexicanus se aplicó el fosfuro de aluminio en dosis de cinco pastillas/m de madera plagada, aplicándose un total de 205.5 kilogramos.
También la investigación Impactos ambientales y socioeconómicos del cambio de uso del suelo forestal a huertos de aguacate en Michoacán, realizado por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), con base en Uruapan, sostiene que los fertilizantes químicos producto de las actividades agrícolas contaminan los mantos freáticos.
Los nitratos representan un riesgo para la salud humana, aunque lo más peligroso son los productos resultantes de la conversión de los nitratos. Los microorganismos presentes en la boca de los humanos y la de los intestinos convierten a los nitratos en nitritos por medio de una reacción de varios compuestos naturales. Los nitritos reaccionan con la hemoglobina de la sangre humana, reduciendo la capacidad del organismo para transportar oxígeno, a esto se le denomina metahemoglobinemia o falta de oxígeno en la sangre.
La práctica frecuente de aplicar pesticidas a lo largo de los ciclos del cultivo y debido a que algunos de ellos no se degradan al cabo de un año se acumulan en el suelo. La precipitación y el riego son dos de los conductos de transportación de los pesticidas residuales hacia las aguas residuales, de tal manera que el hombre puede contaminarse consumiendo agua o productos regados con aguas contaminadas por esos pesticidas.
De acuerdo con lo anterior, se observa que en el área aguacatera se aplican 900 mil 450 toneladas al año de pesticidas, mientras que en el sector forestal es mínimo el uso de agroquímicos.
En el cultivo de aguacate se aplican 30 mil toneladas por año de fertilizantes químicos, los cuales contaminan los mantos freáticos; además se aplican 900 mil 450 toneladas por año de pesticidas, muchos de ellos se acumulan en el suelo, mientras que en el sector forestal sólo hay evidencias de la aplicación de 205.5 kilogramos de un producto químico insecticida.
La precipitación y el riego son dos de los conductos de transportación de los pesticidas residuales hacia las aguas, con las consecuencias por el uso de aguas contaminadas por esos pesticidas.