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OPINIÓN / Educación y democracia

Por: Óscar Carbajal Pérez

Somos totalmente políticos, desde el origen y hasta el concluir de los tiempos, lo seguiremos siendo. No existe una persona que sea ajena a estos temas, pero sí existe, aquella persona que se encuentra en un constante desencanto sobre lo que involucra a este ser político. Pero, como sociedad, también somos corresponsables de lo que vivimos, la falta de conocimiento y ganas de informarnos, nos han llevado esto.

Desde la educación, pareciera que se ha olvidado la identidad de enseñar lo que es civismo, más allá de hacerle saber a los niños en primaria, que, tienen derecho a la educación, que existen tres poderes en el país y el día de aniversario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es el 5 de febrero, no se habla de lo que es ser en realidad un ciudadano. Aún más increíble, es ver cómo un gran porcentaje del alumnado de nivel superior, no saben el nombre de sus representantes populares, ni reconocen la integración de los órganos de gobierno del Estado.

El abandono que existe en materia educativa, en referencia a la cultura política y cívica, más que nada, nos lleva a estar bailando constantemente en una cuerda. Claro, no es que la responsabilidad exclusiva recaiga en un docente que tiene que cubrir diferentes materias a la vez, pero sí lo es de un sistema educativo planeado con miras a solamente cumplir con parámetros de satisfacción mínima, como lo puede ser, el solo ensañarle a un menor de edad que, una vez cumpliendo 18 años, puede votar, conocer más allá, es asunto de él.

De acuerdo con lo establecido en el programa de educación de la Secretaría de Educación Púbica, la formación cívica y ética, va encaminada a la formación ciudadana que busca promover en los alumnos el interés por lo que ocurre en su entorno, en el país y en el impacto de procesos globales sociales, políticos y económicos, el aprecio y apego a una cultura política democrática y a un régimen de gobierno democrático. Los componentes esenciales de la formación ciudadana son la participación social, la formación de sujetos de derecho y la formación de sujetos políticos.

Justo en los últimos dos propósitos, es donde encontramos a los grandes problemas que nos aquejan. No es sorpresa para nadie, saber que cada vez más personas se encuentran molestas con el sistema político en México; como también, las cantidades de personas que cada vez, con mayor dificultad, votan, apostando a la reconciliación con la democracia, la posible alineación de mejoras y la verdadera representación política, dejando como resultado, porcentajes bajos de participación en elecciones.

La formación de sujetos de derecho, queda apartada de la realidad cuando vemos las cifras de confianza en las leyes, nos encontramos con que, el 43% de los mexicanos, considera que se siguen cometiendo actos de corrupción y violación a los derechos. A esto, le debemos sumar el desconocimiento a los mecanismos de participación ciudadana, que sería el objetivo de formar ciudadanos con participación social y colaboración democrática.

Pero vaya, como se dijo antes, no solamente debemos decir que la educación es responsabilidad de una persona que está frente a un grupo de jóvenes en un cuarto de 4 por 4, en el mejor de los casos. También debe recaer en la responsabilidad social de construcción y desarrollo de la misma, informándose, consultando, participando e inculcando estos valores a las generaciones venideras, con el fin de tener, ahora sí, una ciudadanía formada en principios éticos y democráticos.

Como sociedad, no debemos seguir adjudicando a la educación democrática el sencillo hecho de votar cada tres años. Se debe ir más lejos, inculcar que se puede participar en asociaciones y partidos con fines políticos, ser considerado como candidato ejerciendo nuestro derecho a ser votado, presentar iniciativas de reforma a las leyes y demás mecanismos como el referéndum, plebiscito o consultas legales, pero más que nada, hacerle saber a todos, que la cultura política, está basada en la diversificación de ideas por medio de diálogos y acuerdos, que ayuden a mejorar.

La ciudadanía, esa identidad que se adquiere al cumplir los 18 años de edad, no debe ser algo que esté sujeta a poder portar únicamente una credencial para votar, la misma que se ha convertido en el mecanismo máximo de identificación en el país, dejando por un lado el propósito por el cual fue creada, el votar en elecciones confiables.

Sí, formar ciudadanía es labor complicada, a la cual, se han sumado programas ejecutados por las autoridades electorales, como el Encivica, mismo que fue en su momento, un respiro a un sistema democrático que comenzaba a sufrir problemas por la poca confianza electoral que se percibía en el ambiente. Los partidos políticos, como entes de interés público, también son actores al momento de incentivar la participación de gente en las actividades electorales. A título personal, siempre he pensado que la participación ciudadana es la cura a muchos males que tenemos en el estado, pero, no puede ser construida si no la adoptamos como una tarea en conjunto, estado y sociedad, educación y política, sembrar y cosechar.

A días de que inicie el proceso electoral 20-21, y en medio de una eternentena, no sería malo que, echáramos un ojo a las labores que debemos hacer como sociedad, con el fin de hacer válida la ciudadanía y tener un futuro democrático que pueda ser inculcado de mejor manera a las siguientes generaciones. No sé, tal vez un día desde nivel básico podamos ver cómo todos reconocen a los representantes populares y la integración de órganos de gobierno.

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