REDACCIÓN
Morelia, Michoacán.— “Un país que no da cobertura sanitaria universal puede encontrarse con grandísimas dificultades económicas, en el desarrollo económico, en el éxito económico y creo que esta pandemia nos lo va a demostrar”.
No lo dice ningún socialista ansioso por aprovechar la coyuntura generada por el COVID-19 para proponer otra vez estatizar aspectos clave de la economía. Son palabras de María Neira, actualmente directora del Programa de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Si realmente va a haber un porcentaje de ciudadanos que no tiene acceso, los gobernantes verán que no invertir en sanidad tiene una incidencia muy negativa en la economía y en el desarrollo socioeconómico del país. Creo que ese debiera ser el último argumento, pero desde luego puede que en algunos países sea el más fuerte y el que más convenza”, agrega.
En la actualidad, cerca de la mitad de la población mundial carece de acceso integral a los servicios sanitarios básicos. Y eso, en contingencias como la actual, puede hacer la diferencia entre el número de muertos en un estado u otro.
Según la OMS, la cobertura sanitaria universal (CSU) implica que todas las personas y comunidades reciban los servicios de salud que necesitan sin tener que pasar penurias financieras para pagarlos. Abarca toda la gama de servicios de salud esenciales de calidad, desde la promoción de la salud hasta la prevención, el tratamiento, la rehabilitación y los cuidados paliativos.
Sin embargo, aclara, no implica la cobertura gratuita de todas las intervenciones sanitarias posibles, independientemente de su costo, ya que ningún país puede permitirse ofrecer todos los servicios gratuitamente de forma sostenible.
Lo que sí permite es acceder a servicios que atienden las causas más importantes de las enfermedades y la muerte, y asegurar que la calidad de esos servicios sea suficientemente buena para mejorar la salud de las personas que los reciben.
La CSU es una de las metas que se fijaron los países que adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2015. Sin embargo, en distintos países –particularmente en Estados Unidos— aún existe una poderosa industria de salud privada, que hace sentir su voz cada vez que las medidas tienden a cualquier grado de estatización.
La OMS, en conjunto con el Banco Mundial, aseguran que sí es posible medir del éxito de la CSU en cualquier país. Las primeras variables principales son dos: la proporción de la población que puede tener acceso a servicios de salud esenciales de calidad; y la proporción de la población que gasta sumas importantes del presupuesto familiar en la salud.
De manera más específica, la OMS utiliza 16 servicios de salud esenciales como indicadores del nivel y la equidad de la cobertura en los países, agrupados en cuatro categorías: a) salud reproductiva, de la madre, el recién nacido y el niño; b) enfermedades infecciosas; c) enfermedades no transmisibles; y d) servicios: capacidad y acceso.
La organización admite que cada país es único, pero que de igual manera resulta útil un enfoque mundial que se basa en medidas normalizadas y reconocidas internacionalmente que faciliten la comparación entre los países a lo largo del tiempo.
Para María Neira, el coronavirus ha puesto de rodillas a los países con mejores sistemas sanitarios y va a ser peor en aquellos donde la sanidad privada juega un papel muy importante.
EL CASO LATINOAMERICANO
Los expertos, entre ellos la propia OMS, aseguran que la cantidad de dinero que se gasta por paciente no es el único indicador confiable para determinar el éxito o fracaso de la cobertura en salud.
Los casos de Brasil y Chile lo ejemplifican bien.
En Brasil la cobertura universal en salud está consagrada en la Constitución. Sin embargo, a pesar de esa ambición los recursos son limitados. El país invierte apenas el 3,8% de su PIB en comparación con el 7,9% de Reino Unido, el 8% de España y el casi 10% de Francia y Alemania. Sin considerar que Brasil tiene tres o cuatro veces más población que esos países.
En el caso de Chile, las frías cifras indican que es el segundo país latinoamericano que más dinero destina por persona a la salud en el año (US$ 2.229), sólo por debajo de Cuba.
Sin embargo, las mismas gráficas indican que es también el quinceavo país con peor equidad en el acceso, solo por sobre Paraguay, Bolivia, Honduras, Guatemala y Haití.
En el caso mexicano, la semana anterior —durante las primeras fases de la pandemia— Cristian Morales Fuhrimann, representante de Organización Panamericana de Salud (OPS) y de la Organización Mundial de la Salud (OMS) aseguró que en el país sí se están cubriendo todos los sospechosos, y que el país iba bien encaminado respecto de las medidas de prevención y combate al virus.
Por otra parte, los especialistas y la propia OMS ha destacado negativamente el caso de Estados Unidos, país que pese a ser exponencialmente más rico que sus similares latinoamericanos tiene un sistema de salud estrictamente particular.
En últimos días la nación gobernada por Donald Trump ha visto dispararse el número de contagiados por coronavirus, pasando a convertirse en el nuevo epicentro mundial de la pandemia. En la actualidad el país está en el primer lugar en cuanto a contagios, y en el tercero en muertes solo por detrás de Italia y España.
“Parte del problema al para combatir este tipi de pandemias se produce cuando no hay una estrategia nacional coordinada en el país y cada uno de los estados debe pensar en una estrategia de manera individual”, afirma Thomas Tsai, cirujano e investigador de políticas de salud en Harvard.
Hasta el momento, la pandemia tiene un comportamiento incierto y hasta ahora incluso irregular. Sin embargo, es pertinente pensar —y, aunque el final es incierto, así lo demuestran los datos— que mientras más asegurado esté el acceso a la salud para todos los ciudadanos, mejor preparado estará un país para hacer frente a estas y otras pandemias.
El coronavirus podría estar señalando el futuro de los sistemas de salud en todo el mundo.
Con información de OMS y BBC
Gráficos: BBC/Wikipedia