México es un país obeso. Los gobiernos y la OCDE alertan sobre los peligros que genera el mal estado de salud de sus habitantes, pero la realidad continúa siendo dramática. Mientras tanto, el llamado factor obesogénico agrava el problema: según un experto de la UNAM, en el país es siete veces más difícil conseguir alimentos saludables que comida chatarra. Una realidad que en tiempos de COVID-19 resulta literalmente mortal.
Por Eduardo Pérez Arroyo
Morelia, Michoacán.- Zonas urbanas enteras, densamente pobladas, en las cuales no hay dónde comprar una fruta o una ensalada. Ciudades enteras nutriéndose del equivalente a chatarra. Un costo mayor por comer sano. Emergencias, hospitales, medicamentos…
Es la realidad mexicana actual. Una que en tiempos de coronavirus implica, literalmente, enfermedad y muerte.
Es el resultado de un estudio “Desiertos de Comida Saludable en México”, elaborado por Baruch Sangines con el apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). El autor elaboró un mapa que mide la oferta de expendios de comida saludable versus los de comida procesada o chatarra.
La conclusión: México condena a la fatalidad a sus habitantes.
La afirmación tiene buen sustento. En el país los problemas generados por la obesidad trascienden largamente nuestras fronteras. Para la Organización para el Comercio y el Desarrollo Económicos (OCDE), “el caso de México es de los más preocupantes. Cerca del 73% de la población mexicana padece de sobrepeso, y el país tiene una de las tasas más altas de obesidad de la OCDE. Además, 34% de las personas obesas sufren obesidad mórbida, el mayor grado de obesidad”.
Y el futuro será más complejo.
“De acuerdo con nuestras proyecciones, las enfermedades relacionadas con el sobrepeso reducirán la esperanza de vida en México en más de 4 años durante los próximos 30 años. Se trata de la mayor reducción proyectada entre los países de la OCDE. Pero lo más trágico es el crecimiento de la obesidad infantil, la cual se ha duplicado de 7.5 % en 1996, a 15 % en 2016. México es el país de la OCDE en donde el sobrepeso, la obesidad y sus enfermedades derivadas tendrán el impacto más grande en el PIB entre 2020 y 2050”.
Y el propio organismo calcula que casi el 40% de los mexicanos serán obesos en apenas 10 años.
Pero la realidad siempre puede ser peor. Y en México lo es a propósito de la pandemia de COVID-19.
Al menos una vez por semana el subsecretario de Salud Hugo López Gatell, la cara pública del gobierno federal en el combate a la pandemia, recuerda que en estos tiempos críticos el sobrepeso y la obesidad acercan a los mexicanos a la muerte. Una conclusión largamente probada por todos los estudios sobre el tema en el mundo.
“No es conveniente, como sucedió en el sexenio pasado, que los actores industriales o comerciales de estos productos (alimentos procesados) participen en la generación de políticas públicas”, afirmó el pasado 6 de agosto a propósito de los empeños de varias corporaciones por frenar el etiquetado de alimentos que advertirá del contenido nocivo a los consumidores.
A esa variable, el estudio de Sangines agrega las cifras concretas respecto de la falta de comida sana disponible.
“En México la accesibilidad a micronegocios o mercados públicos que venden frutas y verduras es más baja. En el ámbito nacional existen 93 mil micronegocios que se dedican al comercio al por menor de frutas y verduras, mientras que las tiendas de abarrotes y minisuper’s son 657 mil unidades económicas”.
En pocas palabras, en el país hay casi 7 veces más chatarra que comida sana disponible. Un cóctel mortal.
La información de esta nota está basada en el mapa elaborado por el experto de la UNAM. Para probar su veracidad, este medio apeló a una prueba de campo. La colonia Ejidal Ocolusen de Morelia está marcada como uno de los puntos en donde es casi imposible conseguir comida sana.
Un recorrido por las 49 manzanas que conforman la colonia confirmó el hecho: dos pizzerías, al menos 10 taquerías, 10 cocinas económicas y al menos 15 tiendas de abarrotes. Entre todo ello hay apenas una verdulería (aunque las tiendas de barrio también ofertan insumos vegetales básicos).
La proyección del mapa elaborado por Sangines resultó acertada. Y México, mientras tanto, se muere de obesidad.
EL ANÁLISIS POR CIUDAD
Para elaborar una conclusión somera acerca de la disponibilidad de chatarra y de comisa sana en México este medio acudió a 10 de las zonas urbanas más habitadas del país: Ciudad de México, Estado de México, Guadalajara, Puebla, Tijuana, Ciudad Juárez, Zapopan, Monterrey y Reynosa. En algunas de las ciudades sí hay disponibilidad de comida sana, aunque en ningún caso tan frecuente como la chatarra.
Pero antes se analizar el mapa es pertinente exhibir una variable anexa: el precio.
“Comer saludable tiene implicaciones económicas, pues comprar alimentos como el pescado o cereales integrales que cuentan con un alto contenido nutrimental, pueden llegar a ser más costosos”, afirmó Diana Pérez Salgado, licenciada en Nutrición y docente en la UAM Xochimilco, al portal Expansión en enero del 2019.
Y en la misma nota, Alma Flores Caballero, consultora de nutrición deportiva en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) unidad Xochimilco, agregó:
“Si se piensa en lo beneficios a medio y largo plazo, es distinto. ¿Qué cuesta más, una caja de antibióticos o un kilo de mandarinas? La prevención es la clave del ahorro y una inversión a largo plazo”.
Pero eso es a largo plazo. Y para un país en el cual apenas el 15% de la población ahorra de manera formal, pensar a largo plazo es sencillamente una utopía.
En la práctica, es un hecho que la mayor parte de los mexicanos comemos lo que tenemos más a la mano.
El mapa muestra cierto equilibrio en la Ciudad de México, en donde la oferta de comida de todo tipo no escasea. Pese a ello, según el autor del estudio, “si medimos la accesibilidad geográfica que tienen las personas a los productos alimenticios industrializados, en la zona metropolitana de la CDMX el 96 % de la población tiene una tienda de abarrotes o un minisuper a menos de 100 metros de distancia, lo que equivale a una caminata de 2 a 3 minutos.
Pero, agrega, “en términos de accesibilidad, en la CDMX el porcentaje de población que tiene un negocio de frutas y verduras a menos de 100 metros disminuye a 51%”.
La realidad es peor en otros lugares del país.
En el Estado de México, el mapa muestra que no hay dónde adquirir comida sana en zonas como Progreso Industrial, San Miguel Cañadas, Santa María Magdalena de Cahuacán o Villa del Carbón, o en áreas de Toluca como San Andrés Coexcotitlán, San Nicolás Tolentino, Almoloya Del Río o San Cayetano Morelos.
Similar situación se produce en la conurbación Guadalajara-Zapopan al menos en las zonas de La Laja, Puente Grande, Santa Fe, Galaxia Bonita Jalisco, El Muey, Zapote del Valle, Villa Fontana, Villas de La Hacienda, Jardines de San Sebastián, La Tijera y Nextipac.
En el caso de Puebla, el mapa muestra inaccesibilidad casi total de alimentos sanos en San Miguel Canoa, La Resurrección, San Miguel Espejo, San Juan Tepulco, San Jerónimo Almoloya, San Francisco Cuapacán, San Gregorio Zacapechpan, Santa María Zacatepec y San Antonio Mihuacán.
El norte del país es un tema aparte. Según el mapa, en toda la ciudad de Tijuana es casi imposible hallar comida sana, en contraste con la sobreabundancia de negocios de comida procesada o chatarra.
Y el caso de la otra gran ciudad del norte, Ciudad Juárez, es igualmente dramático.
La situación se repite en varias ciudades norteñas situadas junto a la frontera como Mexicali, San Luis Río Colorado, Heroica Nogales, Agua Prieta, Reynosa o Matamoros.
Finalmente, en Monterrey las zonas con menos accesibilidad de comida sana son Cadereyta, Pesquería, Apodaca, Emiliano Zapata, El Fraile y García. En el caso de Salinas Victoria, no hay un solo lugar en donde comer sano.
Pero la pandemia de obesidad es democrática. Los 10 estados con mayor incidencia, según un listado del IMCO del año 2015, son Ciudad de México, Veracruz, Estado de México, Hidalgo, Nayarit, Morelos, Puebla, Quintana roo, Tlaxcala y Michoacán.
FUERTES, LINDOS, SANOS
Pese a los esfuerzos del sector salud, gobiernos de todo nivel y especialistas en la materia, además del factor económico hay uno cultural incide fuertemente en el rechazo a una alimentación saludable. En su ya clásico artículo “Seguridad Alimentaria. Una visión desde la antropología alimentaria”, la antropóloga argentina Patricia Aguirre establece ciertos parámetros de comportamiento de las sociedades latinoamericanas.
“Hemos encontrado tres representaciones del cuerpo que funcionan como principio de inclusión de tres tipos de alimentos, que se organizan en tres tipos de comensalidad, según las condiciones objetivas de vida (antes las hemos llamado restricciones paramétricas, que se verifican fundamentalmente por la pertenencia a cierto sector de ingresos)”, dice la experta.
Agrega que aunque los límites son difusos, se pueden identificar tres parámetros básicos.
En grupos de bajos ingresos se privilegian los cuerpos fuertes, basados en alimentos rendidores y con esquemas de compañerismo en donde el tipo de comensalidad (comer y beber juntos alrededor de la misma mesa) es colectivo.
En los grupos de ingresos medios, privilegian los cuerpos lindos con base en alimentos atractivos para comer y en el cual el tipo de comensalidad es familiar.
Finalmente, en los sectores de ingresos altos privilegian los cuerpos sanos con base en alimentos light y bajos en calorías, cuya comensalidad es de tipo individual.
Respecto del sector con menos posibilidades de comer bien, Aguirre establece:
“Los hogares más pobres tienen una imagen del cuerpo ideal que definen como ‘fuerte’. Se puede interpretar que ideal del cuerpo fuerte no es más que una relectura de su propia imagen ya que los cuerpos de los hombres y mujeres pobres se caracterizan por su contundencia, también que el ideal de fortaleza parece coherente con las necesidades del trabajo mano de obra intensiva que son las ocupaciones predominantes en este sector de ingresos”.
Y agrega un factor que parece clave: muchas calorías por poco gasto.
“Los alimentos designados alternativamente como fuertes o rendidores, en las representaciones populares, deben cumplir tres requisitos: deben ser baratos, deben llenar y deben gustar para organizarse en un tipo de comensalidad colectiva signada por el compañerismo”.
México, un país en el cual 52.4 millones de personas (42% de la población) vive en situación de pobreza, es un desierto de comida sana por distintas razones. En la práctica, la alimentación en México está diseñada para agravar la salud de sus habitantes.