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Mujeres: una fórmula para rechazar activamente la cultura de la violación

Según los datos oficiales de la incidencia delictiva del secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de seguridad Publica, en 2015 hubo 12 mil 446 denuncias de violación en México. En 2019 crecieron a 17 mil 206. En México hay tares pendiente, y armarse con los conocimientos sobre el tema es el primer paso. Hoy, Metapolítica ofrece a sus lectores —y especialmente lectoras— algunos protocolos de la ONU y del gobierno federal para saber qué hacer ante abusos de este tipo. Un recordatorio de que #NiUnaMenos y #NiUnaMás

Por Metapolítica

Morelia, Michoacán.- Ocurrió apenas la semana pasada en Chile, pero es perfectamente aplicable a la realidad de México.

El Ministerio (Secretaría) de Educación del país sudamericano hizo público un contenido correspondiente a la materia de Ciencias Naturales de cuarto grado. En él se explicaban los efectos del alcohol en el cuerpo de las mujeres. Entre los efectos en el sistema reproductivo, sostenía que “ingerir alcohol aumenta los riesgos de ser atacadas sexualmente y de participar en relaciones sexuales riesgosas”.

Las redes sociales ardieron.

Los comentarios en contra decían que se trataba de una educación machista y sexista, que seguía culpando a las mujeres y tenía poca relación con aspectos puramente biológicos.

Los moderados, en cambio, argumentaban que el alcohol es estadísticamente uno de los factores relacionados con problemas de abuso sexual o violencia de cualquier tipo, y que el fondo del enunciado —evitar el abuso de alcohol— era adecuado.

La abogada y presidenta de Corporación Humanas, Lorena Fríes, afirma que “es más fácil hablar de lo que debió haber hecho o no la víctima para prevenir ser agredida que del agresor o el delito en sí”.

Y la imagen, ya eliminada por el Ministerio de Educación, es un ejemplo de la cultura de violación en que vivimos, explica la abogada fiscal y directora ejecutiva de la Asociación de Abogadas Feministas (ABOFEM) Bárbara Sepúlveda.

La imagen de la discordia en Chile.

“Una cultura –dentro de la cual se articulan una serie de comentarios, conductas, acciones y comportamientos cotidianos y aparentemente inocuos– que a la larga ha servido para reforzar un imaginario en el que la víctima es finalmente la culpable de haber sido agredida, acosada, violada o violentada. Una cultura que naturaliza, mediante distintas manifestaciones, la violencia sexual hacia las mujeres”.

¿Qué es la cultura de violación?

Para ONU-Mujeres, la cultura de la violación “es omnipresente. Está grabada en nuestra forma de pensar, de hablar y de movernos por el mundo. Y aunque los contextos pueden diferir, la cultura de la violación siempre está arraigada en un conjunto de creencias, poder y control patriarcales.

“La cultura de la violación se da en entornos sociales que permiten que se normalice y justifique la violencia sexual, y en estos entornos se alimenta de las persistentes desigualdades de género y las actitudes sobre el género y la sexualidad”. Y advierte:

“poner nombre a la cultura de la violación es el primer paso para desterrarla”.

Y en su documento “Dieciséis maneras de enfrentarte a la cultura de la violación”, explica los pasos para evitarla. Por la importancia de dicho contenido, Metapolítica lo transcribe íntegramente aquí.

1. Crear una cultura del consentimiento convencido. El consentimiento dado libremente es imprescindible, en todo momento. En lugar de oír un “no”, asegúrate de oír un “sí” activo, que haya sido expresado por todas las personas involucradas. Integra el consentimiento convencido en tu vida y habla de él.

2. Denunciar las causas profundas. Permitimos que continúe la cultura de la violación cuando aceptamos una masculinidad en la que la violencia y la dominación están asociadas a conceptos como “fuerte” y “masculino”, y cuando a las mujeres y las niñas se las valora menos.

También la amparamos cuando se culpa a las víctimas: una actitud que sugiere que es la víctima y no el agresor quien es responsable de un ataque.

Cuando se habla de casos de violencia sexual, la sobriedad, la vestimenta y la sexualidad de la víctima son irrelevantes. En lugar de ello hay que cuestionar la idea de que los hombres y los niños deben obtener el poder mediante la violencia y cuestionar la noción del sexo como un derecho.

3. Redefinir la masculinidad. Piensa de manera crítica qué significa la masculinidad para ti, y cómo la representas. La autorreflexión, las conversaciones en la comunidad y la expresión artística son sólo algunas de las herramientas de las que disponen hombres y niños (así como mujeres y niñas) para examinar y redefinir la masculinidad según principios feministas.

4. Dejar de culpar a las víctimas. Debido a que el lenguaje está profundamente arraigado en la cultura, podemos llegar a olvidar que las palabras y frases que utilizamos cada día dan forma a nuestra realidad.

Las creencias que fomentan la violación están grabadas en nuestro idioma: “Iba vestida como una puta. Lo estaba pidiendo”.

Forman parte de la letra de canciones conocidas: “Sé que lo quieres”.

En la cultura popular y en los medios de comunicación se ha normalizado el hecho de cosificar e insultar a las mujeres.

Puedes optar por dejar de lado el lenguaje y las letras que culpan a las víctimas, cosifican a las mujeres y excusan el acoso sexual. Cómo viste una mujer, qué y cuánto ha bebido y dónde se encontraba en un momento determinado no son invitaciones para violarla.

5. Mostrar tolerancia cero. Aplica políticas de tolerancia cero ante la violencia y el acoso sexual en los espacios donde vives, trabajas y te diviertes. Las y los dirigentes deben dejar claro su compromiso con una política de tolerancia cero e insistir en que esta se debe aplicar cada día.

Como punto de partida, echa un vistazo a lo que puedes hacer para erradicar el acoso en el lugar de trabajo.

6. Profundizar en lo que significa la cultura de la violación. La cultura de la violación ha adoptado muchas formas en todas las épocas y contextos. Es importante reconocer que la cultura de la violación va más allá de la idea limitada de una agresión de un hombre a una mujer mientras esta camina sola por la noche.

Por ejemplo, la cultura de la violación abarca una amplia variedad de prácticas nocivas que restan autonomía y derechos a las mujeres y las niñas, tales como el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina.

Conoce los factores que sustentan la cultura de la violación y los mitos que la rodean.

Si bien prácticamente todo el mundo coincide en que la violación es algo detestable, la violencia sexual y el acoso sexual se normalizan y trivializan con palabras, acciones e inacciones que nos arrastran peligrosamente hacia la cultura de la violación.

7. Adoptar un enfoque interseccional. La cultura de la violación afecta a toda la población, independientemente de la identidad de género, la sexualidad, el nivel económico, la raza, la religión o la edad. Erradicarla significa desterrar definiciones restrictivas del género y de la sexualidad que limitan el derecho de una persona a definirse y a expresarse.

Ciertas características como la orientación sexual, el grado de discapacidad o la etnia, y algunos factores contextuales, aumentan la vulnerabilidad de la mujer ante la violencia. Las personas LGBTQI pueden ser objeto de una “violación correctiva”, en la cual el autor pretende obligar a la víctima a ajustarse a estereotipos de género y sexuales. Durante las crisis humanitarias, la frecuente discriminación contra mujeres y niñas exacerba a menudo la violencia sexual.

8. Conocer la historia de la cultura de la violación. A lo largo de la historia, la violación ha sido utilizada como arma de guerra y opresión. Se ha utilizado para degradar a las mujeres y a sus comunidades, y en la limpieza étnica y el genocidio.

Esta es una cuestión que merece un estudio profundo. Puedes empezar por aprender acerca del uso de la violencia sexual durante conflictos pasados y recientes, como el de la República Democrática del Congo, la guerra civil de Guatemala o el conflicto de Kosovo.

9. Invertir en las mujeres. Haz donaciones a organizaciones que ayudan a las mujeres, amplifica sus voces, apoya a las sobrevivientes, y promueve la aceptación de todas las identidades de género y sexualidades.

ONU Mujeres trabaja para poner fin a la violencia contra las mujeres, ayudar a las sobrevivientes, y asegurar la igualdad de derechos para las mujeres y las niñas de todo el mundo. Dona ahora en https://donate.unwomen.org/en/16days.

10. Escuchar a las sobrevivientes. En la época de #MeToo, #TimesUp, #NiUnaMenos, #BalanceTonPorc y otros movimientos en línea, las sobrevivientes de la violencia son más visibles que nunca.

Escucha sus experiencias, lee los relatos de las sobrevivientes y activistas de todo el mundo, y sigue las etiquetas #pintaelmundodenaranja y #GeneraciónIgualdad en las redes sociales.

No digas “¿por qué no se fue de allí?”.

Di: “Te escuchamos. Te vemos. Te creemos”.

11. No reírse de la violación. La violación nunca es un chiste. Los chistes sobre la violación legitiman la violencia sexual, haciendo más difícil que las víctimas puedan denunciar que no se ha contado con su consentimiento.

El humor que normaliza y justifica la violencia sexual no es aceptable. Recházalo.

12. Implicarse. La cultura de la violación se sostiene en la ausencia o la falta de aplicación de leyes sobre violencia contra las mujeres y leyes discriminatorias sobre la propiedad privada, el matrimonio, el divorcio y la custodia de hijas e hijos.

Consulta la Base de datos mundial sobre la violencia contra las mujeres y las niñas para ver qué está haciendo tu país para proteger a las mujeres y las niñas. Exige a tus representantes políticos que garanticen la aplicación de leyes que promueven la igualdad de género.

13. Poner fin a la impunidad. Para poner fin a la cultura de la violación, los agresores deben rendir cuentas. Con el enjuiciamiento de los casos de violencia sexual, se reconocen estos actos como crímenes y se lanza un firme mensaje de tolerancia cero.

Dondequiera que veas un retroceso en cuanto a las consecuencias legales para los agresores, lucha por la justicia y la rendición de cuentas.

14. Ser un testigo activo. Una de cada tres mujeres en todo el mundo sufre maltrato. La violencia contra las mujeres es sorprendentemente habitual y, en ocasiones, podemos presenciar comportamientos no consensuados o violentos. Si intervienes como testigo activo indicas al agresor que su comportamiento es inaceptable, y puedes ayudar a proteger a alguien.

En primer lugar, valora la situación para determinar qué tipo de ayuda, en su caso, podría ser apropiada. Puedes ayudar a la víctima del acoso sexual preguntándole cómo está o si necesita ayuda, documentando el incidente, creando distracciones para calmar la situación, o dirigiéndote de forma breve y clara al agresor, diciendo “me incomoda lo que estás haciendo”.

Lee cómo puedes llegar a ser un testigo activo, y recibe capacitación sobre cómo intervenir como testigo auspiciada por tu universidad, ayuntamiento o una ONG local.

15. Educar a la próxima generación. Está en nuestras manos inspirar a futuras y futuros feministas del mundo. Desafía los estereotipos de género e ideales violentos a los que se enfrentan niñas y niños en los medios de comunicación, en la calle y en la escuela. Explica a tus hijas e hijos que su familia es un espacio seguro donde pueden expresarse tal y como son. Respalda sus decisiones y explícales la importancia del consentimiento a una edad temprana.

¿Necesitas material para inspirarte? He aquí 12 libros feministas que todo el mundo debería leer.

16. Iniciar la conversación, o unirse a ella. Habla con familiares y amistades acerca de cómo puedes colaborar para poner fin a la cultura de la violación en tu comunidad.

Ya sea organizando un club de debate para interpretar el significado de la masculinidad, recaudando fondos para una organización a favor de los derechos de las mujeres, o uniendo fuerzas para protestar contra decisiones y políticas que amparan la violación, todas y todos somos necesarios para hacer frente a la cultura de la violación.

Lee el boletín de ONU-Mujeres aquí

Y la realidad frecuentemente es más terrible que la imaginación. En febrero del 2018 oficiales de la ONU acusaron que niñas de Sudán sufrían violaciones masivas de parte de oficiales de alto rango del Ejército de ese país. Y que muchos niños hombres eran obligados a mirar las violaciones.

“Hay víctimas con las que hablamos y nos ofrecieron su testimonio que han sido mutiladas, violadas en grupo a menudo por una docena de hombres o más. A veces los familiares fueron obligados a mirar. A veces los niños fueron obligados a mirar, a participar en la violación e incluso a matar”, explicó entonces el comisionado para los Derechos Humanos en Sudán del Sur Andrew Clapham.

Pero no es necesario ir tan lejos.

“Mi nombre es K. Tengo 20 años y tan sólo tenía 6 años cuando fui violada. El agresor fue mi de 19 años.

“Me decía que jugáramos a las ‘luchas’ y como a mí me gustaban aceptaba. Me tocaba de una manera que me molestaba. Me hacía comentarios como: ‘estás muy bien’, ‘te sientes buena’. Yo no entendía a qué se refería y le pedía que me soltara. Él respondía que así era el juego y me tocaba cada vez más mientras jugábamos. A mí ya no me gustaba jugar así y lo evitaba.

“En una ocasión nos pusimos a jugar de nuevo y sólo sentí dolor. Yo grité y llegó mi abuelita a la habitación, lo apartó de mí pegándole y gritándole muchas groserías; se puso a llorar y sólo me veía. Una tía y mi abuelita se me acercaron y me dijeron que no se me ocurriera decirle nada a mis papás porque lo que había hecho mi primo fue muy malo y que era mejor quedarme callada para evitarnos problemas con la familia”. 

Casos como esos hay miles.

Según los datos oficiales de la incidencia delictiva del secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 2015 hubo 12 mil 446 denuncias de violación en México. En 2019 fueron 17 mil 206.

En México hay tares pendiente. Y armarse con los conocimientos sobre el tema es el primer paso.

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